La soya en Colombia: indicador de baja competitividad del agro
La baja infraestructura del sector agropecuario en el país no permite que este cultivo se masifique. Expertos creen que inversión y reglamentación del mercado funcionaría.
Escribo sobre economía y negocios. Periodista y estudiante de Ciencia Política.
En dos años, en el campo colombiano deberán crecer 240 mil hectáreas de soya, la meta fijada en el plan Colombia Siembra. Lograrlo implicaría aumentar en casi 1.000 % las 23.665 hectáreas que se cultivaron en 2015 en el territorio nacional.
Solo este año, las hectáreas sembradas deberían duplicarse y tener 30.000 más, según los datos entregados por el Ministerio de Agricultura. Detrás de estas cifras se esconde una realidad que va más allá de esparcir las semillas en un campo o arar bastas extensiones de terreno.
Así se evidenció durante el tercer Foro de Suministros Sustentable de Granos y Oleaginosas del Consejo de Exportadores de Soya de Estados Unidos (Ussec) y que concluyó este fin de semana en Nuevo Vallarta, México.
“Colombia puede tener un gran potencial dentro del mercado de soya, pero tiene un inconveniente: su geografía no le permite ser competitivo. Incluso puede ser más barato traer un contenedor desde afuera que sacar frijol de soya o cualquier otro producto desde el mismo país”, indicó a EL COLOMBIANO, Francisco de la Torre, director para América Latina de la Ussec.
Ese rezago competitivo cobra importancia, al Colombia importar 70 % del maíz y soya que demanda la agroindustria.
Solo el año pasado, se trajeron 10 millones de toneladas de estos dos productos básicos para la seguridad alimentaria de cualquier país: son la base de la producción de alimentos para animales como pollos, cerdos y peces. Solo en soya, las importaciones ascendieron a 2 millones de toneladas.
Que eso sea así va más allá de los costos de transporte, que afectan a todos los sectores económicos del país, pues uno de los principales problemas son los pésimos centros de almacenamiento y secamiento de granos.
“Si bien hay un grado de receptividad de parte del Ministerio de Agricultura, la poca disponibilidad de recursos para la ejecución de una política económica enfocada al sector agrícola es evidente”, comentó a EL COLOMBIANO Juan Kamilo (con K) Quiroga, director de Estudios Económicos de la Federación Nacional de Cultivadores de Cereales y Leguminosas (Fenalce).
Justamente, ese fue uno de los temas que más peso tiene para los expertos consultados por este diario en el foro de Ussec. La producción y proyección de la soya en Colombia también está medida por el factor productivo.
“En Colombia pasa algo similar a lo que nos ocurrió en México. El dilema no está solo en cómo hacemos para sembrar más, hay que buscar un escenario para producir más”, aseguró Juan Antonio Hinojosa, vicepresidente para América Latina de Intl FCStone’s, firma global dedicada al manejo financiero de commodities (materias primas).
Para el ejecutivo, la competencia con Estados Unidos, Argentina o Brasil no debe estar medida simplemente en sustitución de las importaciones, pues la proteína para los animales siempre se necesitará.
“Lo que debemos hacer como países latinoamericanos es darle herramientas a los agricultores para que generen cadenas de valor frente a sus retos competitivos. La clave es asegurar la comercialización del producto nacional, así surge más inversión”, explicó.
El ejemplo mexicano
Así que la competitividad frente a grandes potencias que industrializaron su agricultura, como Estados Unidos y Argentina, debe darse en función del valor agregado y asegurar seguridad alimentaria.
La firma del Tratado de Libre comercio (TLC) con EE. UU., atemorizó a productores mexicanos de soya, que esperaban una inundación del grano norteamericano. Sin embargo, diseñaron una política de comercialización para mantener y proteger el mercado nacional sin mermar las reglas de comercio.
“Hubo liberación para canales de comercialización con base en precios internacionales, lo que fue clave para productores nacionales. Se debe llegar al punto que al consumidor le sea indiferente si lo que está comprando es importado o cultivado en México”, analizó Hinojosa.
Con esto, según indica se logró que, por lo menos toda la producción de México se ajustara al precio de Bolsa y se asegurara su venta. Hoy por hoy, ese país tiene más de 400 mil hectáreas sembradas de soya y es al mismo tiempo el cuarto mayor importador de soya del mundo.
“Conociendo el mercado colombiano y entendiendo su potencialidad, estoy seguro que podrían implementar un proceso como el aplicado en México”, subrayó el experto.
La propuesta del Gobierno
Mientras ese tipo de experiencias sirven de ejemplo para el país, por ahora el Ministerio de Agricultura informa que ya está definido el capítulo de soya en el plan de Colombia Siembra, según la respuesta a un cuestionario enviado por EL COLOMBIANO.
“Para este cultivo tenemos unas líneas especiales de crédito para subsidiar tasas de interés de productores de estas cadenas. Además apoyamos con un seguro que va entre el 60 % y el 80 % del valor de las pólizas sobre sus siembras”, agregó la cartera.
El otro punto de la estrategia es fortalecer el Incentivo de Capitalización Rural (ICR), que busca aumentar las inversiones privadas que estén orientadas a modernizar actividades agropecuarias.
Cuando se lanzó el plan Colombia Siembra, el ministro Aurelio Iragorri, aseguró que con esta herramienta no se entregarán subsidios que no estén atados a resultados. En 2015, por medio del ICR se giraron recursos por más de 314 mil millones de pesos.
La apuesta tendrá que ser eficiente, si se quiere que el agro colombiano crezca, por lo menos, a la par de la economía nacional: el Dane reportó que en entre enero y marzo pasado el agro creció 0,7 % frente al mismo lapso de 2015 y cayó 3,1 % frente al cuarto trimestre del año pasado.
En soya: Antioquia, ¿qué?
De otro lado, el 86 % de las proyecciones del Ministerio están orientadas a cultivar soya en Meta, Vichada y Valle del Cauca. Pero desde Fenalce no se descarta que Antioquia pueda ser piloto para desarrollo y ensayo de sembradíos de esta leguminosa.
Y es que el departamento tiene mucho que ver como uno de los grandes receptores de la soya importada. Datos de la Asociación Colombiana de Porcicultores (Asoporcicultores) indican que el 50% de la producción de carne de cerdo del país está en territorio antioqueño.
En un escenario de alta importación, la competitividad del mercado se ve diezmada. Con un ciclo de devaluación del peso frente al dólar, las expectativas de muchos industriales se inclinan hacia la sustitución de productos traídos del exterior por materias primas colombianas.
En el caso de la soya para alimentos balanceados el cultivo nacional es insuficiente y deben conseguir soya importada con tasa de cambio de 3.000 pesos.
Este mismo panorama lo vive el sector avícola en el país. Según Andrés Valencia, presidente de Fenavi, gremio del sector, el mercado de carne está más concentrado y 20 empresas explican el 75 % del pollo que come el país.
Pero en el caso de los huevos, son más de 3.000 empresas que atienden mercados regionales y sus costos aumentan de igual forma que sucede para grandes compañías.
Para Mark Ánderson, director regional de la Ussec para América, la situación de los países como Colombia que soportan el mercado de la soya con importaciones se mantendrá de esa forma, porque en especial los cultivos de soya y maíz requieren de alta tecnificación para ser altamente productivos.
Pero ese es el primer paso. De ahí viene, según él, lo más importante: tener una estructura sólida para que la relación del agricultor sea directa y competitiva con la transformación de la materia prima. El asunto es que eso necesita no solo tiempo, también mucha inversión*Por invitación de Ussec.