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Voto cristiano en las elecciones de América Latina

La agenda religiosa ha ido ganando terreno político, aliada con la izquierda y la derecha, al punto de ser crucial en cuatro elecciones este año: Brasil, México, Colombia y Costa Rica.

Periodista de la Universidad de Antioquia. Creo que es bello dedicarse a leer el mundo, a buscar los trazos que dan forma a esa figura punteada. Creo en los párrafos borrados, en las conversaciones obsesivas, en las palabras que buscamos y, a veces, encontramos.

16 de octubre de 2018

La Biblia, en Timoteo 2-2, dice que el deber de un buen cristiano frente al poder político es “orar por los que gobiernan y por todas las autoridades”. En otras palabras, un acto de reflexión y no de protagonismo. Pero ese rol ha cambiado en los últimos 20 años en América Latina, donde los cristianos han conformado y fortalecido movimientos políticos capaces de obtener curules legislativas, influir en las elecciones presidenciales y trasladar el debate de las ideas a las creencias.

Cuatro de las campañas electorales de este año en la región han estado atravesadas por la influencia de los partidos cristianos. Los candidatos apoyados por estos ganaron la primera vuelta en Brasil (Jair Bolsonaro), Colombia (Iván Duque) y México (Andrés Manuel López). En Costa Rica (Fabricio Alvarado)aunque ganó en primera vuelta, perdió en la segunda.

En Brasil, donde aún no se resuelven los comicios, el más opcionado es Jair Bolsonaro, un católico ultraconservador rebautizado como cristiano en 2016 en aguas del río Jordán, en la antesala de la campaña presidencial.

A pesar de la férrea agenda política de los movimientos cristianos en contra de los derechos de las minorías sexuales, la despenalización del aborto y la eutanasia, la alianza entre religión y política en América Latina no parece tener un color predilecto. O sí, el que tenga más probabilidades de llegar al poder. Los cristianos han virado de la derecha a la izquierda en México y de la derecha a la izquierda en Costa Rica y Brasil.

Pero, ¿Por qué parecen estallar al unísono los gritos que claman por una política confesional en esta parte del continente? Gustavo Araya, politólogo de la Universidad de Costa Rica y Cristina Gomes, investigadora brasileña de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, coinciden en señalar la cercanía de estos movimientos religiosos a la base de la sociedad, a través de las iglesias comunitarias. “El suyo es un discurso que generaliza y señala la corrupción y el crimen”, señala Gomes. De esta forma, añade, su plataforma política se basa en presentar una “salvación” ante esa crisis.

A esto se suma la capacidad de reaccionar en bloque ante intentos de reformas progresistas, como sucedió en Colombia con marchas multitudinarias como las de rechazo a la “política de género” durante la campaña del plebiscito para ratificar el Acuerdo de paz o el matrimonio igualitario, en abril de 2016. Carlos Arias, docente de la maestría en comunicación política de la Universidad Externado, explica que “han sumado a la dinámica pastoral una estructura política”. Una que tiene en cuenta no solo la fe, sino los cálculos de votos y las alianzas para que esa creencia se vea reflejada en leyes y políticas públicas.

Costa Rica y el salmista

En enero de este año la esposa del candidato Fabricio Alvarado, Laura Moscoa, apareció hablando “en lenguas” en un video en redes sociales. La escena se daba en medio del ascenso en las encuestas de Alvarado. En pocas semanas, este salmista sin estudios universitarios, que había pasado su vida cantando en templos, pasó de marcar menos del 3 %, y no ser siquiera invitado a los debates a perfilarse como presidente.

La razón: el 9 de enero la Corte Interamericana de Derechos Humanos ordenó a Costa Rica garantizar el derecho al matrimonio a las parejas del mismo sexo. En un país con mayorías católicas y grupos cristianos protestantes en crecimiento, la reacción en contra se convirtió en la ola sobre la que se erigió Alvarado como algo más que el aspirante cristiano.

