Medellín

“Entre más se demore Medellín en responder, más edificios habrá que hacer”: Montoya

Carlos Alberto Montoya, uno de los protagonistas de la transformación urbana de las últimas cuatro décadas en Medellín, propone en un libro alternativas para que la ciudad reduzca su déficit de vivienda retomando soluciones de los años 80 y 90.

Hago parte del área Metro, equipo que cubre Medellín y Antioquia. Interesado en las transformaciones urbanas y la infraestructura. Siempre en búsqueda de una historia. Abogado y periodista, magíster en escrituras creativas.

16 de noviembre de 2025

Medellín siempre ha sido muy honesta al mostrarle a todos que está creciendo hacia las laderas”. Esa observación diaria, mientras iba de su casa en Bello a la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional, planteó una inquietud de base en Carlos Alberto Montoya: cómo resolver el problema de la vivienda.

Montoya, figura clave en los programas de transformación urbana de las últimas cuatro décadas, fue protagonista de hitos como la rehabilitación de Moravia en los años 80 y del Primed en los 90, experiencias que marcaron la manera como Medellín aprendió a intervenir sus barrios más vulnerables, incluso antes de los lineamientos de la Conferencia Mundial de la Ciudad en Estambul (1996).

Luego estuvo en la Consejería Presidencial para Medellín, lideró la reconstrucción de tres barrios tras el terremoto de Armenia y después estuvo en la Empresa de Desarrollo Urbano de Medellín.

A propósito de la publicación de su libro El poder de la vivienda, Montoya repasa esas vivencias, explica por qué el déficit supera hoy las 350.000 unidades y lanza una propuesta: Medellín debe recuperar una estrategia institucional que permita repoblar sus zonas centrales y hacer vivienda asequible para la clase media y popular. La vivienda, dice, no es solo un techo: tiene el poder de disminuir los conflictos desde la base.

¿De qué se trata su libro?

“Estoy terminando un ciclo profesional después de haber pasado por la Alcaldía de Medellín e instituciones académicas. Me pareció importante contarles a las juventudes mis vivencias, que me resultaron singulares y especiales. Me di cuenta de que nuestra ciudad está presionada por el desplazamiento regional y por diversas causas. Por eso, la provisión y las ofertas de vivienda deben ser, a mi juicio, más estratégicas. Decidí lanzar este libro para llamar la atención de autoridades, gobiernos, instituciones, el sector financiero y las comunidades, para que se enfoquen en lo habitacional”.

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Estudió Arquitectura en la Nacional, ¿cuándo decidió que su énfasis sería la vivienda?

“Me gradué en la Universidad Nacional de Medellín. Me tocó un fuerte énfasis en las problemáticas habitacionales de Colombia; diría que el 75% de la carrera se organizó alrededor de esa temática. Además, en la facultad existía el programa de estudios de vivienda en América Latina, el Peval, que hoy es la Escuela de Hábitat. La facultad de Arquitectura de la Nacional era fuerte en la conceptualización de programas de vivienda en aquella época”.

En los 70 ya se sentía la presión urbanizadora, con el crecimiento exponencial de la ciudad hacia las laderas. ¿Cómo vivió este fenómeno en Medellín?

“Yo crecí en el barrio San José Obrero, cerca a la cancha de Fabricato, en Bello. Desde allí siempre veía el cerro Santo Domingo Savio, era muy visible. Medellín es muy honesto al mostrarle a la ciudadanía que está creciendo hacia las laderas. Este hecho no se puede ocultar y ha provocado que esa discusión o controversia se reavive con cierta frecuencia en nuestra ciudad”.

¿Cómo surgió su interés por la vivienda social y cuál fue el panorama que encontró en esa Medellín de los años 80?

