Medellín

La historia de las cuatro mansiones que anticiparon la prometida segunda edad dorada de Prado, en Medellín

Centros culturales, restaurantes y hoteles se abren paso en medio del primer proceso masivo de restauración del único barrio patrimonial de Medellín, que luego de tres décadas de promesas por fin pudo ver resultados concretos este año.

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Periodista. Cubro temas de medio ambiente.

hace 8 horas

Después de tres décadas de promesas gaseosas, anuncios y proyectos inconclusos en Prado, el único barrio patrimonial de Medellín, por fin este año detonó su anhelada segunda edad.

Este 2025 quedará como el comienzo de la transformación del icónico barrio con la consolidación y apertura de proyectos de restauración de joyas arquitectónicas: mansiones, casonas y palacetes en vía de desaparición convertidas en hoteles, restaurantes y grandes centros culturales.

A lo largo de este año EL COLOMBIANO siguió en detalle cada paso del renacimiento del barrio. A medida que los muros y techos desvencijados recuperaron su forma y su valor arquitectónico, también surgieron hechos fascinantes ocultos en esas fachadas derruidas, como las historias desconocidas de la misteriosa logia masónica en Antioquia; o detalles inéditos de la construcción de mansiones que se convirtieron en símbolos de enormes imperios económicos.

Pero aunque comenzó a dar frutos este año, la semilla de todo este proceso se sembró en 2020, cuando empresarios, propietarios y funcionarios se sentaron a desenredar la pita de un instrumento que estaba olvidado en el Plan de Ordenamiento Territorial y que era la clave para salvar a Prado de su desaparición.

Después de los días más críticos de pandemia, la Agencia para la Gestión del Paisaje y las Alianzas Público Privadas (o simplemente Agencia APP), se le midió a hacer lo que ninguna entidad quiso hasta ese momento: meterse de cabeza para convertir del papel a la realidad una figura llamada Compensación por Transferencia de Derechos de Construcción.

Para ponerlo en términos simples, esta figura permite que los propietarios de casas patrimoniales en Prado puedan vender su derecho de construcción a algún proyecto en otra zona de la ciudad y acceder a recursos para ejecutar restauraciones manteniendo el valor histórico y arquitectónico de esas casonas. También facilita las alianzas público-privadas en las que nuevos inversores adquieren esas viviendas con el estímulo de poder desarrollar proyectos comerciales basados en la salvaguarda de esos inmuebles.

La Agencia tocó puertas y buscó a los propietarios que ya estaban echados a la pena de tener un inmueble pudriéndose porque por su carácter patrimonial no podían tocarlo. También convocó a quienes en algún momento expresaron su interés en asentarse en Prado al saber de su potencial pero se habían mantenido al margen, justamente, por esos entuertos burocráticos derivados de la declaratoria como bienes de interés cultural.

Pero como el papel aguanta todo, tratar de materializar esa figura del POT fue un verdadero rompecocos. Tardaron tres años en darle forma y echaron a rodar el proyecto con cinco mansiones famosas. Jorge García, uno de los empresarios que le apostó a ser pionero de la segunda edad de oro de Prado, señala que al menos el 20% de sus casas patrimoniales (son unas 60) tienen potencial para ser restauradas bajo esta figura y convertirse en proyectos culturales, de entretenimiento y turísticos.

Insiste en que el proyecto que se ejecuta en Prado es el primer desarrollo organizado en un barrio en Medellín y parte de unos pilares innegociables: la recuperación del tejido comunitario y la preservación del patrimonio, por eso, entre otras cosas, tienen el paso cerrado las discotecas y bares, y está pensado en ser exclusivamente un epicentro de arte y cultura. Es decir, según esto, no será ningún nuevo Provenza ni Lleras.

Elegimos el top de los proyectos que ya sea de manera independiente o a través de esta alianza público privada se convirtieron en realidad este año y lideran lo que será en 2026 la consolidación de esta nueva etapa para el barrio.

