Economía

Los debates que abre la economía colaborativa

Estudio de PwC proyecta que para 2025 las plataformas que se basan en este modelo facturarán US$ 335.000 millones.

27/01/2020

El anuncio de la partida de Uber del país hizo que resurgiera el debate en torno a por qué son o no legales algunas de las nuevas plataformas que giran en torno al concepto de economía colaborativa, tocando lo laboral, el transporte, el turismo y, en algunos casos, la banca, en un gobierno que tiene como bandera la economía naranja.

De la mano de la expansión de la tecnología, se fortalecieron los modelos de economía colaborativa, como un concepto que se basa en “en compartir activos subutilizados, monetizados o no, de manera que mejoren la eficiencia, la sostenibilidad y la comunidad”, según explicó el Foro Económico Mundial.

Con esta, nacieron plataformas como Uber, Rappi o Airbnb. Esto no ha caído bien en todos los sectores, puesto que los prestadores tradicionales de los servicios acusan que la competencia no se da en igualdad de condiciones.

A partir de esto, asegurar que las plataformas sirven únicamente como un intermediario entre uno y otro usuario se convierte en uno de los argumentos más recurrentes de defensa de las compañías que basan sus negocios en modelos de este tipo.

“Es un nombre de moda, pero es un concepto que ya existía”, aseguró Giovanni Reyes, profesor de Economía de la Universidad del Rosario, sobre este tipo de economía. ¿Por qué? El experto explica que el modelo se centra en la asociatividad, que ya estaba presente a partir de mecanismos cooperativos en los que “varios expendedores de un bien o servicio logran alianzas para poder afectar de manera más eficiente los segmentos de mercado”.

La tecnología es la variante fundamental para que estas vieran su auge después de la masificación de internet y del teléfono inteligente. “Antes también se tenía, lo que pasa es que era más difícil la obtención de la información. Este ha sido el cambio dramático”, agregó Reyes.

Se espera que esta industria llegue a 335.000 millones de dólares para 2025, de acuerdo con un estudio de Pricewaterhouse Coopers.

Si bien la tecnología sí ayuda a conectar de manera más fácil a quienes tienen una necesidad con quienes pueden suplirla más allá de la oferta tradicional, hay más razones para el crecimiento de las plataformas tecnológicas que funcionan con la economía colaborativa como modelo.

La posibilidad de poner un activo improductivo a generar dinero y la opción que se abre de prestar un servicio a un precio más competitivo son algunas de las razones que explicarían la expansión de este fenómeno por medios digitales, según señaló Juan Pablo Ortega, exdirector de Ruta N y gerente de negocios estratégicos de SightBe.

Una de las bases más fuertes de la economía colaborativa es la confianza. Finalmente, frente a casos como el de Uber o el de Airbnb, se conoce poco sobre los dueños del activo que se va a usar, las calificaciones suelen ser el sello más relevante de un buen servicio.

Por este motivo, la protección al consumidor es uno de los desafíos más importantes de esta economía, en palabras de Rubén Villegas, articulador de mecanismos de financiación de Ruta N.

Otro punto en el que fue enfático Villegas es que un reto importante es el laboral. “Se llevan a estas transacciones el alquiler de las habilidades o del conocimiento. Este punto revela un riesgo alto de desigualdad frente al entorno laboral”, explicó.

Adicionalmente, se espera que esta economía apunte hacia la sostenibilidad. “Estimular segundos usos en temas como ropa usada y generar dinámicas de intercambio son algunos de los desafíos de estas economías de cara al desarrollo sostenible”, complementó el gerente de SightBe.

En la mayoría de los casos, además de estos tres, la regulación es el otro de los asuntos que debe tenerse en cuenta para que esta sea acogida en negocios como el transporte, la hotelería y los domicilios, por mencionar algunos.

La salida de Uber no implica, en primera instancia, el éxodo por completo de este modelo en lo que a transporte se refiere, teniendo en cuenta que aún se mantienen plataformas como Beat, DiDi o inDriver, pues su salida se da por una demanda ante la SIC contra la empresa en específico, decisión que, si bien es un precedente, no afecta por ahora a las demás aplicaciones (ver Paréntesis).

El principal ‘pero’ que se le ve a este tipo de apps es que no existe una competencia equilibrada con los taxistas, teniendo en cuenta pagos como vía costos para los conductores.

De acuerdo con Ernesto Sandoval, gerente de Taxis Teleclub, este gremio busca que los taxis puedan también hacer lo mismo que se les permite a las plataformas y para ellos es hoy restringido. Un ejemplo es el carpooling: “los taxis son los únicos carros que no pueden prestar un servicio colectivo”, manifestó. Además, la queja recurrente de quienes conducen taxi es que los carros particulares no prestan servicios de transporte público.

Cabe aclarar que a pesar de que el servicio que consigue el usuario es transporte, estas plataformas se describen a sí mismas como compañías tecnológicas. La razón es que el servicio que estas prestan es el de la intermediación entre un usuario y un proveedor.

