Economía

Bancos pierden a la mujer detrás del poder público y privado

Esta semana se retira de Asobancaria María Mercedes Cuéllar, quien no solo dirigió uno de los gremios más fuertes del país, sino que quiso ser presidenta de Colombia.

Reportero por vocación. Convencido de que el periodismo es para mejorar la vida de la gente. Ahora escribo de temas económicos en El Colombiano.

28 de diciembre de 2014

A sus 68 años, María Mercedes Cuéllar se volvió a cansar. Después del 2 de enero de 2015 ya no tiene agenda. Voluntariamente se quedó sin trabajo desde que anunció su retiro el 28 de octubre pasado.

Deja la presidencia de la Asociación Bancaria y de Entidades Financieras de Colombia (Asobancaria), que ocupó desde 2006, un cargo de peso tan odioso para muchos, como respetado para otros, en una economía cuya quinta parte del Producto Interno Bruto (PIB) es aportado por el sector.

Y este retiro le parece no solo oportuno, sino divertido, confiesa. Se siente como cuando se graduó de economista en la Universidad de Los Andes, en la década de los setentas, y no tenía idea de qué iba a hacer con su vida:

–No quería volver a ver un libro ni nada de estudio, quería darme un sabático y cuando me aburriera, veía qué me ponía a hacer.

–¿Y cuánto le duró ese descanso?

–Tres semanas, y llamé a dónde me ofrecieron trabajo. Y les dije: “oiga, ya me aburrí”. Ahí entré a Fedesarrollo, recuerda entre risas.

Ese fue el inicio de una prolífica carrera profesional en arenas públicas y privadas de esta bogotana magíster en Desarrollo Económico de la Universidad de Boston.

En Fedesarrollo despuntó como destacada investigadora económica, de la mano de Rodrigo Botero Montoya. Luego su jefe se la llevó para el Ministerio de Hacienda. También en esa cartera fue viceministra de Roberto Junguito, en la presidencia de Belisario Betancur, cuando debió enfrentar la primera de las crisis en que jugó un papel preponderante.

El país estaba sin reservas internacionales tras heredar un alto endeudamiento del gobierno Turbay, se advertía una cesación de pagos y líos de liquidez en el sector financiero: “se oían cuentos de que los bancos eran vaciados por la noche, fue terrible”, recuerda mientras se fuma el segundo cigarrillo de la conversación con El Colombiano.

Una mujer con huella propia

Además se abrió camino en un cerrado micromundo macroeconómico de pantalones y corbatas.

“María Mercedes es una mujer honesta, inteligente, gran conocedora del país, tanto de lo económico como de lo político, con gran sentido común, enorme capacidad de trabajo y buena amiga. Lo que ha logrado profesionalmente ha sido a partir de sus excepcionales condiciones personales y no por sus ancestros”, afirma su amigo y gerente del Banco de la República, José Darío Uribe.

De ahí que sin necesidad de apelar a su condición de sobrina del expresidente Alfonso López Michelsen, y nieta del dos veces mandatario Alfonso López Pumarejo, demostró su talante para asumir grandes retos.

Fue directora de Planeación Nacional, en el gobierno de Virgilio Barco, y luego ministra de Desarrollo, en tiempos de César Gaviria. De allí pasó a ser la primera mujer en integrar la junta directiva del Banco de la República, hasta 1996.

–¿Es mejor ser codirectora del Emisor o presidenta de Asobancaria?

–A mí me gusta meterme en problemas, en el Banco la vida es muy tranquila, comprendí que muchas decisiones económicas se toman es en el ámbito político y no detrás de un escritorio –, sentencia con su franqueza mordaz.

De banderas liberales

Por eso se salió del Emisor y se probó en el mundo de la política, primero como precandidata presidencial del Partido Liberal para las elecciones de 1998 y luego le faltaron mil votos para alcanzar un escaño en el Senado.

–Me sedujo la política pero no sirvo para eso, respeto mucho a los que saben hacer política, la de verdad –, afirma Cuéllar o “MM”, como le dicen sus amigos cercanos.

Fue cuando saltó a la vida gremial, donde esperaba un trabajo tranquilo de medio tiempo. Pero a solo tres semanas de aceptar la presidencia del Instituto Colombiano de Ahorro y Vivienda (Icav), estalló la mayor crisis hipotecaria del país y que la puso a trabajar 20 horas diarias.

“Ella es incansable y fue fundamental para superar ese conflicto. Con las soluciones que propuso y aceptó el Gobierno se pudo resolver una crisis sistémica con un bajo impacto fiscal”, recuerda el presidente de Colpatria, Santiago Perdomo, otro amigo desde hace más de 20 años.

La agitada vida gremial...

Después de haber lidiado crisis desde orillas públicas y privadas, de haberse probado en las relaciones con Gobierno y congresistas, le sumó otro aporte personal a un mejor desarrollo del país con la publicación de su libro de ciencia política, en el año 2000: “Colombia, un proyecto inconcluso”.

También desde el Icav fue definitiva en que la economía recibiera un “estartazo” con la aparición de las cuentas de ahorro para el fomento de la construcción (AFC). Con ese kilometraje, también le ofrecieron, reservándose fechas, el ministerio de Hacienda antes de llegar a Asobancaria.

–¿Por qué no aceptó?

