La consciencia como antídoto de una historia que no se puede repetir
Medellín despierta con consciencia: eventos de yoga, meditación y filosofía transforman vidas, demostrando que la ciudad está escribiendo un futuro distinto, más humano y conectado con su esencia.
Colaboración especial de Ana Isabel Santa María.
Cuando promociono en mis redes algún evento de yoga, meditación o desarrollo personal, me escriben preguntando: “¿Cuándo en Bogotá?” —o Bucaramanga, o Cali, Barranquilla, Miami—, y sobre todo, “¿por qué todo pasa en Medellín?”.
Son muchas las personas de otras ciudades de Colombia que me preguntan con curiosidad —y algo de celos— por qué hay tal auge de eventos alrededor de la consciencia y la espiritualidad en nuestra ciudad. Y, aunque esto es solo especulativo, me atrevo a decir que porque este es nuestro antídoto elegido
—inconscientemente elegido—, ante una historia que no puede repetirse. El alma humana sabe cositas que la mente racional ignora, porque sencillamente este no es su lenguaje. Pero el legado que compartimos como tribu medellinense nos ha marcado a todos, incluso a quienes nacieron después de que se acabara la época más terrible de la violencia. Todos los que estamos viviendo hoy somos hijos, nietos o protagonistas de un bache desafortunadamente largo de dolor, miedo —pánico—, desesperanza y vergüenza. De noches insomnes en las que no sabíamos diferenciar si lo que se escuchaba era pólvora —¿quién habrá “coronado un viaje”?—, un choque o una bomba. Yo lo recuerdo vívidamente a pesar de ser apenas una niña menor de diez años.
Así pues, el dolor compartido late en nosotros e invita: ¿repetiremos?, ¿o lo haremos distinto? Y si bien es cierto que Medellín está lejos de ser una ciudad perfecta, el nacimiento de estas células espirituales que siembran amor, esperanza, unión, que invitan a la salud integral, a la consciencia mental y emocional, tiene un efecto. Cambia el lenguaje. La forma de relacionarnos. Atrae un turismo distinto. Y, en el menor de los casos, al menos invita a la curiosidad: ¿qué son estas cosas de las que ahora se habla tanto?
Mirar con sensibilidad
Tras dieciocho años de haber caído “accidentalmente” en esto, te lo explicaré. Mi camino empezó como una búsqueda personal mientras estudiaba para ser periodista. Mi sueño era ser escritora, pero mi temperamento, difícil, cambiable, irascible, me impedía muchas cosas, empezando por la paz necesaria para contactar con la creatividad.
Así que busqué el yoga como una alternativa. Y desde el día que entré a mi primera clase supe que quería aprender más del tema. Un par de años después me certifiqué como profesora de yoga y pronto estaba cambiando mi sueño profesional por ropa deportiva, paradas de cabeza y una ocupación de profesora, que creía un desvío necesario y quizás temporal. Y no fue temporal, porque resulta que mi forma de ser no era solo mía. Porque, por distintos que seamos y por dispares que sean nuestras circunstancias, nuestro entorno nos moldea, tal como influye el tipo de tierra donde son sembradas las semillas, en su propio crecimiento y evolución. De la ciudad donde vivimos nos nutrimos, es su aire el que respiramos, son sus heridas las que queremos sanar, es su lenguaje el que hablamos y, por distintos que parezcamos, hay una raíz común, un nosotros que nos agrupa.
Así que resultó que esa alarma interna que me hacía irascible y difícil no era solo mía. Que eran muchos los que querían aprender a respirar, a moverse con consciencia; eran muchos otros los que estaban en una búsqueda espiritual, así no supieran nombrarla, porque nuestra herencia conservadora también nos decía que eso se encontraba solamente en la Iglesia. Y es hoy, muchos años después, que entiendo que la espiritualidad y la religión no siempre van de la mano y que, definitivamente, la segunda no depende de instituciones externas, es más una elección de cómo queremos vivir. Una elección que debe permear cada una de las áreas de nuestra vida. Incluso, y sobre todo las más mundanas. Porque espiritualidad y humanidad terminan siendo lo mismo.
Así que para mí el camino como profesora de yoga y meditación se abrió rápidamente. Y, aunque al principio entré con mesura y me dediqué netamente al cuerpo, unos años después, mientras yo también avanzaba en mi propia práctica, tomé la decisión de sacar el yoga de ese tapete, de esos salones, en los que se requería una pericia física que lo hacía algo excluyente. Elegí convertirlo en publicaciones en redes, en pódcast, en talleres, en conversaciones, en recomendaciones de libros y reflexiones diarias. Y es ahora que entiendo que esta medicina se democratiza rápidamente en ciudades más complejas, como la nuestra, o aceleradas, como Nueva York, porque es precisamente allí donde resulta ser como un vaso de agua helada que calma la sed de quien añora vivir distinto, o empieza a marchitarse en circunstancias que son tan agresivas para el espíritu humano.
La ciudad despierta al llamado
Nuestros días más oscuros no son completamente parte del pasado. Pero el solo hecho de que en Medellín cada mes haya festivales de filosofía, o encuentros masivos de yoga, kirtan, espacios gratuitos de yoga en un parque, talleres de crecimiento personal en centros comerciales, empresas públicas y privadas. El solo hecho de que grupos de personas que antes se reunían exclusivamente alrededor de lo social, hoy lo hagan para conversar temas de la consciencia o hagan club de lectura, o se compartan episodios de pódcast, como alguna vez compartíamos tarjetas físicas de espero que te mejores, demuestra un cambio.
Ahora esto es más un “pensé en ti, en cómo te sientes, y creo que esto puede ayudarte”... Es decir, ¡aquí hay muchas semillas que ya están germinando! ¡En Medellín están pasando cosas muy bonitas! Y yo, que he sido una optimista crónica —y me niego a dejar de serlo—, veo en ello la esperanza. El antídoto. Yo sí creo que Medellín no repetirá su historia, porque desde ya la está escribiendo con un estado de conciencia distinto.
Medellín, como colectivo, está despertando. Y yo, que alguna vez, en el principio de mi vida profesional me sentí sola y añoré enseñar en ciudades donde el camino ya estuviera pavimentado y la escena de yoga fuera más interesante, hoy agradezco por haberme quedado para abrirlo. Porque es aquí donde he podido ver el poder transformador de una vida vivida en consciencia.
Colaboración especial de Ana Isabel Santa María. Comunicadora social y periodista, certificada como profesora de yoga. Desde 2007 enseña posturas, filosofía y meditación, explorando desarrollo personal, literatura y viajes internos. Creadora del taller El Ser Completo y del pódcast Abierta mente, dirige talleres y retiros en Colombia y otros países, promoviendo consciencia, bienestar y aprendizaje integral. Ana Isabel cree que Medellín está despertando, y cultivando consciencia para no repetir su doloroso pasado.