El pescado está escaso y caro, pero se sigue consumiendo
Sequía y tasa de cambio del dólar tienen afectado negativamente el negocio. La Cuaresma y la Semana Santa ya no generan la mayor demanda.
Periodista de economía de El Colombiano. Oidor de tangos. Sueño con una Hermosa sonrisa de luna.
El gentío, el murmullo, las cajas plásticas que se arrastran por el piso, teléfonos celulares que suenan, por momentos gritos de hombres cargados que piden permiso para pasar, copan la mañana del viernes en el sector 12 de la Plaza Minorista, donde están localizados los puestos de venta de pescado.
En uno de ellos un hombre con un acento particular, llama la atención. Es Alejandro Goñi, quien hace 22 años vino por primera vez a Medellín desde el País Vasco (España).
“Vengo de un pueblo pequeño que no tiene un mercado como este. La Minorista es enorme y la variedad de frutas, verduras y peces es increíble”, comenta el hombre, mientras mira las tilapias que se exhiben sobre una cama de hielo.
Tras cerrar la compra, recuerda que hace cuatro años, la última vez que estuvo en la ciudad, pagó por ocho tilapias 23 mil pesos. “En ese momento dije: ¡pero qué barato! Hoy por 11 pescados pagué 56 mil, ¡hay una gran diferencia!”.
La diferencia que observa Alejandro la explican, particularmente este año, varias realidades: la sequía derivada del fenómeno climático de El Niño, la devaluación del peso frente al dólar y hasta el histórico diferendo limítrofe por aguas marinas entre Colombia y Nicaragua.
Subienda...
En un espacio menos ruidoso, su oficina de la Distribuidora el Amazonas en la Central Mayorista de Antioquia, Edwin Sierra precisa que el verano afectó el negocio.
“Los pescados de cultivo como la tilapia, la trucha, la cachama han subido bastante de precio. La tilapia y la trucha, por ejemplo, subieron 2.500 pesos por kilo, el valor del bagre también está aumentando. El pescado está complicado de conseguir”, agrega.
De vuelta en La Minorista, Luz Mary Tobón, con 31 años en el negocio de venta de pescado, declara que la tilapia roja está muy escasa y muy cara. “Esa viene del Huila, por el verano la pesca estuvo poquita y ese es un pescado que necesita agua helada, el animal no creció, se quedó pequeño y así no se puede comercializar”.
Para la mujer, el asunto es preocupante, pues tilapia es lo que más le piden sus clientes. El kilo que en los últimos meses de 2015 estuvo en 7.600 pesos, ella tuvo que pagarlo terminando esta semana a 11 mil pesos.
Desde la óptica de Sierra y Tobón, el mayor valor que notó Alejandro, tiene sentido. Pero, las cifras oficiales son otras: el Sistema de Información de Precios y Abastecimiento del Sector Agropecuario (Sipsa), registra en sus reportes que en los últimos seis meses el precio del kilo de tilapia estuvo entre 10.100 y 11.900 pesos (ver gráfico).
Cómo la ven los pescadores
Pese a la variedad de peces que el turista español y los demás compradores aprecian en los diferentes puntos de venta en Medellín, y al parte de tranquilidad que da el Gobierno, la perspectiva es diferente cuando se escucha a los productores (ver ¿Cómo funciona?).
En Silvia, departamento del Cauca, unas 1.200 familias campesinas e indígenas dedicadas a la producción de trucha afrontan otra realidad.
Huberto (así, sin m) Ortiz, gerente de la productora y comercializadora Apropesca, cuenta que el fenómeno de El Niño redujo las expectativas que para esta temporada tenían los pescadores.
“El cambio climático aceleró la cosecha y redujo el tamaño de los pescados. El volumen calculado de 20 toneladas al mes también se mermó. Como si fuera poco, la importación del basa le resta espacio al producto local”, dice.
En otra parte del país, la isla de San Andrés, la dificultad se encara desde hace más de tres años y traspasa la frontera marítima con Nicaragua.
Así lo relata Lucy Álvarez Bustillo, gerente de la comercializadora Antillana en ese departamento, quien asegura que desde el primer fallo de La Haya, en noviembre de 2012, la flota pesquera y el volumen de pesca de langosta se redujo a la mitad o más.
“La empresa tenía trece embarcaciones y ahora opera con cinco, la producción también rebajó de 120 toneladas al año, estamos en 40 o 45 toneladas”, insiste la empresaria, quien anota que la mayor parte del producto se despacha para el mercado extranjero.