La primera casa patrimonial que resucitó bajo esta alianza público-privada fue Casa Ángel, cuya restauración terminó en mazo pasado. Casa Ángel, ubicada en Palacé, entre Darién y Belalcázar, era una de las joyas olvidadas del arquitecto Pedro Nel Rodríguez, según Tatiana Villegas, la arquitecta del proyecto.

Pedro Nel es uno de los padres de la arquitectura moderna de Medellín, y la mente detrás del Teatro Pablo Tobón Uribe, la sede del Banco de la República, El Castillo (el palacio de Diego Echavarría Misas en El Poblado), la Editorial de Bedout y el barrio Conquistadores, así como el calculista del Palacio Egipcio.

Pedro Nel comenzó a construir esta mansión por orden de Gabriel Ángel Escobar, hijo de Alejandro Ángel Londoño, quien llegó a ser el segundo hombre más rico de Colombia en la década del 30. Gabriel es un personaje fascinante del que se ha escrito poco. Nacido en Sonsón en 1886, fue la mano derecha de su padre en el conglomerado industrial que montó y que incluyó la famosa trilladora Ángel, López & Cía., la exportadora de café más grande de Colombia en la década del 30. Gabriel fue el primer montañero en la historia en liderar una compañía de café desde una lujosa oficina en Manhatan.

Gabriel Ángel fue un gran aficionado al ciclismo y legó esa afición a su hija Isabel, quien terminó viviendo sola en la lujosa mansión mientras apadrinaba a figuras como Cochise Rodríguez y Ramón Hoyos. Isabel murió sola en 1996 y la casa, con acabados únicos en la ciudad, pasó por un periodo oscuro convertida en sede de instituciones y empresas hasta que Ducó Colombia la adquirió para convertirla en hospedaje de renta corta con 18 apartaestudios con cocineta y baño y una piscina en su área común, una de las formas más lujosas de hospedarse en el Centro de Medellín, en una casa que es historia viva de la ciudad.

La segunda casa patrimonial que volvió a la vida por cuenta de esa alianza es la misma que se convirtió en la más fotografiada en redes sociales.

Ese extraño palacete también es obra de Nel Rodríguez. Lo empezó a construir en 1927 contratado por Carlos Gutiérrez Rodríguez, prolífico empresario gestor de la Compañía Colombiana de Tabaco, Cine Colombia, la Escuela de Ingeniería de Antioquia, la Ganadera Nacional S.A., Suramericana de Seguros, Corporación Financiera Nacional de la ANDI, Cementos Argos y Hotel Intercontinental.

Su construcción fue una especie de milagro, pues con la quiebra del mercado de valores gringo en 1929, conseguir los materiales se hizo imposible. Solo fue hasta 1933 que la suntuosa casa vio la luz para ser el hogar del magnate y su familia hasta 1997 cuando terminó mutilada y deformada para convertirse en oficinas.

Hace casi seis años, Carlos Holguín, un antioqueño migrante que anduvo tres décadas por varias partes del mundo, decidió volver y con su socio francés adquirió esta y otra mansión en Prado con el único interés de rescatarlas para compartirlas con la ciudad.

Después de cinco años y $2.400 millones de inversión, la casona de 600 metros cuadrados con su inconfundible torreón fue restaurada e inaugurada en septiembre pasado, convertida ahora en un centro de eventos privados y de ciudad, y también en un refugio para el arte y la cultura, con exposiciones, presentaciones en su teatrino, lanzamientos de libros, desfiles de modas, entre otros.

Los que saben del tema señalan que esta es una de las mejores restauraciones que se han hecho en Medellín en un inmueble patrimonial. Carlos decidió acoger el nombre que se hizo famoso en el voz a voz y redes sociales y oficialmente se llama ahora “Castillo Prado”, abierto, además, para recorridos organizados.

A diferencia de los dos anteriores, este proyecto es netamente privado, el fruto de una ‘locura’ de Lía Flury y Camilo Arango, una pareja colombo-suiza que a 9.000 kilómetros de distancia, recorriendo Prado con Google Maps, decidieron en 2023 adquirir una casa esquinera estilo neo-tudor construida en los 30.

De ese arrebato surgió Casamía, un hotel boutique que abrió sus puertas hace tres semanas en un lugar privilegiado, a todo el frente del Teatro Prado, la casa del Águila Descalza.

