Medellín

Hace 50 años comenzó la fascinación en Medellín por misterios del firmamento

Además de los 350 años que cumple la capital antioqueña en noviembre próximo, también se celebra medio siglo de un hito que llevó a Medellín a convertirse en meca astronómica del país.

Soy periodista porque es la forma que encontré para enseñarle a mi hija que todos los días hay historias que valen la pena escuchar y contar.

06 de junio de 2025

¿Qué habrá pasado en Medellín el 19 de mayo de 1916 cuando el cometa Halley hizo su aparición y la Tierra atravesó la extensa cola del cometa? ¿Hubo suicidios como los 400 reportados en México después de la campaña de terror que difundió la prensa, la iglesia y miles de charlatanes al asegurar que el gas cianógeno de la cola de Halley envenenaría toda la vida en el planeta?

No hay documentación que cuente cómo vivió Medellín ese día. Pero es probable que el pánico haya hecho de las suyas y que el día después la vergüenza se haya apoderado de quienes compraron las “píldoras de cometa”, un menjunje inmundo hecho con aceite de serpiente y vendido en varias partes del mundo por los avivatos como supuesto antídoto de dicho gas.

Pero seis años después fue diferente. Sí hay registro de cómo vivió Medellín el eclipse total solar del 3 de febrero de 1916. Hubo pánico también, pero esta vez fue evidente el despertar de una curiosidad popular más motivada por el ansia de saber qué pasaba allá en el cielo, curiosidad orientada esta vez por una eminente comisión de investigadores de este fenómeno que lideró el matemático y astrónomo Julio Garavito, comisión que viajó a Medellín, Chocó y Bucaramanga y, mientras obtenían datos con sus limitados equipos, hacían pedagogía sobre estos fenómenos astronómicos que despertaban fascinación y miedo.

El fotógrafo Benjamín de la Calle salió ese 3 de febrero e inmortalizó el momento en que cientos de personas dirigían mirada al firmamento desde los cerros la Asomadera y El Salvador para observar un fenómeno que solo volverá a ver Medellín el 31 de octubre del año 2692.

Todo esto lo cuentan Gabriel Jaime Gómez, uno de los grandes divulgadores científicos del país y exdirector del Planetario de Medellín; y el ingeniero Andrés Mejía Valencia, ante cientos de personas que colmaron el Aula Máxima del Paraninfo, a mitad de semana y entrada la noche, para celebrar medio siglo de estudio y divulgación riguroso y organizado de la astronomía en Medellín y Colombia.

Desde el eclipse total de sol en 1916, todos los grandes avances del país en el campo astronómico pasaron siempre por la capital antioqueña. De hecho, fue el estudio de los astros una de los pocos campos que unió estrechamente desde siempre a la ciencia y la iglesia en Medellín durante el siglo pasado.

Una estela de personajes desde finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX aportaron para el avance a tientas en el conocimiento del Espacio, desde las divulgaciones del prolífico médico Andrés Posada, pasando por el masón Fernando Posada, el patriarca de las ópticas Santa Lucía, que combinó su fascinación por la óptica, la astronomía y la egiptología y construyó el Palacio Egipcio donde construyó una torre para observar los astros con sus amigos masones en las décadas del 30 y 40.

En la década siguiente, en los 50, la batuta la tomó el hermano Daniel González Patiño, un religioso amante de la ciencia y generoso difusor de conocimiento que desde el colegio San José en su sede en el barrio Sucre creó una verdadera escuela de entusiastas por la ciencia. Fue el hermano Daniel el que hizo realidad la construcción del observatorio del colegio San José, que comenzó a operar en 1960 con un potente telescopio alemán Carl Zeiss.

Los 60 fue la década en la que la ciudad se volcó a mirar hacia las estrellas, un frenesí impulsado por la carrera espacial entre los gringos y los rusos. A finales de esa década empezaron los anuncios de gobernantes sobre la necesidad de un planetario que democratizara las ciencia espacial entre toda la población.

En 1971 la Beneficencia de Antioquia anunció que tenía $10 millones para construir un espacio recreativo en Medellín, daba igual que fuera un planetario, un hipódromo o un parque de diversiones. Pero no hubo quien, desde la academia, liderara la materialización del proyecto y el asunto quedó así.

Sin querer queriendo, esa deuda se empezaría a saldar a comienzos de los 70, cuando en medio del estrés por intentar resolver un problema estructural que tenían para la construcción de una vía, los ingenieros William Lalinde y Octavio Restrepo se dieron cuenta de que compartían una fascinación por el Espacio, ese descubrimiento lo detonó un simple libro que Restrepo tenía en el escritorio. Después de eso se dedicaron a rescatar un olvidado grupo de estudios que había tenido la Sociedad de Ingenieros de Antioquia y una vez activo nuevamente lo centraron en el estudio de la astronomía.

Fueron conociendo a otras personas que andaban en las mismas: democratizar la ciencia espacial en Antioquia; así terminaron juntándose con William Cock, Antonio Bernal, Diógenes Gil, que lideraban grupos de observación, de física y cosmología en la UdeA; también con Francisco Restrepo, Pacho Cohetes, pionero de la ingeniería mecánica de UPB, que se hizo famoso por andar tirando cohetes en las mangas de la universidad.

Juntos se iban para Santa Rosa de Osos, Yarumal, para los cerros de Medellín a hacer observaciones. Así, el 26 de julio de 1975 se constituyó formalmente la Sociedad Julio Garavito para el estudio de la Astronomía.

La brega por el planetario duró nueve años más. En ese tiempo, los integrantes de la Sociedad trajeron ideas y contactos de cada viaje que hacían a observatorios y planetarios de Estados Unidos y Europa. El 15 de octubre de 1984 el Planetario de Medellín abrió sus puertas ofreciendo cuatro presentaciones diarias con entradas a $50 y $25 para menores de 10 años.

Fue bautizado Jesús Emilio Ramírez González, uno de los grandes científicos en la historia del país, nacido en Yolombó en 1904 y fallecido tres años antes de que el planetario que lleva su nombre viera la luz. Si la geofísica y la sismología colombianas tuvieran un patrono, tendría que ser el padre Jesús Emilio, un jesuíta que en los 30 y 40 trabajó copiosamente en el diseño de modelos para detectar huracanes en Estados Unidos con sismógrafos. A su regreso a Colombia fundó la sismología en el país.

Como parte de los espacios de revitalización del Centro de Medellín y de la conmemoración de los 350 años de Medellín, la iniciativa Caminá pa´l Centro homenajeó el pasado jueves los 50 años de la Sociedad Julio Garavito, que a su vez refleja trayectoria de estudios formales de la astronomía en Medellín, una noche de mitad de semana, con aguacero a cántaros, con jornada de fútbol, y que aún así logró llenar la emblemática Aula Máxima del Paraninfo por un público de lo más diverso, una ratificación de que la curiosidad por los astros sigue más fuerte que nunca en Medellín.

Seguramente con la carrera de astronomía de la UdeA, que cumple 16 años, y la renovación del Planetario —que ahora estrena proyectores y sistema de sonido envolvente, así como sus nuevas experiencias inmersivas estrenadas en 2023 y que lo pusieron a la vanguardia de los mejores planetarios del mundo— esa fascinación ciudadana por el Espacio no cesará.