–Hay momentos para todo en la vida, y ese no era, comenta mientras enciende otro cigarrillo.

De su último trabajo gremial, con su modestia no cuenta que fue uno de los cerebros detrás del esquema de subsidios a la tasa hipotecaria para vivienda (Frech),
impulsado en el segundo gobierno de Uribe.

La medida ayudó a mantener a flote la economía, en medio de la crisis económica global desatada en 2008, y por la que miles de familias hoy tienen casa propia.

“Es una persona muy aguda y tiene una amplia experiencia del funcionamiento del Estado, que le ayuda a entender los problemas y plantear soluciones”, agrega el superintendente Financiero, Gerardo Hernández, otro del círculo cercano de “MM”.

Quienes conocen a Cuéllar, saben que es con argumentos de peso que cede ante posiciones. Por eso cuando está en desacuerdo con algún tema, repite una frase que conocen bien sus amigos: “no entiendo, no entiendo...”, luego afloran reflexiones entre sus contertulios para hallar salidas.

Pasados 16 años de trabajo gremial en el sector financiero, de lograr exenciones de impuestos y preservar a los bancos de los apetitos tributarios que afloran con cada reforma, también dejó huella por ser una voz conciliadora y franca.

Así lo reconoce Julio Roberto Gómez, presidente de la Confederación General de Trabajadores (CGT). Sentado a la otra orilla en la mesa de concertación del alza del salario mínimo, el dirigente sindical le reconoce a ella siempre un trato cordial, una posición clara: “su postura de presionar acuerdos entre trabajadores y empresarios es un gran aporte a un país atravesado por odios y que necesita paz”.

Y aunque había un mar de diferencias entre los intereses y posturas económicas que defendía Cuéllar frente los de Gómez, él recuerda que fue una vez en una invitación a almorzar en las oficinas de Asobancaria, donde con Cuéllar de anfitriona, fue posible alcanzar un acuerdo en el salario mínimo entre sindicatos y gremios.

Ahora esta mujer que le cupo el Estado en la cabeza y quiso ser la primera presidenta de Colombia, deja de ser la voz general de Asobancaria.

Y aunque se retira de Asobancaria, no del sector. Pues asumirá a partir de 2015 el liderazgo de la Federación Latinoamericana de Bancos (Felabán), un reconocimiento a su labor gremial.

Ella asume el cargo con tranquilidad, con una agenda menos apretada que la de Asobancaria, sin necesidad de sacrificar domingos y festivos preparando discursos, organizando presentaciones, redactando artículos para el habitual boletín “Semana Económica”, poniendo a madrugar a su equipo de colaboradores que la reconocen como “una jefe exigente, pero de la que siempre se aprende”.

–¿Le quedaron pendientes de su gestión en Asobancaria?

–Uno en estos cargos nunca acaba. Si antes el problema era la cobertura de los bancos en el territorio del país, ahora eso ya se ha resuelto con la banca móvil, los corresponsales no bancarios, siempre hay problemas para buscarles soluciones.

–¿Qué le queda en su escritorio?

–Hay temas regulatorios por resolver. El Gobierno, a veces, dice una cosa y hace lo contrario. Pero ahí vamos...

En todo caso, Cuéllar se va con dos obsequios del Gobierno: uno que le encanta y otro muy desagradable.

El primero es que, al fin, salió el decreto 2654, del 17 de diciembre pasado que hace posible el otorgamiento de crédito de consumo de bajo monto y de libre disponibilidad para las personas de menores ingresos, a partir de las condiciones que dicte la Superfinanciera.

–Esa medida va a flexibilizar el acceso a crédito formal y menos gente tendrá que irse a donde un agiotista a pedir prestado –, afirma Cuéllar, al lamentar que en Colombia aún se imponga “un control de tasas” (techo con la tasa de usura).

Pero el regalo indeseado tiene que ver con la aprobación en la reforma tributaria de dos impuestos que no titubea de calificar de “adefesios”: el 4 por 1.000 (Gravamen a los Movimientos Financieros):

–Ese es un impuesto completamente antitécnico y absurdo que ya parece el más permanente de los impuestos temporales y no sabemos si acaba en el año 2021 o en otro año de la eternidad –, afirma con ironía.

Y el otro tributo que tampoco se traga es el Impuesto a la Riqueza que estará vigente, al menos, por cuatro años:

–Con ese impuesto le cobran a la gente por lo que ha podido construir y no sobre lo que gana. Es que en Colombia se hacen las cosas al revés: se busca tapar un hueco de 12,5 billones de pesos para un año, se plantea una reforma hasta 2018 y luego el Gobierno si se sienta a cuantificar lo que le vale el Plan Nacional de Desarrollo para el cuatrienio –, señala Cuéllar con evidente molestia. Prende otro cigarrillo.

Y sin callarse lo que piensa, siempre con argumentos, ahora Cuéllar tendrá más tiempo para lo que, admite, ha descuidado por años de intenso trabajo.

–Siempre he pensado que he sido mala abuela, quiero ser mejor abuela. Estar más pendiente de mis hijas, así estén ya grandes. Debo desatrasar muchas lecturas y poderle decir a mis amigos que esta vez sí me voy de viaje con ellos, pero por un ratico –, concluye con su particular risa ronca y guarda en su cartera su empezada cajetilla de Marlboro que no abandona.