“Descubrí que la arquitectura era todo un universo, recuerdo que un profesor del colegio, Gustavo Giraldo, me llevó a la terraza de su casa y me dijo: ‘Vea, Carlos, todas estas mangas se van a llenar de viviendas, y ese es un trabajo muy importante de un arquitecto’. Ese día me convencí de que ese era el interés por el cual podría trabajar. En la facultad, empecé a intentar comprender cómo abordar alternativas de vivienda para la gente más vulnerable. Me pareció que ese era un reto, una razón de ser y un propósito de vida muy importante”.

Su primera experiencia profesional fue en Moravia, el barrio que creció alrededor del antiguo basurero. ¿Qué hizo allá?

“En esa época, para uno tomar la ruta de la Facultad de Arquitectura hacia Bello, uno se podía desviar por la vía Moravia-Acevedo. El panorama del barrio El Bosque era de un asentamiento totalmente en madera, lleno de tugurios, una palabra que es muy fuerte. El Bosque estaba frente a Carabobo Norte, vecino al Jardín Botánico. Esa condición me inquietaba y me llamó mucho la atención. El profesor Gilberto Arango, cada vez que me veía, me invitaba a seminarios. Empiezo a encarrilarme y quién iba a creer que ese barrio, esa fila de cuatro o cinco manzanas de tugurios que me impresionó tanto, sería mi primera experiencia profesional”.

¿Quién vivía en ese barrio?

“Es un barrio con un poblamiento muy heterogéneo. Había barrios formados por movimientos de izquierda popular, como el barrio Fidel Castro, impulsado por la Central Nacional Provivienda. También había barrios formados por la Iglesia Católica; el padre Vicente Mejía es casi un ídolo para las personas veteranas de esa zona. El concepto de Comités Populares surge en ese lugar. Además, la montaña de basura se volvió un receptor del desplazamiento más reciente, que venía desde otras regiones y municipios, o a veces era desplazamiento interno de la misma ciudad.

Dentro de esos barrios estaba El Bosque que era una trinchera, una barricada, pero al mismo tiempo era la zona por donde entraba el acueducto y los primeros servicios.

Estábamos frente a un barrio tugurizado. Empiezo a tener un acercamiento con esta palabra que es como una gran casona que se desbarata y donde cada habitación se vuelve un rancho y donde los pasillos y las galerías de las casonas nuestras de las que venimos se convierten en las calles de un asentamiento informal. El tugurio es múltiple y en él mismo se intenta rearmar una gran casa.

La vivienda es la patria fundacional, la célula madre de la ciudad. Si las problemáticas urbanas intentaran rearmar el tejido residencial, tendríamos un horizonte con menos conflictos sociales.

Es que todo proyecto público —sea un metro, un tranvía, o un colegio— prácticamente mueve viviendas. El poder de la vivienda busca transmitir que debemos hacer proyectos mixtos y combinados, que incluyan la solución institucional y social”.

¿En qué consistió ese acuerdo entre la Alcaldía y la comunidad y por qué se considera el antecedente de reforma urbana más importante en Colombia?

“Resulta que la alcaldía anterior, de Juan Felipe Gaviria, hizo una negociación con la comunidad, considero que es el antecedente de reforma urbana más importante en Colombia. Este acuerdo se elevó al Concejo y resultó en un censo poblacional y en unos carnets de beneficiarios, garantizando el derecho de la gente desde el primer momento. La alcaldía compró todo el terreno con los barrios adentro.

El acuerdo fue brillante: pactó que la comunidad pagaría la escrituración a través de bonos de ayuda mutua, es decir, con trabajo comunitario. La gente, al mejorar su barrio, iba pagando su vivienda. Fue una fórmula mágica. Pensé que algún gobierno iba a sistematizar ese acuerdo porque es un símbolo de esperanza para la gente que vive en los barrios altos. El plan se denominó Programa de Rehabilitación de los barrios aledaños al antiguo basurero de Moravia”.

Descríbanos ese barrio, ¿cuál era su tarea cuando llegó a trabajar en ese programa?

