Columnistas

27* Números

08 de agosto de 2021

“Es que las matemáticas no son lo suyo”, “se le da mejor con las humanidades”... ¿Cuántas excusas para evadir un Placer Mayúsculo?, ¡qué hábil el cerebro autojustificándose!

Quizás ha sido una barrera invisible creada por quienes mal distinguen entre habilidades duras y blandas para separar lo humano de lo racional, cuando, según Spinoza, convergen por igual. ¿Qué será más difícil: lograr que dos personas coincidan en su opinión o que una operación matemática hecha por esas dos personas entregue el mismo resultado?

El mundo de las matemáticas se ha entendido como una frontera para dividir las capacidades individuales. Los que “entienden de números y los que no”. Nada más distante de la realidad. Vale cuestionar el método usado para acercarse a ellas, a esa lengua que debería permitir llamar a las personas bilingües (español y matemáticas) o, mejor que eso, humanistas de facto por la comprensión del mundo que los números permiten alcanzar. Un mundo del que nadie debería evadirse y en el que un ciudadano de cualquier país puede conversar por ser un lenguaje universal.

Quizás el origen de la situación se encuentra en el método de aproximación que en programas académicos escolares y universitarios se sigue. También en la resumida utilidad que se le ha dibujado a esos mundos posibles que pueden crear las matemáticas. En últimas, sirven para mucho más que simplemente sumas y restas o encontrar resultados numéricos. Pueden explicar mucho más que eso. Quizás lo que ha faltado es la imaginación para asociar esos mundos numéricos con el ser y la naturaleza, ¿la música?

El libro de Marcus du Sautoy (1965), catedrático en matemáticas de la Universidad de Oxford y escritor de “La música de los números primos”, ofrece una gran alternativa a la educación matemática, apoyado en un hilo conductor: el de los números primos, unos que pasan desapercibidos, pero que explican lo sorprendente en la naturaleza.

Sautoy redacta una historia biográfica de la evolución de las matemáticas desde Euler (1707-1783), pasando por Gauss (1777-1855), haciendo énfasis en Riemann (1826-1866) y su hipótesis, para llegar a los matemáticos vivos que continúan con el hilo conductor. De manera deliberada, este maravilloso libro es capaz de pasar por contextos históricos de estos individuos allí referenciados logrando dos cosas sobresalientes:

La primera, una descripción detallada de las personalidades que se alojan en las grandes mentes matemáticas y de cómo se cultivaron cada una de ellas, también identificando el detonante de su curiosidad: en la mayoría de los casos, un libro viejo.

La segunda, la historia de la evolución progresiva de las matemáticas para justificar su avance natural —la forma como aparecieron nuevas teorías y conceptos para ir superando cada vez las dificultades que el mundo de esas abstracciones matemáticas supone, también la imaginación requerida en ese proceso— y para confirmar que tienen de todo, menos de aburridas.

Quizás sea posible una estructura más ordenada para enseñar el origen y evolución y no hacerlas simples fórmulas o métodos para resolver problemas abstractos. Para ayudar a explicar y a entender la naturaleza humana, la de la vida y mil fenómenos más que se escapan a los ojos desnudos ¿Cuán valioso sería entender así el cálculo diferencial, el integral, el vectorial, la geometría euclidiana?, ¿el álgebra lineal? Dar saltos inmensos para vincular las matemáticas con la mecánica de fluidos, e incluso con la física y encontrar justificación a la computación cuántica.

Quizás sea posible rediseñar la aproximación a las matemáticas y la forma como la humanidad se vincula a ellas para despertar ese goce espiritual que ofrece la comprensión más completa del mundo y sus fenómenos. Para cultivar y promover momentos orgásmicos, como el Conatus de Spinoza, gracias al maravilloso mundo de los números.

Queda claro que se quedan cortos los sentidos y que se necesita mucha más imaginación que la que ofrece el mundo sensorial, muchas dimensiones más que las del mundo real para disfrutar la vida