AGONÍA DE UN PARTIDO POLÍTICO
En materia de comportamiento político hay postulados que han sido demostrados a través de los años, algunos de ellos incluso desde épocas inmemoriales. Uno de esos axiomas, absolutamente verificables, es aquel que afirma que el acceso al poder constituye el fin primordial y la razón de ser de un partido político. Este principio se manifiesta con mayor contundencia en un sistema de gobierno presidencialista como el nuestro, en el que no es posible concebir un partido político cuya dinámica consista en negarse la posibilidad de llegar al poder.
Si se tiene en cuenta que en el modelo político constitucional colombiano, para alcanzar las instancias del poder no basta con tener posibilidades de ocupar curules en el Congreso, en las asambleas departamentales, en el concejo distrital o en los concejos municipales, sino ocupar las más altas instancias individuales del Poder Ejecutivo, es decir, la Presidencia de la República, las gobernaciones o las alcaldías, un partido que por desidia institucional, por negligencia de sus dirigentes o por ausencia doctrinaria renuncie a buscar en los procesos electorales esas altas posiciones dentro del Estado, está condenado irremediablemente a su desaparición.
La historia reciente en Colombia es clara a este respecto. Son varios los partidos y movimientos, muchos de ellos con importantes apoyos populares, que han desaparecido de la escena política, porque han perdido la posibilidad de acceder al poder: La Anapo, el M19, el Nuevo Liberalismo, el Movimiento Colombia 2000, la Unión Patriótica y otros que por distintas circunstancias les ha correspondido vivir un momento histórico en el que pierden la posibilidad racional de alcanzar la Presidencia, momento en el cual comienzan a sufrir un inevitable estado de desaparición.
Lamentablemente ese es el proceso que viene experimentando desde hace algún tiempo el Partido Conservador. Su clase dirigente, quizás por su afán de acogerse a beneficios burocráticos o por involucrarse en inexplicables conflictos internos, ha venido renunciando a la posibilidad de acceder a la alta esfera del Poder Ejecutivo. Inicialmente, a la Presidencia de la República, para lo cual han preferido apoyar candidatos provenientes de otros partidos y movimientos, con la débil excusa de afirmar que dicho apoyo se debe a que comulgan con el ideario conservador, cuya esencia misma se ha desdibujado. En ese doloroso proceso, el partido, o lo que queda de él, ha perdido importante injerencia en la vida nacional, limitándose a apoyar las ideas y ejecutorias de líderes provenientes de otras colectividades y movimientos.
El penoso proceso de descomposición se irradia a nivel local y esa es la razón por la cual para el proceso electoral del próximo mes de octubre, serán varios los departamentos y municipios para los cuales el Partido Conservador carecerá de candidato propio, como es el caso de la Gobernación de Antioquia y el Municipio de Medellín. No puede olvidarse que cuando un partido renuncia a las instancias de poder, las nuevas generaciones no se sienten representadas, sus dirigentes pierden legitimidad democrática y el partido termina por extinguirse.
* Exmagistrado, expresidente del Consejo de Estado. Decano de la Escuela de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Pontificia Bolivariana.