“La agenda religiosa no estaba tan presente en la campaña hasta la llegada del criterio de los jueces de la Cidh”, explica Araya.“La solución mágica que propuso Alvarado fue que Costa Rica debía salirse de la Cidh para no acatar”.

El impacto de Alvarado, que lo llevó a ganar en primera vuelta con 24 % de los votos, fue posible además por el apoyo conjunto del catolicismo y los movimientos protestantes. Una alianza que venía forjándose desde 2010, cuando en su campaña la expresidenta católica Laura Chinchilla se reunió con 300 pastores que la ayudaron a ganar las elecciones ese año.

En el gobierno siguiente, de Luis Guillermo Solís, de corte progresista, los cristianos siguieron presentes a través del ministro de la presidencia, el pastor Melvin Jiménez, aunque este solo duró un año en el cargo debido a la agenda en materia de derechos lgbti de esta administración.

Fue su vicepresidenta María Helena Chacón, la que en 2017 solicitó a la Cidh el pronunciamiento sobre el matrimonio homosexual que terminó impulsando a Fabricio Alvarado. Sin embargo, en segunda vuelta los cristianos no supieron cómo concretar su ventaja y el progresista Carlos Alvarado fue el ganador.

“Alvarado y su grupo habían puesto en la gente temas para los que no tenía que decir”, explica Araya. El desconocimiento de asuntos más allá de la agenda religiosa fue castigado por una sociedad con alto interés de participación electoral promedio del 70 %, según el Tribunal Supremo de Elecciones. Sin embargo, a los cristianos les alcanzó para convertirse en la segunda fuerza en el Congreso. Pasaron de 3 a 14 diputados.

México y la política moral

“Así como existe una Constitución política, vamos a elaborar entre todos una Constitución moral”, dijo en la campaña el izquierdista Andrés Manuel López Obrador (Amlo), hoy presidente electo de México. Sus palabras, en medio de una reunión con su aliado, el cristiano Partido Encuentro Social (Pes), hicieron parte del tono entre renovador y conservador de una campaña en la que se inscribió la izquierda y los sectores religiosos.

López, cristiano declarado, unió sectores diversos en una causa común: la crisis de violencia, por cuenta de las disputas entre el crimen organizado y los grupos narcotraficantes que, solo en campaña, dejaron 120 políticos asesinados.

Su propuesta fue la pacificación. Un proyecto alineado con los movimientos religiosos de amnistía y de “renovación moral”, que puso en segundo plano las posibles contradicciones entre los partidos de su alianza. Sin embargo, pasada la campaña, las fisuras se hacern evidentes. Mientras algunos de los diputados de su movimiento, Morena, promueven iniciativas para despenalizar el aborto en México, el Partido Encuentro Social ha manifestado que considera esto un “atentado contra la vida”.

A Gustavo Estrada, politólogo y docente de la Universidad Autónoma de México, no le parece sorpresiva esa alianza: “hubo oportunismo por parte del PES para aprovechar la cantidad de gente que seguía a López Obrador. Lo sorprendente, quizá, es que él los haya aceptado”. Aunque, agrega, estos “sí fueron importantes para que el nuevo presidente asumiera la mayoría en el Congreso”.

Y es que el PES pasó de tener 10 legisladores en la Cámara de Diputados a 55 y de 0 senadores a 7. El mejor resultado de su historia, que lo pone en ventaja para frenar las iniciativas progresistas.

Colombia, unidos por el ‘No’

En agosto de 2016 se conoció el borrador de una cartilla de educación sexual para los colegios, elaborado por el Ministerio de Educación, que incluía explicaciones sobre temas como identidad de género. La reacción de los movimientos cristianos fue con marchas masivas en contra de la “ideología de género”, que concluyeron con la renuncia de la ministra Gina Parody, para entonces era pública su relación con la ministra de Comercio, Cecilia Álvarez.

