Columnistas

AGACHARSE-INCLINARSE-ABAJARSE

13 de marzo de 2016

La liturgia de este domingo nos lleva al corazón de la misericordia de Dios, de la mano de Jesús, por quien Pablo apóstol no dudó en afirmar que todo lo conquistado antes era basura ante el conocimiento del amor de Dios en Jesucristo.

Los movimientos de Jesús, que presenta el Evangelio en este texto, son altamente reveladores e inspiradores sobre la Misericordia de Dios. Identifiquémoslos para su interpretación:

*Del Monte de los Olivos al Templo: aparece sentado enseñando a la gente.

*Los escribas y fariseos lo ponen a prueba presentándole una pecadora adúltera; que según la ley debe morir apedreada. Jesús se agachó para escribir en tierra.

*Ellos insisten que la juzgue, según la ley de Moisés. Jesús se incorpora y declara la sentencia: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”.

*Dada la sentencia que cumple con la Ley, Jesús vuelve a inclinarse-agacharse para seguir escribiendo en el suelo. Esta vez, anota el texto, para dar ocasión de perdón ya no solo a la mujer, sino a todos los hombres representados en los escribas y fariseos, que uno a uno se fueron retirando, comenzando por los más viejos.

*Vuelve a enderezarse-levantarse (símbolo del resucitado, que devuelve la vida), y dice a la mujer: que Él no la condena, que vaya en paz y no peque más.

Estos movimientos resaltados: sentado-agachado-incorporado-agachado, finalmente: levantado-exaltado, evidencian, necesariamente, una contracción del vientre y entrañas de Jesús. Lo que en original griego se describe con el verbo: Splagnisomai.

También hoy, todos: hombres y mujeres pecadores, somos el objetivo primordial de la misericordia de Dios; por la salvación que realiza Jesús en su propio ser (cuerpo); entregando su vida en un proceso de inclinarse, agacharse abajarse a tierra (muerte), para luego levantarse (resucitar); realizando así todo el misterio de la salvación, más allá de la Ley y su justicia; como la manifestación absoluta y plena del amor misericordioso de Dios.

Estamos a punto de concluir la Cuaresma y comenzar a celebrar el Misterio Pascual: muerte y resurrección de Jesús, para nuestra salvación. Que la gracia de la Misericordia, de este año santo de la redención, nos permita vivir con estos mismos sentimientos, nuestra vida permanente en relación con Dios, con la naturaleza y con nuestros hermanos. Que el Dios misericordioso, que se reveló en Jesús, nos conceda todo su amor en términos de Paz, para nuestro país y para el mundo entero. Ojalá asumamos todos la propuesta de “agacharnos-inclinarnos”, para alcanzar perdón y reconciliación: La Paz, como don de Dios.