Acabando con nuestros recursos
Mientras gobierno, gremios y dirigentes sigan entendiendo el desarrollo del modo tradicional, cada vez estarán más amenazados nuestros recursos naturales.
En menos de dos semanas surgieron tres amenazas directas contra tesoros nacionales. La primera, una pataleta del expresidente Uribe, poco amigo de la riqueza natural del país (eliminó el Ministerio del Medio Ambiente) y en su gobierno se concedieron permisos mineros a diestra y siniestra. Es amigo del gran capital como única verdad y por eso su reclamo para que se pueda hacer un hotel dentro de un parque natural. ¡Como si fuera la única manera de hacer turismo!
Luego el debate sobre el puerto de Tribugá, que acabaría con una rica fauna marina y que abriría las puertas para deforestar una región bien preservada llena de biodiversidad. Un puerto que no se necesita porque Buenaventura está cerca y está subutilizado. ¿Cómo que cada ciudad tiene que tener un puerto al lado para poder exportar o si no pierde competitividad?
La tercera amenaza provino del Tribunal Administrativo del Quindío que dio vía libre a la explotación minera en Salento, extenso y rico municipio en paisajes y casa de una especie emblemática, la palma de cera. Una región muy explotada por el turismo generando riqueza para beneficio de los lugareños. Si llega la mina, ¿a dónde se irá el dinero?
Desarrollo no son solo obras físicas: carreteras, puentes, edificios, puertos, hoteles. Resulta inconcebible seguir destruyendo la tierra, cuando casi semana a semana se publican investigaciones sobre el serio lío en que andamos metidos en este planeta por el cambio climático, incluso con advertencias serias que seguimos ignorando.
Es de una necedad tremenda, por decir lo menos.
Riqueza la generan nuestros recursos naturales si no los destruimos. Plantas para estudiar y usar; bosques con gran diversidad de vida, muchos propicios para el turismo; ríos generosos en aguas, aunque cada vez más sucios y afectados por la deforestación; paisajes atractivos en toda la geografía nacional; y pueblos que esperan que esta sostenibilidad sea su redención socioeconómica.
Nada de eso tendremos si seguimos feriando todo al mejor postor persiguiendo un desarrollo económico finito que luego dejará tristezas y hambre.
No es impedir la construcción de hoteles ni de infraestructura: es saber dónde y cómo porque no todo se puede hacer en cualquier sitio.
Los caprichos de los políticos no pueden hipotecar el futuro del país.
Maullido: aplausos para Área Metropolitana que reconoció que el aire sucio sí enferma y mata.