La Hora de Uraba

La nueva historia de Urabá

Hoy, después de 40 años de conflicto, reconciliaciones y promesas postergadas, Urabá se prepara para una transformación estructural que puede convertirla en una de las regiones más importantes de Colombia.

Directora de EL COLOMBIANO.

hace 6 horas

Todo el que llega por estos días a Urabá recibe un sacudón de optimismo que se adhiere a la piel con la misma intensidad que lo hace el aire húmedo que envuelve a la región. Allí, en once municipios que se acomodan en la cabeza del mapa de Antioquia, el progreso da tajada. Luego de vivir décadas de guerra y de dolor, están escribiendo un nuevo relato, se han convertido en el ave fénix de esta historia de complejidades que es Colombia.

El símbolo de esta nueva era es Puerto Antioquia: una inversión de 700 millones de dólares que, en cuestión de meses, entrará en operación para beneficio del país. Este sueño —concebido por primera vez hace siglo y medio como vía para que Antioquia sacara sus productos al mundo— por fin se materializa.

Un dato da cuenta de su impacto: actualmente, Urabá, con toda su industria bananera, mueve 2 millones de toneladas al año. Con el nuevo puerto, esa capacidad superará los 7 millones de toneladas. Una verdadera revolución logística.

Y no se trata solo de banano. Urabá cultiva más de 30.000 hectáreas de su producto insignia, pero también más de 10.000 de palma africana, 8.000 de cacao —600 de ellas certificadas como orgánicas—, 5.000 de maracuyá y 1.000 de piña. Y hay potencial para más: de su casi medio millón de hectáreas aptas para la agroindustria, apenas 100.000 están en uso.

El Puerto de Urabá se convierte en un poderoso canal de comunicación de Colombia con el mundo. Las autopistas de cuarta generación (las 4G) estrenadas recientemente, sumadas al Túnel del Toyo —el más largo de América Latina— que estará listo en 2027, conectarán a Medellín con Urabá en solo cinco horas. Un trayecto que, en el siglo pasado, cuando era apenas una idea en la mente de Gonzalo Mejía, podía tomar hasta tres días.

Urabá, que alguna vez pareció tan lejos de todo, será ahora el punto más cercano al Caribe para los exportadores del centro del país: Antioquia, Cundinamarca y el Eje Cafetero. En términos logísticos, el 70% del PIB nacional estará 30% más cerca de un puerto estratégico. No en vano, David Escobar, director de Comfama, escribió que gracias a esta conexión, “Antioquia ahora también es Caribe”.

“El país no ha dimensionado la trascendencia del Túnel del Toyo. No son solo kilómetros de asfalto, son corredores de desarrollo”, ha dicho Andrés Julián Rendón, gobernador de Antioquia, cuya gestión ha sido crucial para evitar que esta obra se convirtiera en un elefante blanco.

El impacto económico de esta transformación será monumental. Se calcula que unas 800 nuevas empresas llegarán al ecosistema portuario, generando alrededor de 17.000 empleos formales. Será como inyectarle a la región, en un solo impulso, el equivalente a 70 años de actividad bananera.

No es descabellado imaginar a la vuelta de unos años a Urabá como una gran zona de progreso a la altura de Cartagena o Barranquilla, incluso, por qué no, aún mejor. Entre otras cosas porque ese otro sueño, el de un Puente Interoceánico para unir al Pacífico y al Caribe, tendría ya en Puerto Antioquia una de las piezas necesarias para lograrlo.

Muchos desafíos

Pero como el paraíso no existe, Urabá también enfrenta grandes retos. Enrique Peñalosa, uno de los urbanistas más reconocidos del país, ha advertido que “Urabá puede convertirse en una ciudad modelo si se planifica bien. Pero si no, puede terminar como una segunda Buenaventura”.

Sin embargo, en Urabá, están convencidos de que no será así. Tienen como modelo, cono imaginario, más a Singapur que a Buenaventura: un país que, al descubrir su vocación portuaria, se convirtió en una de las economías más dinámicas del mundo.

Lo que pasó en Buenaventura no va a pasar aquí”, afirma Marta Cecilia Lizcano, una empresaria que empezó de cero y hoy lidera una compañía de cargue y descargue con 350 empleados. “Urabá ha enfrentado dificultades, pero también tiene empresarios responsables, trabajadores formales, pensionados dignos y una juventud que empieza a ver oportunidades”.

Y las cifras le dan la razón. Urabá es quizá la región del país con más institucionalidad activa. Hay gremios de bananeros, de palmicultores y sindicatos de trabajadores que pueden dar lecciones al país de cómo se puede concertar dejando satisfechas a las partes.

Sintrainagro es el sindicato de trabajadores agrícolas más grande del país, está en Urabá y en la más reciente negociación con los productores, de la mano de su presidente Guillermo Rivera, logró una convención colectiva de cuatro años con un incremento por encima de la inflación.

El salario mínimo en las fincas bananeras de Urabá es más alto que en el resto del país: se le conoce como salario digno, hoy está en unos 2,6 millones de pesos, un 80% más alto que el mínimo obligatorio, razón por la cual pueden vender su producción a Europa.

