Columnistas

16*. En juego

21 de febrero de 2021

No son pocas las cosas que están en juego. No es solo la institucionalidad, empresas icónicas de la ciudad, programas sociales que han logrado cerrar la brecha social y económica. No son solo puestos de trabajo y partidas presupuestales. A decir verdad, es mucho más lo que está en juego.

Está en juego el capital social. Construido con alpargatas que llegaron en mula a asentarse y se tradujo en inteligencia emocional construida con años de confianza en las relaciones entre vecinos: el valor de la palabra. Relaciones que después se formalizaron con la administración pública y políticas claras a favor del interés colectivo. Capital social que permite decir con orgullo: “Quiero a Medellín, Amo a Medellín”. Quizás agregar: Defiendo a Medellín.

Uno de los puntos más graves de la situación administrativa actual es que el escepticismo está llegando al punto en que sugiere la inactividad. La pasividad. En pocas palabras, la indiferencia. El más grave error para todos. La clara victoria para ellos.

Hoy está en juego la identidad. Eso que ha definido esta región. Lo que ha caracterizado históricamente su deseo de unidad. La que en algunos escenarios se ha calificado de regionalista, pero acá se le conoce como naturaleza. La que ha dado ejemplo al país entero.

Está en juego esa rebeldía impresa en el ADN de los locales que los enardece cuando se sienten agredidos. Y lo que hoy se vive, es una violenta y muy manifiesta agresión a la ciudad que afectará su desarrollo social, cultural y económico por varios años si no se frena a tiempo.

Está en juego esa misma energía que ha logrado por muchos años, poner a los locales de acuerdo para definir quiénes son los mejores individuos para asumir responsabilidades que guían el colectivo de la ciudad, sea en cargos públicos o privados. Y éste es un llamado particular, si se quiere, un grito de auxilio: empresarios antioqueños, trabajadores voluntariosos, en los 90 fue necesario defenderse de amenazas exógenas e incluso del narcotráfico sobre el tejido empresarial local. La unidad y el enroque lograron la defensa del interés colectivo. Hoy se requiere una respuesta de una magnitud aún mayor. Mejor coordinada. Mejor pensada.

La democracia dio una lección amarga para aprender con el resultado electoral pasado. Hoy se viven esas consecuencias. Esta es la oportunidad de reivindicarse y reconocer que quedó aprendida. Para que quienes entonces favorecieron la división se pregunten: ¿valía la pena partir diferencias para encontrar este escenario? ¿Era mejor unir voluntades?

Hoy la alternativa no es el silenciado Concejo de Medellín por intereses particulares. Tampoco lo es criticar ni quedarse en trinos sin pensamiento crítico. La verdadera alternativa es moderar el ánimo, pensar con cabeza fría y encontrar la unidad en la voluntad. Al unísono y sincronizados actuar. La alternativa es actuar y hacerlo implica:

(i) Reconocer que la trayectoria administrativa actual es tan erosiva y nociva que degradaría irrecuperablemente la ciudad que hasta hoy se conoce en caso de que se admita en los términos democráticos vigentes, terminar el periodo administrativo actual.

(ii) Y esta es quizás la exigencia emocional más fuerte pero necesaria para encontrar la unidad. Sabiendo que hoy no se trata de caudillismos o regionalismos enfermos, hacer a un lado las excusas y motivos que rechazan el movimiento que originalmente radicó la revocatoria, para encontrar en ella no las justificaciones, sino el resultado que se busca. Y acá el argumento de unidad: un resultado que permita recuperar las riendas honestas y constructivas de la ciudad. Que no se desnutran nuestros niños.

(iii) Apoyarse en la veeduría ciudadana que se está haciendo (Todos por Medellín), para encontrar argumentos y pruebas necesarias.

Finalmente, y con esto, lograr que los ciudadanos sientan que quien se atreve a agredirlos, encuentran oposición legal y contundente. Que existen mecanismos de defensa efectivos y que el patrimonio público además de ser de todos, se defiende por todos