La restauración de esta casa fue una fascinante historia compartida paso a paso con miles de personas. Adriana Ardila, amiga de la pareja y coordinadora del proyecto, decidió hacer algo peculiar y publicar en redes sociales detalles inéditos del proceso; mostrar la casa desnuda y los interesantes hallazgos que encontraron.

La casa perteneció a Cipriano Restrepo Jaramillo, quien fue gerente de Coltabaco y fundador de la Andi. En 2009 quedó en poder de la logia masónica de Antioquia que la convirtió en su centro de encuentros y rituales, de lo que quedaron rastros como el piso ajedrezado del segundo piso (símbolo de dualidad entre los masones), el atril, la tarima y el color azul, elementos vitales de una logia dedicada a la actividad filosófica, intelectual y filantrópica, y sobre la cual reposan miles de historias y misterios.

Desde $170.000 las personas pueden hospedarse en una de las casas con la arquitectura más particular de Medellín y con la cual sus dueños quieren aportar en la consolidación de circuitos de experiencias culturales, gastronómicas y patrimoniales en el Centro de Medellín.

Salón Prado es el gran gestor del modelo público-privado que está revitalizando el barrio Prado. Sin embargo, por la enorme envergadura del proyecto ha demorado más en estar concluido.

La Agencia APP y Jorge García (empresario responsable del modelo de mercadillos que dio vida, entre otros, a Mercados del Río) se unieron para sacar rescatar la llamada Casa Blanca, un palacete que es bien fiscal del Distrito y que fue sede del Instituto Mi Río, y convertirla en Salón Prado, 1.800 metros cuadrados de arquitectura Art Déco con una cocina central enorme, bares y café; un teatro para 120 personas para todo tipo de eventos; galería de arte, un coworking, cervecería artesanal, zona de creación para artistas y una espectacular terraza.

Este palacete pasó de estar al borde del colapso a ser el proyecto sombrilla de la nueva etapa de Prado.

Por supuesto que el proceso no ha estado exento de polémica. Algunos expertos en urbanismo y arquitectura han planteado reparos frente a lo que consideran como un proyecto gentrificador que podría expulsar a los últimos residentes de Prado y convertirlo en un barrio artificial utilizado solamente como HUB de hoteles y negocios turísticos y de entretenimiento.

La profesora de la Escuela de Construcción de la facultad de Arquitectura de la Nacional, Gilda Wolf Amaya, planteó que esa revitalización que se adelanta en Prado, podría resultar “forzada”, pues se estaría centrando solamente en la proliferación de negocios de lujo sin intentar solucionar los asuntos de fondo que de verdad permitan recuperar a Prado integralmente. Por ejemplo, mencionó la posibilidad de que decenas de estas casas patrimoniales sean restauradas no para convertirlas en negocio sino como soluciones de vivienda digna para consolidar nuevamente una vida barrial mejorando las condiciones de hábitat de por lo menos 7.000 personas que hoy viven en más de 175 inquilinatos.

Ampliar el área que busca ser transformada, reconocer como valiosas las prácticas y formas en las que se habitan zonas como la avenida Oriental y Ecuador, Barbacoas y la calle Barranquilla, permitiría –según la experta– complementar la propuesta de distrito artístico solucionando temas como la seguridad y la falta de apropiación del barrio.

Carlos Holguín está de acuerdo con esta visión y señala que, efectivamente, parte del éxito de la nueva edad dorada de Prado dependerá de que esos proyectos logren conectar con la población que habita el barrio, que sea, por ejemplo, fuente de empleo y que de manera conjunta se creen proyectos comunitarios para consolidar un verdadero barrio.

Jorge García concluye que hay dos claves que determinarán el éxito del proyecto. Primero, que le cerraron el paso a discotecas, bares y negocios similares, lo que evitará que se repitan procesos de turistificación que hoy arrasan zonas de El Poblado, Laureles y la comuna 13; y segundo, que a la par de la restauración de mansiones también se centran en la recuperación del tejido comunitario y la preservación del patrimonio.