ACEPTAR LAS REALIDADES DE COREA DEL NORTE
Corea del Norte no es un problema que puede ser solucionado. Por más que el Occidente exprese deseos de una revolución, el régimen de la familia Kim ha sobrevivido mucho más tiempo del que casi cualquiera predijo. Incluso hoy, no muestra señas de colapsar, y los norcoreanos no muestran señas de rebelarse en masa.
¿Alguien realmente cree que con otra ronda de sanciones el líder del país, Kim Jong-un, de repente entregará el poder y los norcoreanos todos se convertirán en demócratas liberales? ¿O que de alguna manera Washington puede blandir suficientes portaaviones que las fuerzas militares norcoreanas y su establecimiento político se rendirán?
La amplia burla de Kim Jong-un como un extravagante bufón es una seña de nuestro manejo mal dirigido. Verlo como una broma es un error no porque sea maleducado, sino porque contribuye a una peligrosa subestimación de su poder. Kim ha logrado reinar por casi seis años como un brutal dictador totalitario. Puede ser muchas cosas, pero no es de peso liviano. Los líderes no sobreviven bajo tales circunstancias sin ser políticos estupendos.
Sanciones y amenazas no han funcionado en el pasado, y más de lo mismo ciertamente no funcionará en el futuro. Como lo hicieron su padre y su abuelo, Kim enfrenta presión con presión. No es sorpresa que un auge en las pruebas de misiles vino justo cuando la administración Trump hizo amenazas sobre el envío de portaaviones y posibles golpes preventivos. Corea del Norte no es impredecible; más bien es el país más predecible en la tierra.
Los norcoreanos también son muy calculadores. Al dirigir misiles de prueba hacia Japón, Pyongyang está enviando una señal clara: apúntele de manera preventiva a nuestros sitios de misiles y nosotros apuntaremos a Japón, probablemente a los aproximadamente 50.000 americanos estacionados en las bases militares de los Estados Unidos allá. No sería el comienzo de una segunda guerra de Corea, sino más bien un pellizco por un pellizco. ¿Los Estados Unidos realmente quieren incrementar lo que está en juego por segunda vez? Japón, China y Corea del Sur querrían hacerlo?
Las armas nucleares son casi inútiles para la coerción, pero son excelentes para la disuasión. Están diseñadas para asegurar la supervivencia del país y el régimen. Mientras más presión hace Estados Unidos sobre los norcoreanos, más probable es que ellos sigan perfeccionando sus misiles y armas nucleares. En breve, la disuasión funciona, y ni Corea del Norte ni el resto de mundo corre el riesgo de que se le olvide esto.
Hace veinte años tal vez existía la oportunidad para que los dos lados llegaran a un acuerdo. Pero tanto Washington como Pyongyang han tenido años de evidencia para apoyar sus declaraciones en cuanto a que el otro lado no cumplirá su palabra.
La buena noticia es que la disuasión es efectiva en ambos sentidos. Corea del Norte no posee casi nada de amenaza para Corea del Sur con tal que la alianza entre Estados Unidos y Corea del Sur permanezca a prueba de fuego. Kim Jong-un puede ser muchas cosas, pero no es suicida. La disuasión seguirá funcionando.
Pero el problema norcoreano es mucho más grande que su programa nuclear. El país está pasando por un desastre humanitario. El número de personas tratando de huir del país podría elevarse en una crisis. También es un agujero negro económico y ambiental que limita el comercio y los viajes a través del noreste de Asia. Si bien los desafíos políticos que acompañan al programa de armas nucleares son inevitables, el Occidente debe seguir esforzándose por resolver estos otros problemas.
Es posible que los políticos en Estados unidos y Corea del Sur no quieran admitir que el arsenal nuclear norcoreano es una realidad, pero Washington tiene historia de dejarse convencer. Estados Unidos pasó más de una década ignorando la situación en Asia del Sur antes de finalmente reconocer que India y Pakistán tenían armas nucleares.
Corea del Norte está en una clase por sí misma. Pero ignoramos que es un verdadero país con un gobierno en funcionamiento a nuestro propio riesgo. Para los Estados Unidos, el progreso constante en el alivio de los problemas humanitarios y económicos, al tiempo que mantiene una fuerte disuasión contra el programa nuclear, es el único camino a seguir.