Columnistas

24*. Curvas

06 de junio de 2021

Se mostraban dos curvas en la gráfica. Una de crecimiento exponencial, como las de moda en este momento. Rampante a la vertical y casi asintótica. La otra lineal y progresiva, casi aburrida.

La primera, referente al cambio tecnológico (hardware y software). La segunda, alusiva al cambio social incluido el político.

La imagen hizo evidente que algunas tecnologías y la potencia al usarlas superaron la capacidad intelectual o el nivel de consciencia de quienes las utilizan. Un sentimiento contradictorio. Por un lado, la tecnología desarrollada deja clara y en evidencia el nivel intelectual, la capacidad productiva y de avance científico de la humanidad como especie. Un punto nunca visto en millones de años de evolución de la especie. Sin embargo, también deja en evidencia que esa capacidad la ostentan unos pocos con acceso a esa educación y capacidad industrial. Del otro lado, muestra que quienes usan esas tecnologías no necesariamente comparten la misma idiosincrasia de quien la produce. Tampoco sus propósitos. Y ahí termina tergiversándose la utilidad para la que inicialmente se diseñó el producto a pesar de su adopción masiva. ¿Accidente tecnológico? ¿sociológico y antropológico también?

Sonará cliché pero las redes sociales son buen ejemplo. Una cosa la idea de diseño bajo la cual nacieron y otra el uso que se les da. Por mencionar algunos efectos adversos respecto al origen en su diseño, la simplificación de ideas y conceptos en espacios reducidos de caracteres para publicar, apoyar con un “me gusta” ideas que todavía no han sido discutidas o argumentadas, la imposibilidad de contraargumentar, el simple hecho de tomar partido y dividir. Decir lo que sea atropellando la razón, la emoción y ese concepto tan etéreo que es “la verdad”. Réplicas masivas que con incautos se logra como risas de hienas en manada para respaldar una idea que en el fondo todos repudian.

La diferencia de la definición de ética (del griego ethos, conducta) y moral (del latín moralis, costumbre) no es motivo de esta columna, pero quizás la obligación a la que el acelerado cambio tecnológico lleva a la necesidad de hacer primero actualizaciones morales más rápidas, y con ellas a su vez y sabiendo que reaccionan a ellas mismas, actualizaciones éticas a la misma velocidad. Quizás es ese desfase entre cambio tecnológico, moral y ético, el origen del estallido social que se vive y por ende, se necesita una elasticidad moral diferente. Mutaciones sociales tan rápidas como para alinearse con la mutación tecnológica. Más contradictorio será pensar aún si lo que se necesita es una adopción tecnológica más progresiva (lineal) y en línea con lo que la idiosincrasia cultural admite (recordando lo que dice E.F. Schumacher en “Lo pequeño es hermoso”). Pero la economía no lo admitirá.

A esta reflexión llevó una conversación con Gabriel Mesa Nicholls. En internet se encuentran varias cosas de él. Su historia profesional y estrecho vínculo con el arte, podcast que acercan a su pensamiento (recomendado el de Conversaciones que transforman). Quizás los datos más interesantes y no publicados en redes son el maravilloso padre que tiene y opina de su actividad, y el punto al que por medios propios ha llevado su ego para lograr conversaciones simples y profundas con cualquiera. Ideas inspiradoras y pensamientos además de alegres, constructivos y optimistas. Un tipo que merece la pena conocer.

El mismo Gabriel recomienda varios libros. Más de la cuenta porque el hombre hace curaduría detallada de lo que se debe leer considerando el poco tiempo disponible para leer cosas tan buenas. Entre ellos, “Qué harías si no tuvieras miedo” de Borja Vilaseca. Una contradicción a la economía en principio, pero luego, una discusión abierta para hacer las cosas diferentes para obtener resultados diferentes. En este momento, preguntando si la responsabilidad de la solución social que se busca debería estar en el omnipresente Papá Estado, en las benevolentes Madres Corporaciones o Empresas, o si preferiblemente la solución debería estar en la Responsabilidad Personal