De hecho, una de las premisas con las que nacen estas plataformas es que esta sea una actividad complementaria a otro tipo de labores. “Sabemos que el 50 % de los conductores combinan sus actividades cotidianas con conducir medio tiempo con Beat”, confirmó el gerente general de la compañía, Mauricio López.

Tras el reavivamiento de este debate, el viceministro de Transporte, Juan Camilo Ostos, dijo que desde el Congreso presentará una iniciativa para que se legisle la intermediación de estas plataformas en el transporte. “El Ministerio, como ente rector impulsará a que a través de esta iniciativa se resuelva el problema y que garantice que el usuario va a tener vehículos seguros, tarifas justas y que va a estar protegido durante la prestación de este servicio”.

Tener o no registro para prestar servicios de alojamiento ha sido uno de los dilemas que se ha generado en torno a algunos hospedajes que se ofrecen en plataformas como Airbnb, la cual permite que las personas abran las puertas de sus casas para que otras pasen la noche, generando un cobro.

“El problema no es con la plataforma, el problema es con quienes prestan servicios fuera de la legalidad; es decir esas unidades habitacionales que, sin cumplir los requisitos que las leyes establecen para los alojamientos, se anuncian en Airbnb”, comentó el presidente ejecutivo de Cotelco, Gustavo Toro.

Esos alojamientos se llaman viviendas turísticas y existe una reglamentación (ver Claves). Pero Toro denuncia que no se cumple con estos requerimientos, entre otros con el pago de IVA, lo que facilita que algunas viviendas puedan moverse con precios más bajos.

De hecho, un estudio contratado por Cotelco destacó que, en Medellín, aplicaciones como Airbnb y Homeaway ingresaron 104,57 millones de dólares entre junio de 2015 y febrero de 2019.

Frente a esta temática, EL COLOMBIANO consultó a Airbnb, pero la plataforma decidió no pronunciarse al respecto. Recordemos que en la mayoría de los casos, esta plataforma se queda con el 3 % de lo que paga un huésped del precio cargado al anfitrión.

La primera startup colombiana que alcanzó el status de unicornio, es decir que su valor en el mercado superó los 1.000 millones de dólares, fue Rappi. Sin embargo, ha visto piedras en el camino a partir de la discusión sobre si los rappitenderos son o no trabajadores directamente de la compañía.

Además de los domiciliarios, en redes sociales han existido ecos sobre si la empresa debería o no cubrir a los domiciliarios con ciertos beneficios propios de una relación laboral.

A pesar de que ya se habilitaron espacios como los Rappi pit stops, en los que los domiciliarios que trabajan usando la aplicación pueden descansar y hacer uso de estacionamiento, zonas de descanso, café y agua, el unicornio argumenta que ellos no son sus empleados.

¿Por qué? El eje de este debate se centra en la subordinación. De acuerdo con el artículo 23 del Código Sustantivo del Trabajo, son tres los ítems para que exista una relación laboral: la actividad, el salario como retribución de un servicio y la continuada subordinación.

Juan Sebastián Rozo, director de asuntos públicos de Rappi para la región Andina, afirmó que “no se presentan los elementos de una relación laboral, no hay subordinación. Los repartidores prestan el servicio de manera directa con el usuario. Adicionalmente no hay ningún tipo de determinación de las condiciones en las que se debe prestar el servicio, no se establece un horario y hay absoluta libertad en temas de exclusividad”.

Sin embargo, en el mismo sector, se ha visto cómo hay plataformas que abordan esta situación de manera diferente. Uno de los casos es el de domicilios.com, que conserva una relación de contratista con sus domiciliarios, pero que establece reglamentos frente al horario.

La banca tradicional también ha visto cómo la tecnología se ha convertido en un nuevo actor dentro del negocio. La aparición de Fintech ha sido una de las formas que han tomado las transacciones a partir de las facilidades tecnológicas. Sin embargo, ¿son economías colaborativas?

Erick Rincón, presidente de Colombia Fintech, indicó que en la mayoría de los casos este nuevo modelo de negocio responde más al término economía digital. “Lo que hacemos es digitalizar servicios financieros que ya se desarrollaban de manera física o tradicional, pero utilizando tecnología”.

No obstante, explicó que cuando sí existen modelos de economía colaborativa, como el crowdfunding o préstamos de persona a persona. “Corresponde a nichos de demanda distintos. Una Fintech logra colocaciones de 300.000 pesos, mientras que un banco nunca va a lograr a prestar esta suma, por los costos de colocación”, agregó.

Una de las claves para que se haya dado una correcta integración entre lo tradicional y las fintech en casos de economía colaborativa es que los segmentos no se contraponen, sino que se complementan. ¿Podrán los demás nichos lograr esta integración?.

Periodismo. Gestión Cultural. Por la sonrisa de mi madre que vale un millón.