4Q. Pensamiento IV
Dicen que el Congreso de la República recoge el promedio ideológico nacional. Que representa a Colombia. Hoy está compuesto por el Senado (100 elegidos por voto popular, 2 en representación de comunidades indígenas, perdedor de la segunda vuelta presidencial y 5 del partido Comunes), y por la Cámara de Representantes (161 elegidos en circunscripción departamental, 2 afrodescendientes, 2 indígenas, 1 en representación de colombianos en el exterior, entre otros).
El porcentaje de mujeres que allí participa (cercano al 22%) niega el hecho de que allí queda representado el promedio nacional por no ahondar en otras medidas de diversidad. Quizás quienes allí están sí lo hacen en la esfera más tradicional o costumbrista, si se quiere. Colombia sigue siendo una sociedad machista. También centralista, a su manera (aunque muchas regiones allí primen).
A ese grupo de personas habría que hacerle una corrección descontando intereses particulares e individuales. Así como en el periodismo no hay noticia objetiva. Toda noticia carga con el sesgo y la subjetividad de quien la escribe. Igual ha de pasar con los congresistas. Es posible imaginar varios filtros para determinar quiénes llegan a tales cargos: encontrar vocación de servicio público y la generosidad que requiere, cumplir con calificaciones necesarias y encontrar respaldo popular. Eso bajo la perspectiva más altruista.
Mejor pensar en otro promedio de la representación nacional...
Otra buena muestra de la diversidad demográfica de un país está en los equipos de fútbol de países con buena afición a ese deporte. Habría que comparar equipos femeninos y masculinos ¿Quizás mejor aún sería perfilar el equipo olímpico?
Lo cierto es que en tan preciadas selecciones se encuentra una mayor diversidad genotípica (ADN) y fenotípica (rasgos físicos). A estos individuos también habrá que hacerles una corrección para descontar correctamente dicho “promedio”. Pues son individuos que sobresalen por el esfuerzo y la dedicación, también por el empeño que imprimen a sus objetivos deportivos. Cosa que en un “promedio nacional” no sucede. Omitiendo este hecho, el no encontrarse o sentirse representado físicamente en dichas selecciones da para considerarse en una minoría nacional. Por lo menos en una minoría fisiológica, porque lo cierto es que, allí, la Ley de los Grandes Números y la Estadística aplican correctamente. Realidad.
Quizás exigiendo más agudeza en el análisis es posible afirmar que en tan selectos grupos de individuos quedan representados, además de rasgos físicos y culturales, también rasgos económicos y educativos promedio. Y no hacer parte de ese colectivo es sentirse avergonzado del propio país al leer en el trino de Anthony Zambrano, ese guajiro medallista olímpico, por sus errores ortográficos saludando y ofreciendo a su país tan grandioso triunfo. O sentirse embarazado por las intenciones de Miguel Borja, ese morenazo de 26 años y jugador de la selección Colombia que honroso publicaba su título de bachiller, recientemente logrado. O sentirse angustiado por los motivos por los que Yuberjén Martínez estaba dispuesto a recibir todos los golpes: una casa para sus hijos.
Bien escribir o leer esta columna ubica en unos privilegios de una minoría nacional que se siente distante del agregado nacional. O que, quizás, sin darse cuenta, una parte del colectivo ha tomado distancia de unas realidades nacionales que merecen más atención. Que la formación académica —o el mal llamado nivel educativo— ha creado una barrera invisible que separa mundos y que permite identificar absurdos que, a la luz de otros ojos, sin la misma experiencia o educación, resultan realidades. ¿Cuándo es absurdo creer en las malas intenciones de los illuminati?
¿Cómo conciliar las perspectivas cuando los ojos desde donde se ven los problemas tienen filtros diferentes?, ¿será una diferencia económica o cultural?, ¿será una diferencia en el nivel de formación académica?