Fue, según Adriana Ardila, magíster en comunicación política de la Universidad Externado con una tesis sobre el tema, la primera coyuntura que les demostró a estos líderes religiosos su capacidad de influir electoralmente. Dos meses fue después la ratificaron en el plebiscito sobre el Acuerdo de paz entre el gobierno y las Farc, cuando los cristianos movilizaron un porcentaje importante de votos en favor del ‘No’, amparados en la ideología de género.

“Entonces el país pensó que el cristianismo podía poner presidente, y tuvo como candidata a Viviane Morales. Pero, en 2018, las urnas demostraron lo contrario”, comenta Ardila.

La académica explica que hay divisiones entre los cristianos e identifica algunas facciones: los que promueven una agenda político/religiosa desde sus propios partidos y los que lo hacen desde los partidos tradicionales. En el primer grupo están el partido Mira y el recientemente creado Colombia Justa-Libres.

En el segundo destacarían figuras como la Misión Carismática Internacional, aliada del partido de centroderecha Cambio Radical, y en su momento Viviane Morales desde el Partido Liberal, quien promovió un fallido referendo para prohibir la adopción por parte de parejas del mismo sexo y solteras.

Entre todos, representan una fuerza política de al menos 1 millón de votos, según sus propias votaciones para llegar al Congreso. Una fuerza electoral que a pesar de sus dificultades para unirse adhirió a Iván Duque, movida por la oposición al candidato de izquierda Gustavo Petro. “Este representaba todo lo contrario a la agenda cristiana y cuando te metes con sus principios, estos tienen un poder de reacción”, explica Ardila.

Brasil: la fe como franquicia

El pastor José Wellington Bezerra debió sentir que vivía un déjà vu. En el púlpito de su iglesia estaba la imagen del futuro presidente de Brasil: Jair Bolsonaro. “El único que habla el idioma evangélico”, según Bezerra, líder de la Asamblea de Dios, la mayor fuerza evangélica de Brasil, con 22,5 millones de seguidores, equivalente al 10 % de la población.

Pero cuatro años antes, en 2014, la figura en el púlpito de Bezerra era radicalmente distinta: una mujer, de izquierda, la expresidenta Dilma Rousseff. Cristina Gomes, investigadora brasileña de Flacso, explica este giro en las lealtades del líder religioso: “Hoy en día nadie puede ser presidente de Brasil sin una alianza con los evangélicos”.

Esta máxima aplica a la inversa: los evangélicos no pueden dejar de apoyar a quien tiene opciones de ser presidente. Que Bolsonaro, además, comparta su agenda en temas como la oposición a los derechos lgbti y al aborto, la hace más sólida. También lo respaldan líderes como Edir Macedo, fundador de la Iglesia Universal del Reino de Dios y dueño del segundo canal más importante de Brasil: TV Récord.

Se trata, para Bolsonaro, de dos coequiperos claves en un país como Brasil, donde la comunidad cristiana es el 22% de la población, más grande que en cualquier otro de Suramérica, llegando 42,3 millones de personas. No obstante, Gomes explica que la fracción de estos, que viene creciendo en política en los últimos años, es la de los grupos conocidos como neopentecostales.

“Su propuesta es la teología de la prosperidad, una visión individualista enfocada en la búsqueda de la riqueza que se ajusta bien al neoliberalismo”, anota la investigadora. Su eficiencia, agrega, reside en que funcionan como franquicias: los fieles pueden ascender y fundar sus iglesias. La promesa, además de la salvación, es escalar económicamente.

Establecido este escenario, es comprensible porqué la puñalada que el candidato Bolsonaro recibió en medio de un acto de campaña este año, y su posterior recuperación, han sido asumidas por sus seguidores como la señal divina de que Bolsonaro es el salvador que dirigirá un estado religioso. Sus palabras, aunque se refieren a Brasil, condensan la consigna esencial de muchos líderes religiosos latinoamericanos: “No quiero eso del estado laico. El Estado es cristiano y la minoría que esté en contra, que se vaya”.