En resumen, para evitar se problemas con autoridades nicaragüenses, los dueños de barcos siguen trabajando en la misma zona. Pero ahora prefieren desembarcar y llevar su producción al país centroamericano.
Además, esta faena está por suspenderse por la veda de langosta (restricción) del primero de abril está por suspenderse (ver Informe).
Crece el consumo
Pero la langosta no hace parte de la dieta de los colombianos y el Sipsa en sus informes semanales de precios ni siquiera la incluye.
En su paso por la Minorista, Alejandro tampoco busca langosta, pero nota que la variedad pesquera en Medellín difiere de la española. “En España no consigo tilapia o bagre, lo usual es bacalao, merluza, salmón o anchoa”.
Tobón, por su parte, afirma que en tres décadas en La Minorista ha visto los cambios del mercado. “Antes aquí en Medellín solo se vendía pescado aquí. Un jueves Santo no había ni por dónde respirar, ahora se ofrece en los supermercados, en las carnicerías, el Centro está lleno de pescaderías. Lo más vendido era el bagre pequeño, la tilapia no existía, y también salía la doncella y el bocachico criollo, que abundaban”.
Desde la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (Aunap) se señala que las cifras de hace 30 años dan cuenta de que el consumo de pescado era de 1,7 kilos anuales por persona, para 1996 se incrementó a 3,7 kilos, mientras que para hoy casi se duplicó, a 6,7 kilos.
“Estamos a 4 % del consumo de la carne de cerdo y esto es un avance significativo”, Otto Polanco Rengifo, director de la Aunap.
Comemos poco pescado
Sin embargo, si se compara Colombia con otros países, el consumo sigue siendo bajo; por ejemplo, en España se registraron el año pasado 38 kilos por persona y Japón 54 kilos, mientras que el promedio de América Latina es de 18 kilos por año.
El bajo consumo nacional se debe a que la pesca y la acuicultura no estaban preparadas para abastecer la alta demanda de los consumidores, que ha venido en aumento.
La Encuesta Nacional de Situación Nutricional (Ensin), 2010, concluyó que el 61,1 % de los colombianos consume pescado o mariscos una vez por mes y que solo el 26,9 % lo hace semanalmente.
Es evidente, que el consumo de pescado en el país es regionalizado, con un consumo alto en las zonas donde el acceso a otros productos proteicos es bajo (ver Claves).
De acuerdo con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud), en las áreas ribereñas y costeras el 90 % del consumo de proteína de origen animal proviene del pescado; no obstante, es bajo el consumo de pescado en comparación con otros productos proteínicos como el pollo, la carne y el cerdo.
Desde el punto de vista de los comercializadores también es notorio que en el pasado las mayores ventas de pescado (el 90 %), se lograban en la Cuaresma y la Semana Santa. Pero hoy, enfatizan en que el consumo se ha emparejado y que en incluso en los diciembres la demanda observa repuntes significativos.
Cambiante o no, con variedades distintas a las del pasado, el negocio del pescado espera que esta Semana Mayor se multipliquen las ventas y que clientes como Alejandro puedan disfrutar en familia de una cena en tiempo de vigilia..
Lo que ve el Gobierno
Contrario a lo que observan los comercializadores desde sus negocios en La Mayorista y La Minorista, la Aunap tiene otra idea: “hay suficiente oferta de pescado para Semana Santa”, afirma , su director .
Añade que los peces de cultivo de diversas partes del país, el pescado importado, sumado a pescas industrial y artesanal, “conforman suficiente oferta para suplir necesidades de consumo en esta época” (ver Textualmente).
El funcionario sostiene que la oferta, en cuanto a variedad de pescado, es amplia y aconseja a los consumidores busquen alternativas: “en el mercado se encuentra bagre, mojarras, sierra, róbalo, entre otras tantas especies que son de buen gusto para el consumo en esta Semana Mayor”.
A su turno, el ministro de Agricultura, Aurelio Iragorri, secunda el argumento de Polanco e invita a los consumidores a apoyar el trabajo de 75 mil familias colombianas que viven de la actividad pesquera.
Lo cierto es que solo hasta ahora comienza a evidenciarse una política clara. Está revaluándose una ley que llevaba más de 30 años de vigencia y que no ha permitido avances en el golpeado sector.
“El país tiene como prioridad incentivar la pesca y la acuicultura, pues fomenta empleo, contribuye a la seguridad alimentaria y da riqueza, no a pocas, sino a muchas personas”, afirma Polanco. Que así sea en esta Semana Santa de escasez y altos costos