3E: El civismo
La revolución francesa en 1789 y sus ideales –Libertad, igualdad y fraternidad– trajeron consigo la secularización del Estado: la transición de una sociedad regida por principios teológicos (cualquiera sea la doctrina), a una sociedad laica. Algunos asocian la palabra secularización al alejamiento de la voluntad divina. Otros a la caracterización de procesos humanos que se viven por fuera de la esfera individual, como las conductas humanas que atraviesan las sociedades o las naciones.
Es la secularización lo que dio origen al civismo. Aquellas pautas de comportamiento mínimas requeridas para vivir en una colectividad. Acciones que no están gobernadas por el temor a una entidad superior; sino porque según el común acuerdo, tienden a un equilibro positivo y duradero entre quienes entran a ese acuerdo.
De civismo no se ofrecen clases en el colegio o la universidad. No es materia que se enseñe en la academia. Es asunto de educación familiar. Cada familia (unidad básica de la sociedad), educa a sus miembros en esas reglas de comportamiento que se admiten y demandan socialmente. Son esos principios familiares, los que definen más adelante, el comportamiento de la sociedad.
El civismo se traduce en idiosincrasia, ese comportamiento característico de un conjunto de personas (el de una familia, barrio, o país). Es así que el civismo define hábitos de conducción vehicular en las ciudades, y también conductas en sistemas de transporte masivo. Para ejemplificarlo, algunas ciudades se dan el lujo de contar con un civismo que alcanza para que se haga fila ordenada para acceder al servicio. Otras, no cuentan con ese grado de conciencia colectiva para lograrlo. El mismo civismo ofrece esas bondades sociales para saludar en la calle a desconocidos por la simple cortesía de hacerlo, con el efecto positivo de que elimina prevenciones entre transeúntes. Ese simple saludo también logra estrechar las relaciones entre extraños y al final, intercambios humanos, culturales e incluso comerciales.
El civismo (sinónimo de generosidad, piedad, humanidad y altruismo), da cuenta de una familia robusta y bien constituida, capaz de cumplir normas sociales para convivir.
En esta antesala al periodo de elecciones que se avecina, conviene de alguna manera discernir el civismo de los candidatos que se postulan. Esa capacidad de vivir en un colectivo. De entender las normas sociales que deben respetarse para garantizar el correcto funcionamiento de la ciudad. En este periodo de campañas, conviene dejar saber a quienes se postulan y advertir a los votantes, que los mejores candidatos son aquellos que defienden ideas que respetan un núcleo familiar robusto. Uno que defiende y deja en evidencia a su público objetivo, el civismo necesario para tener discusiones constructivas. Lo que los votantes buscan, son candidatos capaces de tener argumentaciones objetivas, con argumentos racionales y discusiones desapasionadas para resolver situaciones que resultarán en su beneficio.
En esta temporada, cabe recordar que la administración pública es una responsabilidad compartida y que las decisiones que de manera individual se toman, acarrean con consecuencias de carácter colectivo.