“En El Bosque, había callecitas de metro y medio que debían ampliarse a mínimo tres metros. Las viviendas eran ranchos de una habitación de 20 m², cualquier medida que se quitara para abrir un sendero las reduciría. Se había pactado que, al escriturar, las viviendas serían mínimo de 50 m² y que las familias con predios de más de 80 m² debían ceder el excedente. El acuerdo permitía intervenir, quitar y mover viviendas. El grupo de arquitectos entró a ejecutar, yo lo veo y digo: ‘esto es increíble’. Si las instituciones fueran más cuidadosas con el tratamiento de la vivienda afectada en proyectos públicos, tendríamos más confianza institucional”.

Medellín perdió el control de la urbanización después de los 50, especialmente en las laderas, por la llegada desbordada de nuevos habitantes. ¿Cómo se aplicó el aprendizaje de Moravia para enfrentar ese lío?

“El desplazamiento es muy fuerte y Medellín tiene pocas herramientas para enfrentarlo. Yo diría que la informalidad es incontenible, pero debe orientarse a través de la planeación. La estrategia de Moravia nos sirvió conceptualmente de base para entender la problemática del poblamiento en laderas. Así, empezamos a trabajar después en las bases de los cerros Pan de Azúcar, El Picacho y las zonas de la comuna 13, lo que después se articuló con la Consejería Presidencial y el Primed”.

Después del plan de Moravia llega el Programa Integral de Mejoramiento de Barrios, el Primed, en los 90. ¿Cuáles fueron sus principales innovaciones?

“Nociones como los planes zonales, las oficinas zonales y los comités populares se aprendieron en Moravia, pero se sistematizaron y se organizaron en un estudio de factibilidad que se elabora con todo el rigor antes de empezar. El programa de Moravia tenía un buen acuerdo social, pero se fue planeando mientras se ejecutaba. En cambio, el Primed fue un estudio de factibilidad planeado con todo rigor durante un año con la cooperación alemana.

Cuando entramos a ejecutarlo, las cosas salían tal y como el grupo técnico interdisciplinario las había concebido. Fue como recitar una poesía de memoria. Se aplicó en la base del cerro Pan de Azúcar, sobre todo en el barrio Trece de Noviembre; en el cerro El Picacho, en los barrios Mirador del 12 y El Triunfo; y en el núcleo de las Independencias y Nuevos Conquistadores. Ahí hicimos los andenes elevados y los viaductos de 5 km, tratando de modificar la forma de circulación de las personas y las pequeñas mercancías. Mi encargo era asegurar que los recursos de Alemania se ejecutaran a plenitud. El programa del Primed fue de 30 millones de dólares ejecutados durante cinco años, nuestros niveles de ejecución superaban el 80 % anualmente”.

¿Cómo fue trabajar en los 90 en los barrios populares de Medellín en plena guerra?

“La Consejería se arma en agosto del 90. Yo tuve dudas cuando me llegó la invitación. A veces sentí miedo. En el libro narro eventos tensos de las negociaciones de vivienda, donde siempre hubo amenazas con un cuchillo o una bala en un sobre. Pero me tranquilicé pensando: ‘Estoy trabajando en el espacio público y para que esta gente organice su vivienda’. El trabajo en la Consejería Presidencial fue un trabajo en una trinchera. Hubo lucidez desde la dirección de María Emma Mejía y respaldo profesional de un comité académico, que incluía a María Teresa Uribe, Hernán Henao y Alonso Salazar. Eso nos permitió mantener la moral alta en situaciones muy difíciles”.

Ese concepto de “mejoramiento Integral de Barrios” termina siendo la primera gran innovación de Medellín.

“El programa integral de mejoramiento de barrios, el Primed, es el proyecto de Medellín que acuña esa terminología, que hoy en día es el tratamiento urbano. El MIB es un invento y una innovación de Medellín, y me gustaría que las autoridades sintieran orgullo por ello. La ciudad fue capaz de concebirlo antes de que la Conferencia Mundial de la Ciudad en Estambul (1996) lanzara la estrategia de facilitación. Aquí ya se había ejecutado”.