A Urabá le tocó lo peor de la guerra. Ninguna otra región del país tiene más víctimas por kilómetro cuadrado. De sus 747.340 habitantes, 504.933 han declarado haber sido víctimas del conflicto (7 de cada 10). Pero igualmente, ha dado la batalla para salir adelante y ninguna región como Urabá ha tenido cuatro procesos de paz y ha sabido aprender de ellos.

El modelo de “capitalismo consciente” ha ganado terreno en Urabá. Varios productores lo practican, como Casa Luker y, de manera particular, el Grupo Greenland, que cuenta con la certificación de Carbono Neutro, tiene un modelo de agricultura regenerativa, reforesta y destina áreas exclusivas para conservación de fauna y flora (1.500 hectáreas).

“Este no es solo un reto económico, es moral”, ha dicho Víctor Manuel Henríquez, de GreenLand. “¿Estamos dispuestos a hacer del desarrollo algo verdaderamente transformador? ¿O a repetir el ciclo de la exclusión?”.

La educación también vive un auge. Hay 13 instituciones con presencia activa, algunas con proyectos de investigación como el de la Universidad de Antioquia que lleva cinco años en un prometedor programa para mitigar la erosión costera.

Comfama ha desarrollado un trabajo ejemplar en la región: ofrece educación, salud, cultura, empleo, recreación, vivienda, de una manera que pocas administraciones locales tal vez lo han hecho. De hecho, articuló a varios jugadores para construir en Apartadó una de las clínicas más modernas del país, la Panamericana, a la cual llegan pacientes remitidos de Montería, por ejemplo, y en tiempo del covid hasta les brindaban camas a los enfermos de Medellín.

Y en otro hito de la región, diez empresas, lideradas por Argos, crearon Juntos por Urabá, y han desarrollado el proyecto de obras por impuestos más grande del país, con una inversión de $112.000 millones para dotar de acueducto a Nueva Colonia.

Hace una década, Urabá era sinónimo de abandono. Hoy, gracias a un tejido institucional fortalecido, liderazgos locales comprometidos y la llegada de inversión privada, es visto como un “nuevo polo de desarrollo industrial, económico y agrícola del país”, según Adolfo León Zapata, presidente de la Cámara de Comercio de Urabá.

La región cuenta hoy con más de 12.500 empresas registradas, el 95% de ellas micro, pequeñas y medianas. Las matrículas mercantiles crecen a más del 16% anual. La Cámara de Comercio le toca atender varias reuniones a la semana de potenciales inversionistas: desde una cadena de hoteles de renombre, hasta los comerciantes del centro de Medellín.

Hay quienes dicen que en Urabá comprar un terreno puede estar más caro que en Llanogrande, la tierra más cotizada en el Oriente del departamento. El dinamismo de la región se expresa en 24 planes parciales ya proyectados.

Un indicio del progreso de una región es cuando allí se produce innovación para su desarrollo. Y en Urabá se está produciendo transformación con ciencia y tecnología. En Uniban trabajan para hacer que el banano dure más tiempo verde, llegue más fresco a sus nuevos mercados y pueda alcanzar el apetitoso mercado de China. La mismo pasa con la ‘palma africana’ que se cultiva en la zona, es un invento local porque no es africana sino una mezcla de palma africana con palma americana creada por emprendedores locales para evitar que una plaga acabara con ella. Mientras que otro empresario produce biomasa a partir de la madera que arrastran los ríos y el mar. De esa manera crea un abono orgánico superior en concentración y su idea la están trabajando para limpieza de playas en Córdoba.

Urabá es también una cantera de campeones. Según Wilder Zapata, coordinador deportivo del Inder Apartadó, la región tiene una genética única: “Es una mezcla de paisa con negro, de negro con indio. Esa diversidad ha generado deportistas con gran potencia y fibra rápida, ideales para disciplinas olímpicas. Aquí está el futuro del deporte colombiano”.

La transformación de Urabá no sería posible sin la cultura. Proyectos como Alma Negra, la Orquesta Filarmónica Juvenil o el grupo Corazón de Tambor han sido vitales para darle un lugar a las emociones, a la memoria y a la resistencia creativa.

Happy Bullerengue, líder de Corazón de Tambor, lo dice sin rodeos: “Estamos recuperando a los chicos desde la música tradicional. El bullerengue no solo se baila, también sana”. Y como añade la cantante Eustikia Amaranto: “El bullerengue es emoción, es alegría. De ahí salen hasta vallenatos”.

Urabá ha esperado más de cien años para llegar a este punto. Ha vivido el abandono, la guerra y el estigma. Pero también ha sido el escenario de una persistencia heroica: de empresarios que no huyeron, de líderes sociales que no claudicaron, de comunidades que no dejaron de creer.

Hoy, después de 40 años de conflicto, reconciliaciones y promesas postergadas, Urabá se prepara para una transformación estructural que puede convertirla en una de las regiones más importantes de Colombia.

La hora de Urabá ha llegado.