Transgénicos o no, el debate está en la mesa
Hace 23 años se aprobó el tomate Flavr Savr, el primer organismo genéticamente modificado. Aún hay dudas sobre estos alimentos.
Periodista, científica frustrada, errante y enamorada de los perros. Eterna aprendiz.
Los organismos modificados genéticamente (GMO) o transgénicos son uno de los temas más controversiales de la ciencia, un concepto que ha recibido gran cantidad de atención en los últimos años. De hecho, el número relativo de búsquedas en Google para GMO se ha más que triplicado desde finales de 2012.
La ingeniería genética se usa en muchos campos y aunque las aplicaciones médicas, como la insulina genéticamente modificada, son ampliamente aceptadas, el debate se agita cuando hablamos de comida o agricultura.
¿Por qué el mismo tema se asume de formas tan diferentes? ¿Son los transgénicos buenos o malos?
Okja (2017), la más reciente película de Netflix, plantea una mirada distópica del futuro de las carnes transgénicas. Cuenta la historia de una cerda gigante producida por la industria ganadera intensiva y la agroquímica cuya motivación es, al mejor estilo publicitario, “alimentar nuestra sobrepoblación”.
Esta es una historia de ficción, pero, como muchas otras, plantea un escenario realista para los críticos de los organismos genéticamente modificados.
En junio se estrenó en los Estados Unidos Food evolution (2017) del director nominado al Oscar, Scott Hamilton Kennedy, y narrado por el célebre comunicador científico Neil deGrasse Tyson. Este documental, aporta al cine de no ficción su exploración sobre la controversia que rodea a los GMO y los alimentos.
En el debate sobre los GMO, en el mundo, tanto los defensores como los opositores de los transgénicos dicen que la ciencia está de su lado. ¿Quién tiene la razón?
¿Qué es lo natural?
Los humanos han cambiado plantas y animales por 30.000 años según Carl Zimmer, escritor norteamericano especializado en evolución y parásitos. Y así mismo lo confirma Elizabeth Hodson, profesora emérita de la Universidad Javeriana y líder científica impulsadora de la bioeconomía en Colombia.
Si para nuestros antepasados alguna plantación generaba buenos rendimientos o uno de los lobos de alguna comunidad le fue fiel, seguramente decidieron seguir criando plantas y animales que tuvieran rasgos beneficiosos para la comunidad.
Los rasgos son expresiones genéticas, así que con el tiempo y de generación en generación estos se van haciendo más pronunciados.
Después de miles de años, casi cada planta y animal alrededor de nosotros es bastante diferente a sus estados predomesticados. Así que, si los humanos hemos estado cambiando los genes por tanto tiempo, ¿qué hace a los transgénicos, que ya se producen hace más de 20 años, algo diferente?
La crianza selectiva espera por golpes de suerte, mientras que la ingeniería genética elimina este factor y nos permite seleccionar los rasgos que necesitamos, hacer crecer más la comida y volverla inmune a los insectos, entre otros. Cientos han demostrado que estos no son dañinos para el organismo. Hasta el momento 124 investigadores galardonados con el Premio Nobel han firmado una carta pública a favor de los GMO en el portal web supportprecisionagriculture.org.
Según María Andrea Uscategui, directora ejecutiva de Agro-Bio y de profesión microbióloga industrial con maestría en biotecnología: “Lo natural se ha convertido en un término comercial y quienes estamos detrás de las investigaciones en biotecnología sabemos que hace muchos años hemos venido mejorando nuestros productos y haciendo mejoramiento genético de los cultivos; el tomate era por ejemplo un producto salvaje y venenoso”.
Ago-Bio es la asociación de las compañías que hoy desarrollan biotecnología moderna y uno de sus grandes objetivos es educar sobre la técnica para desarrollar organismos genéticamente modificados.
Kevin Folta, reconocido divulgador científico y profesor de la Universidad de Florida, quien estuvo en el lanzamiento del documental Food evolution (2017) en la Universidad Eafit, aceptó que los científicos han estado muy equivocados al comunicar al público avances tecnológicos como los GMO. “Nos hemos aproximado a la gente de manera inadecuada. Comenzamos siempre a hablar de los hechos y las cifras y nunca de lo que sentimos o de qué nos motiva a investigar y explorar el mundo”.
Folta mismo fue el autor contribuyente en la secuenciación del genoma de la fresa en 2011 y es uno de los científicos convencidos de que los temores frente a los GMO son infundados.
Críticas
Una de las objeciones más comunes que tienen los GMO es el flujo de genes y según Mark Lynas, de la Universidad de Cornell y autor de varios libros sobre medio ambiente, incluyendo High Tide, Six Degrees y The God Species, ante el argumento de que las plantaciones modificadas introducen características no deseadas en las plantaciones no modificadas, la solución son las plantas estériles, pero esto requerirá que los agricultores deban comprar nuevas semillas cada año. Lo que ha generado clamorosas protestas.
“La solución a esto es un método que garantiza la prevención, sin embargo es un argumento anti GMO por sí mismo: las semillas terminator”, dijo Lynas en el medio especializado The Conversation.