Aun con las estrategias trazadas por Medellín desde hace 30 años, ¿por qué el déficit supera hoy las 350.000 unidades?

“Construir vivienda nunca termina, es como construir una ciudad. Hay que reconocer que la ciudad sigue siendo poblada por la informalidad. El Primed lanzó pistas, fue un piloto que se realizó simultáneamente en 15 barrios y está documentado. La Alcaldía de Medellín podría retomar ese estudio y proyectarlo con facilidad, reestructurándolo en seis meses si existe voluntad institucional y política. Había oficinas zonales permanentes.

Una oficina municipal en el Primed o Moravia era un lugar donde las familias tramitaban su escritura, su mejoramiento o la asistencia técnica. ¿Por qué no hay hoy oficinas zonales? Creo que se debería tener a la mitad de los profesionales del Instituto de Vivienda en la calle, en el campo, trabajando con la gente, conversando y entendiendo las necesidades para ir armando proyectos porque estamos llegando tarde y entre más tarde lleguemos, más edificios toca hacer. Hay que seguirle buscando la comba al palo”.

¿Qué diagnóstico hace de la situación de vivienda actual en la ciudad?

“Las crisis son oportunidades. En los 70 a Medellín no venía nadie, los extranjeros que venían eran los futbolistas. La ciudad de Medellín responde, por ejemplo, creando los Airbnb y formatos de turismo. Si hay esa capacidad, ¿por qué no vemos la demanda social de vivienda como una oportunidad? En el modelo inmobiliario de los empresarios ellos venden el suelo, el edificio, los costos financieros, pero el poblador popular no es un comprador de vivienda en ese lenguaje. Por eso debemos estimular un mercadeo social de vivienda. La relación con los demandantes debe dejarse al sector solidario, como Comfama o Confiar, que adjudican viviendas a sus asociados, en un lenguaje diferente al de la compraventa tradicional”.

Propone una renovación urbana institucional. ¿Qué zonas de Medellín considera estratégicas para generar vivienda económica y repoblar la ciudad?

“Yo sí creo que la renovación urbana institucional que genere viviendas económicas es posible. Podríamos enfocarnos en una zona del centro que demanda vivienda económica, incluso para inquilinatos, como la Avenida de Greiff. Podríamos tener ahí el mismo formato de espacio público de la Avenida La Playa. ¿Quién viviría ahí? Los que trabajan en el Centro. Esto generaría mucha seguridad, porque cuando hay residentes, la seguridad mejora. Actualmente, el comerciante cierra a las 6:00 p.m. y el Centro queda despoblado. El privado llega a construir, no a vender. El Distrito hace alianzas con el sector solidario y en el día uno todos los apartamentos económicos estarían adjudicados. Ellos ya tienen la masa crítica y la población”.

Ante la actual crisis, el alza de precios y el impacto del turismo, ¿cuál es la tendencia que vislumbra para Medellín?

“Toda esta crisis debe generar un mercadeo social de vivienda o una renovación urbana institucional capaz de ofrecer una vivienda más asequible. ¿Para qué tipo de habitante tiene sentido la ciudad? Si la gente es muy adinerada, se va para las afueras. Mire la historia: de Prado se pasaron para Laureles, de Laureles para el Poblado y de ahí para Llanogrande. La ciudad tiene sentido para el habitante de clase media y el habitante popular. Tenemos el metro de Medellín pasando por corredores centrales totalmente deshabitados. La ciudad debe encontrar esa ruta de renovación institucional.

Si el Distrito no toma ese liderazgo y todo queda bajo un modelo inmobiliario, el privado solo aplicará una ecuación que le sea rentable. El sector institucional es el que debe responder por la asequibilidad de la vivienda. Soy optimista: mientras más grande es el problema, más fácilmente aflorará la solución”.