Columnistas

Abrazo y apretón de manos

02 de agosto de 2016

La semana pasada sucedieron dos hechos que no pueden pasar desapercibidos en vísperas de una fecha histórica para Colombia: un apretón de manos y un abrazo, en donde ninguno actuó bajo el hechizo del “enmermelamiento”.

Los que se apretaron la mano frente a la Corte Suprema de Justicia fueron nada menos que Álvaro Uribe y Hollman Morris, en una audiencia de conciliación en que el expresidente y hoy senador reconoció su equivocación al tachar de terrorista al periodista y hoy concejal de Bogotá. Morris aceptó la rectificación de Uribe y fueron capaces de hacer lo que nadie se hubiera imaginado: estrecharse las manos en señal de reconocimiento mutuo.

Los que se abrazaron fueron dos personas de la costa Caribe cuyas familias y apellidos representan el corazón del conflicto que vive Colombia: Jaime Palmera, hermano del extraditado jefe guerrillero “Simón Trinidad” y Rodrigo Tovar, hijo del extraditado jefe paramilitar “Jorge 40”.

Estos dos actos son muy significativos porque se pueden entender como la señal, no solo para empezar a bajar la temperatura de los insultos, sino también para comenzar el camino de la reconciliación que intente construir una nueva Nación.

Nadie niega el sufrimiento padecido. Los bandos han causado una inmensa barbarie: cuál de ellos ha sido más cruel, ha robado más tierras, abusado a niñas y niños, dejado huérfanos, viudas, desplazados. Es hora de entender que aquí no hay unos más “buenos” que otros: en la dinámica del conflicto y por imponer su ideología, (ideología que realmente busca dinero: no se sabría decir cuál de todos quedó más millonario, y muchos inclusive por narcotráfico) todos han perdido rastros de humanidad, respeto y decencia.

Vamos a ver qué tan inteligentes somos en Colombia: si en la situación extrema que estamos viviendo, en la que muchos no creen en la buena fe de los otros y en la que algunos de los otros pretenden aprovechar la credulidad de algunos, seamos capaces de 1) Neutralizar a los dañinos (que usan armas y palabras virulentas), 2) Cambiar la mentalidad ambiciosa del beneficio propio que perjudica al otro (donde caben políticos corruptos y delincuentes) 3) Educar un nuevo colombiano con mentalidad desarmada e incluyente (que no se considere de mejor familia ni por apellido ni cuenta bancaria) 4) Practicar un modelo político justo y equitativo (que promueva el progreso de todos).