Medellín

Patinetas eléctricas no aguantarían voltaje de las lomas de Medellín

Estudio arrojó agotamiento prematuro de baterías ante su uso en laderas, por lo que será fundamental encontrar la forma de adaptarlas mejor.

Soy periodista porque es la forma que encontré para enseñarle a mi hija que todos los días hay historias que valen la pena escuchar y contar.

23 de mayo de 2025

En una ciudad tan cambiante hay cosas que son inmutables. En tiempos de la Conquista, según los relatos, hasta los más arrojados exploradores terminaron enfermando y sucumbiendo en las montañas de Medellín. Documentadas quedaron historias de exploradores que en su intento por llegar al valle de Rionegro, por los caminos empinados de lo que hoy es la comuna 8, terminaron enfermando, muriendo o desertando por la inclinación del terreno y su topografía desgastante.

Siglos después le llegó el turno a la tecnología para sentir el rigor del terreno irregular del Valle de Aburrá. El boom de las patinetas eléctricas, que arrancó en 2018 y desde entonces ha tenido un crecimiento sostenido, podría verse a gatas para mantenerse.

Desde que comenzaron a llegar al país masivamente, según cifras de Fenalco y la Andi, la venta de patinetas eléctricas ha crecido año a año 150% respecto al periodo anterior, siendo Medellín la segunda ciudad con mayor consumo de estos vehículos, después de Bogotá.

Pero investigadores de las universidades Nacional y la de Antioquia concluyeron hace poco con datos concretos lo que miles de usuarios pensaban desde hace tiempo: a las patinetas y bicicletas eléctricas que llegan al país no les da el aguante para andar por las laderas del Valle de Aburrá.

El grupo de investigación Gestión, operación y mantenimiento de activos-Gomac- de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional, desarrolló un modelo predictivo basado en el rendimiento de los microvehículos a los que sometieron a pruebas en circuitos montañosos de Medellín, para determinar si están diseñados para operar a altitudes superiores a los 1.500 metros sobre el nivel del mar y en pendientes pronunciadas. Hay que recordar que la topografía del Aburrá oscila entre los 1.300 y 2.800 metros sobre el nivel del mar.

La investigación fue liderada por Carmen Elena Patiño y Olga Cecilia Úsuga Manco, de la Facultad de Ingeniería de la UdeA; Fredy Hernández Barajas de la Facultad de Ciencias; y Fernando de Jesús Guevara Carazas de la Facultad de Minas de la Nacional.

En las pruebas realizadas, los vehículos fueron operados por el mismo piloto en rutas diseñadas específicamente para simular circuitos complejos y exigentes. El equipo llevó las bicicletas y patinetas eléctricas dispuestas para el análisis hasta el límite de su capacidad, y los resultados fueron reveladores: los vehículos no fallaron por defectos en las baterías, sino por la alta demanda de potencia necesaria para moverse en las lomas.

“La exigencia eléctrica fue tan grande que se quemaron”, concluyó Guevara Carazas, aclarando que el objetivo de estas pruebas era obtener información precisa sobre el estado de salud de los sistemas electromecánicos de los vehículos.

Los investigadores recogieron más de 140.000 datos –70.000 correspondientes al motor y 70.000 relacionados con la batería–, los cuales permitieron evaluar el desempeño de los microvehículos y entender las variables que influyen en su funcionamiento y durabilidad.

Guevara explicó que sometieron los microvehículos a condiciones de gran altitud y pendientes y a unos circuitos puntuales, y que los modelos arrojaron que es fundamental diseñar vehículos adaptados a las particularidades de las regiones en las que se utilizarán, como las de Latinoamérica, cuyas condiciones de movilidad “son muy diferentes de las que enfrentan muchas de las empresas que fabrican motos y autos en mercados internacionales”, detalló el investigador.

El 62% del área metropolitana del Valle de Aburrá se ubica en pendientes moderadas y muy altas, es decir, entre el 5% y el 45%. Esto plantea una encrucijada enorme para que este tipo de movilidad siga consolidándose y, sobre todo, ofrezca la sostenibilidad ambiental que tanto promete, pues una consecuencia directa del agotamiento prematuro de las baterías impone grandes problemas ambientales, pues estas están compuestas de litio.

Marcela Jiménez, una usuario de patineta eléctrica desde hace tres años, señala que movilizarse de esta manera le ha facilitado ahorro de tiempo y recursos, pero también reconoce los problemas de rendimiento de estos vehículos. Marcela cuenta que fue la primera persona con patineta eléctrica en la Universidad Nacional y que la utiliza principalmente para ir desde su casa en Sabaneta hasta la sede de la universidad en zona céntrica de Medellín. Cargarla al 100% le demora dos horas y le permite viajar en una hora desde Sabaneta a la Nacional máximo a 30 kilómetros por hora. Pero de regreso, con una inclinación mayor, el tema es diferente. Según Marcela le toca volver a 20 km/h o menos porque el rendimiento no le da para más, y a la altura del Viva de Envigado siempre tiene que entrar a recargar al menos media hora para terminar de llegar a su casa.

Convertida esta, a mediano y largo plazo, en una problemática generalizada exige, según los investigadores, abrir un mercado criollo en el que ganen espacio el diseño de vehículos adaptados específicamente para las características de ciudades como Medellín. Ya hay empresas locales emergentes buscando abrirse espacio en el mercado.

Es una transformación prioritaria para ampliar el espectro de movilidad sostenible en la ciudad, pues ante estas desventajas ahora expuestas por los investigadores la preferencia de este tipo de vehículos perdería terreno.

Marcela cuenta, por ejemplo, que ha averiguado patinetas diseñadas específicamente para terrenos difíciles como montaña y su valor en el mercado no baja de los $8 millones, un precio así pondría a quienes contemplen moverse en microvehículos eléctricos a optar mejor por una moto.