La frontera vacila entre el cierre y la tensión política
Según Migración Colombia, Venezuela no está dejando entrar a los ciudadanos retornados. Ese país dice que el paso sí está habilitado.
Periodista egresada de la facultad de Comunicación Social - Periodismo de la Universidad Pontificia Bolivariana.
Los cerca de 4o mil migrantes venezolanos que esperan retornar a su país, de acuerdo con Migración Colombia pasan por un momento de incertidumbre, sin saber cuándo podrán regresar. Esto, debido a un cruce de versiones entre los gobiernos de Colombia y Venezuela sobre el estado del corredor humanitario, ubicado en el Puente Internacional Simón Bolívar.
Para entender la situación es necesario tener en cuenta que la frontera está cerrada desde marzo, pero los países habilitaron pasos humanitarios en dos puntos específicos: el Simón Bolívar y Arauca. Esporádicamente y sin previo aviso, se abre un tercero en La Guajira. Sin embargo, el principal está en Villa del Rosario, Norte de Santander.
La confusión comenzó en la noche del jueves. Hacia las 9 p.m. Migración Colombia informó que a partir del viernes no estaría habilitado el ingreso de venezolanos a su nación por el Simón Bolívar, debido a la negativa del régimen de Maduro de recibir más personas.
El argumento que ofreció ese gobierno es que la capacidad de sus albergues al otro lado estaba al límite. No obstante, en la mañana del viernes recibieron a 200 personas y la autoridad migratoria indicó a EL COLOMBIANO que no hay certeza de si ese corredor humanitario estará habilitado la próxima semana.
En medio de ese cruce de declaración están los 60 mil ciudadanos que esperan poder retornar a su país, de los que 2 mil se encuentran en la zona limítrofe en Norte de Santander. De esos, 600 esperan en el Centro de Atención al Migrante del Puente Tienditas y los restantes están sin techo.
Este fin de semana la frontera está en medio de la incertidumbre, pues hay personas esperando en inmediaciones de La Parada y en la autopista, cerca al Puente Simón Bolívar, todos en cambuches y carpas que ellos mismos prepararon. Según indicó la Gobernación de Norte de Santander, cerca de 1.900 personas pasan las noches en esas condiciones.
El puente de las discordias
Ya van cinco años de conmoción en la frontera por los cierres que en este tiempo han anunciado los gobiernos. Desde que se clausuraron los pasos en marzo, como medida de prevención ante el coronavirus, la situación se agravó.
Los corredores humanitarios funcionan según la capacidad de Venezuela de recibir personas. En las últimas semanas operaron así: 300 ciudadanos podían cruzar tres días a la semana, para un total de 900 migrantes por cada septenario. Son más los que se quedan que aquellos que logran atravesar, por lo que desde hace un semestre hay un embotellamiento en la zona.
Y, si bien el paso de Arauca también está habilitado, el flujo en esa zona es mayor y a la fecha solo cien personas esperan ser habilitadas para cruzar.
Sobre esto, el secretario de Fronteras de Norte de Santander, Víctor Bautista, expresó que “sin cooperación y con cierres se acentúa más la crítica situación de miles de migrantes en la zona fronteriza del área metropolitana de Cúcuta y Villa del Rosario”.
Lo que allí sucede perjudica al resto del territorio nacional porque el Gobierno suspendió los buses humanitarios que iban rumbo a la frontera con más ciudadanos del vecino país. “Hacemos un llamado a la población venezolana para que evite desplazarse”, dijo el director de Migración, Juan Francisco Espinosa.
En Nariño, por ejemplo, otros 1.700 migrantes esperan poder salir y hasta el Puente Internacional de Rumichaca han llegado otros provenientes de Perú y Ecuador, con la meta de atravesar Colombia hasta el Simón Bolívar para luego retornar luego a su país.
Una vez llegan a su nación “son señalados de ser ‘armas biológicas’ y los tildan de ‘bioterroristas’”, según dijo a este medio el Comisionado de la OEA, David Smolansky. Al final, que estos 40 mil venezolanos puedan retornar a su país solo depende de la capacidad l otro lado de la frontera de recibirlos. Mientras eso pasa, seguirán pasando sus días en la frontera, a la espera de que su propia nación les abra la puerta.