Así que aunque los que protestan estén a favor de la ciencia, el lado más oscuro de los GMO podría ser que las grandes empresas actuales que los desarrollan no quieran ayudar a combatir el hambre del mundo, sino adueñarse de un negocio lucrativo para pocos a través del control de las semillas y los pesticidas.
Los contradictores aseguran que hay menos variedad en los alimentos que comemos y para los agricultores la subsistencia se encarece al tener que comprar semillas por cada temporada de siembra.
Sin embargo según Lynas, estas semillas están protegidas bajo el Convenio de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica que se hizo en el 2000. Así que “el temor popular por las semillas terminator se ha convertido en un mito zombie”.
Para Roger Fabián García Díaz, profesor investigador en ingeniería agroecológica en Uniminuto de Medellín y doctor en la materia de la Universidad Nacional de Colombia, “se debe evaluar caso a caso, pero en general los organismos genéticamente modificados están hechos para soportar herbicidas a diestra y siniestra. Lo que presenciamos es un juego de intereses, especialmente de los que hacen estos herbicidas. El transgénico más común es el BT, un gen prestado del Bacterium Bacillus Thuringiensis que hace que las plantas modificadas produzcan una proteína que genera la muerte de específicos insectos que se alimenten de él. Así que aquí también tenemos algunas cuestiones ecológicas que no se han estudiado y no se conoce el impacto que puedan tener en los ecosistemas”.
También en 2009, 26 científicos redactaron una carta anónima a la Agencia de Protección Ambiental (EPA) en la que se quejaban por acuerdos que están obligados a firmar para, además garantizar que los cultivadores honren los derechos de patente de la compañía y las regulaciones ambientales, también les prohiben cultivar las cosechas con propósitos de investigación. “No se pueden investigar preguntas importantes de manera independiente y al mismo tiempo legal”, escribieron los científicos en la carta.
Uno de estos fue Elson Shields, un científico que estudia los insectos del maíz en la Universidad de Cornell. “Uno tiene que tener el permiso por escrito de las compañías para realizar cualquier investigación que involucre sus semillas, incluso si están disponibles comercialmente”, dijo.
Para García lo que debemos hacer es aprender de la naturaleza y ver cómo la podemos potencializar, no imponerle otra dinámica. “En cambio este es un modelo productivo de agricultura en el que predomina la homogeneización y la demanda de insumos, muchos de ellos derivados del petróleo. Por eso el debate se mantiene. Por eso lo que buscamos es cambiar todo el enfoque productivo por la diversidad”.
Sobre la homogenización y los cambios en la agricultura, Hodson quien también estuvo en el lanzamiento del documental Food evolution (2017) en la Universidad Eafit, aseguró que: “Hay que tener presente que la agricultura es por sí misma agresiva con el ambiente (...), y creo que sí es nuestro deber propiciar que haya rotación de cultivos y mantener su diversificación porque esa es una de las principales herramientas contra el cambio climático”.
Bondades
Hay ejemplos positvos que vale la pena citar. La berenjena es un cultivo importante en Bangladés, sin embargo constantemente cosechas enteras son devastadas por plagas. Los agricultores han tenido que recurrir a pesticidas y además de que estos son costosos, muy frecuentemente los trabajadores se enferman, pero la introducción de una berenjena modificada con ingeniería genética en 2013 frenó esta situación.
La misma proteína BT que hemos mencionado en este artículo, efectiva para acabar con algunos insectos e inofensiva para los humanos, fue la solución para ellos.
Según el portal Alianza para la ciencia de la Universidad de Cornell en Estados Unidos, “el uso de insecticidas se redujo en un 80 %, la salud de los agricultores mejoró y sus ingresos se incrementaron drásticamente”.
Según el último reporte del International Service for the Acquisition of Agri-Biotech (ISAAA), el 86% del área sembrada con plantas transgénicas en el mundo en 2016 toleraba los herbicidas o resistía los ataques de insectos.
Otro caso es el de las papayas en Hawai en la década de los noventas. La industria de esta fruta se vio amenazada por el virus anular. La respuesta fue una papaya genéticamente modificada contra el virus. Sin esta intervención la industria hubiese colapsado.
El futuro
Se puede hacer más que plantas inmunes a los pesticidas. Hay investigadores que están trabajando en cómo estos organismos pueden mejorar nuestra dieta. Plantas que produzcan más o diferentes nutrientes, como frutas con altos niveles de antioxidantes para ayudarnos a prevenir enfermedades, por ejemplo.
En una escala más grande, los científicos están intentando modificar plantas para que se hagan más resistentes al cambio climático, plantas que puedan adaptarse a un clima errático y a condiciones adversas del suelo, haciéndolos más resistentes a sequías o inundaciones.
Los GMO podrían reducir la huella en el ambiente generada por la agricultura y también ayudar activamente a protegerlo.
Otras investigaciones buscan que los cultivos obtengan nitrógeno del aire, como los microbios. Incluso podríamos tener plantas muy eficientes al recaudar carbono como el árbol Castanea dentata.
Con las herramientas que tenemos ahora nuestra imaginación es el limite