Acercarse a Qatar
Durante los días que estuve en ese país, me atacaron con sonrisas, me amedrentaron con saludos y me hicieron sentir incómodamente bienvenida.
Acabo de llegar del Mundial y debo confesar que al igual que quienes me rodeaban, el miedo a visitar Medio Oriente fue algo con lo que debí luchar en las semanas antes de tomar el avión. Me preocupaba sobremanera lo que pudiera pasar y en varias ocasiones vislumbré situaciones que podrían volverse incómodas. Empaqué con la prudencia de quien no sabe a dónde va y la conciencia de quien sabe que se sentirá insegura en todo momento.
Tras un par de días en Qatar debo confesarles a aquellas personas que me advirtieron de los peligros de dicha tierra que tenían razón, Qatar es un sitio peligroso. Durante los días que estuve en ese país, me atacaron con sonrisas, me amedrentaron con saludos y me hicieron sentir incómodamente bienvenida. Los sesgos consecuencia de los cientos de películas y series que muestran la crueldad del Medio Oriente me habían hecho crear una imagen violenta de aquellas tribus nómadas y la verdad no podía estar más alejada de la realidad. Al igual que con Colombia, Hollywood logró su objetivo, solo que en vez de ver a Pablo Escobar en cada colombiano, vemos a cada qatarí como un posible fanático religioso explosivo.
No voy a entrar en discusiones alrededor de los hechos que llevaron a que el Mundial se realizara en dicho país, no tengo pruebas suficientes ni argumentos que me den la autoridad moral para juzgar lo sucedido, tampoco entraré en discusiones sobre la situación que viven las mujeres, pues creo que esa conversación debe surgir de una mayor comprensión de la realidad y un contexto del que aún carezco. Lo que sí quisiera es abrir la discusión alrededor de los beneficios que el Mundial trajo consigo, la exposición de Oriente, la oportunidad de reconocimiento de lo que nos une y de aquello que como consecuencia de las religiones hoy nos separa.
Casi con todos los que hablé estando en Qatar compartían la sorpresa de estar en un país lleno de gente extrañamente feliz, en donde el desarrollo permitía movilidad y generaba dinámicas sociales incluyentes. Ver a las familias compartiendo y permitirme entender el trato que entre ellos se daban fue enriquecedor, comprender que en aquel pequeño país estaban reunidas personas de muchas partes del mundo conviviendo en armonía me llenó de esperanza. En ese lugar tildado de un violento fanatismo religioso, encontré la esperanza de la cooperación y sentí que la integración humana se materializaba, en los estadios, en sus alrededores, en sus souqs. La verdad no importaba de qué nacionalidad eras, lo importante es que estabas allí movido por la pasión del fútbol.
No estoy segura si regresaré algún día a Qatar, pero de lo que sí estoy segura es que haberlo visitado me abrió las puertas de la mente, expandió la comprensión que tengo sobre el mundo, disminuyó mis sesgos y me permitió identificar estereotipos que generan división y conflicto. Ojalá nos tomáramos en serio la revisión del material audiovisual que consumimos, y con la misma pasión que salimos a criticar la series que venden que en Colombia sin tetas no hay paraíso o la idolatrización del narcotráfico, también señalemos las que generan estereotipos y sesgan culturas y religiones diferentes