Agro e innovación
Pareciera que ha llegado la hora de la verdad al sector agropecuario colombiano. Lo digo, no solo gracias a la devaluación y a la entrada en vigencia de la autorización de ingreso de varios productos de Estados Unidos, sino también por el plan del presidente Santos de desarrollar la Altillanura, proyecto que hoy acompaña la Universidad Americana de Purdue, y sobre todo por el proceso de paz que permitirá desarrollar zonas productivas que en su momento fueron imposibles debido al conflicto armado.
Hemos escuchado que Colombia es un país con enorme potencial agropecuario pero, es lamentable, la sensación de muchos colombianos es que hablamos de potenciales pero difícilmente los desarrollamos. Ya sea por presencia de la guerrilla, falta de infraestructura y mano de obra calificada, falta de subsidios o por débil desarrollo de innovaciones y baja incorporación de nuevas tecnologías.
El sector agropecuario poco ha sobresalido, por su crecimiento, a lo largo de los años recientes. En el primer semestre de 2015 creció 2,7 %, pero si se excluye el café la producción agrícola disminuyó 0,4 %. Cada vez vemos cómo se envejece la mano de obra rural y para las nuevas generaciones es poco atractivo estar en el campo debido a los bajos ingresos, y porque no quieren vivir en la pobreza en que vivieron sus padres. Pero lo más grave es ver cómo muchos jóvenes del área rural caen en una trampa sin salida, ya que no pueden ir a la universidad, pero tampoco quieren ser trabajadores del campo y algunos de ellos sueñan con ser empresarios pero no tienen ni la tierra, ni el acceso al capital ni dominan ni conocen la tecnología.
El sector se debe enfocar en una política agropecuaria intensiva en tecnología e innovación. Israel, Holanda, son ejemplos de cómo gracias a la tecnología se pueden desatar grandes procesos productivos fundamentados en innovaciones. Nuestro país ha realizado esfuerzos investigativos a través de Corpoica, Cenicafé, Cenicaña, Cenibanano, entre otros, pero no tenemos la fuerza suficiente en investigación. Solo un poco más del 5 % de grupos de investigación en Colombia pertenece al agro y lo más preocupante es la poca transferencia al sector productivo por la débil capacidad de incorporación de las investigaciones en las empresas del sector.
Pero ante este panorama se empiezan a ver algunos casos de jóvenes que están creando nuevas empresas en el agro. Un ejemplo es el caso de Jimena Flórez, fundadora de Crispy Fruits, start up que hoy día causa sensación, no solo por sus productos deshidratados sino también por su trabajo social en el campo. Tanto así que el presidente Obama reconoció a Jimena como una de las más sobresalientes mujeres en América gracias a su trabajo social en el campo y el emprendimiento. O el caso de Siembraviva, de Diego Benítez, que coloca las frutas y verduras cosechadas el día anterior por familias campesinas y 100 % orgánicas.
Quienes sean capaces de entender la ola en que se monta Colombia de cara a un nuevo agro, con toda seguridad contribuirán fuertemente al desarrollo del sector y se convertirán en la nueva generación del campo.
En el último encuentro de emprendedores de tecnología Tech Crunch, en San Francisco, se habló que es probable que surja la nueva Facebook desde el sector agropecuario. Es viable, con la cantidad de tecnologías que hoy proliferan alrededor de los drones, sistemas de riego inteligentes, big data para la agricultura, georreferenciación sensórica, que esto suceda y, por qué no, que se dé en nuestro país. Sí se puede, pero hay que empezar a trabajar. Dicen mis amigos de Agrofuturo: “necesitamos menos finqueros y más empresarios en el campo”, necesitamos más tecnología e innovación en nuestros campos.