Columnistas

ALEMANIA, ATRAPADA ENTRE DOS EXTREMOS VIOLENTOS

30 de julio de 2016

Por ANNA SAUERBREY
redaccion@elcolombiano.com.co

Cuatro ataques en una semana han dejado ansiosa a Alemania. El 18 de julio un refugiado adolescente atacó a pasajeros en un tren cerca a Würzburg con un hacha y un cuchillo. Tres días después, un hombre de 18 años le disparó y asesinó a nueve personas en Munich. Y dos días después de eso, un refugiado sirio asesinó a su novia y un compañero de trabajo en una tienda de pinchos en Reutlingen, unas horas antes de que otro refugiado sirio detonara una bomba en Ansbach, suicidándose e hiriendo a 15.

En términos de motivación, los ataques vinieron de todas las direcciones. Los atacantes de Würzburg y Ansbach profesaron su alianza con el grupo del Estado Islámico, mientras que el asesino de Munich dijo que quería copiar al extremista de la derecha noruego y asesino múltiple, Anders Breivik.

Todo esto tiene a Alemania tambaleando. ¿Qué tipo de extremismo posa el peligro más grande para Alemania- el Estado Islámico o la extrema derecha alemana? ¿Somos más seguros como una sociedad globalmente comprometida, o deberíamos aislarnos?

Ha sido un año duro para Alemania. Después de abrir sus puertas a cientos de miles de refugiados, empezamos el 2016 con las docenas de asaltos sexuales en las afueras de la estación principal de tren en Colonia el 31 de diciembre, seguido unos meses después por sorprendentes ganancias para el partido anti-refugiados de extrema derecha, Alternativa para Alemania, en las elecciones estatales.

Y los eventos de la semana pasada se suman a un clima de ansiedad ya existente. El miedo al terrorismo ya estaba en un punto alto: el 73 % de los alemanes encuestados en abril y mayo dijeron que le temen al terrorismo, es la primera vez que el asunto está en el primer lugar de las preocupaciones principales de los alemanes desde que la encuesta comenzó hace 20 años.

La única simple verdad después de nuestra semana de horror es que no hay verdad simple. Y sin embargo claramente alterará la autopercepción colectiva de Alemania. Nos hemos unido a las filas de las víctimas del terrorismo internacional. El cascarón que parecía proteger a Alemania de los horrores vividos por otros -por los Estados Unidos y tantos otros países en Europa, el mundo árabe y Asia- está roto, si es que alguna vez existió. De manera extraña, es como una llegada a la adultez, la pérdida de la ilusión de un niño de ser inviolable.

Pero tal vez más en Alemania que en cualquier otro país en Europa, el miedo al terrorismo no se limita a los mismos posibles ataques; se trata de lo que nuestro bête noire, la extrema derecha alemana, hará con él. Ya hemos visto los riesgos políticos de la xenofobia; los sentimientos derechistas del atacante de Munich plantean la posibilidad de que la violencia xenofóbica escalará aún más.

A la larga es miedo a que los ataques cambiarán el carácter de la misma Alemania, destrozando la identidad tolerante y cosmopolita que con tesón hemos construido a lo largo de décadas, y que cultivamos como si fuera una flor premiada. Dada nuestra historia, siempre hemos sido conscientes de su fragilidad; pero en décadas recientes hemos tenido más confianza en nuestros seres relativamente nuevos, incluso nos atreveríamos a decir orgullosos de lo que es Alemania hoy.

Desde los ataques, líderes de los partidos centristas han venido ofreciendo sugerencias detalladas para cambios a las políticas que luchan contra el terrorismo, un intento desesperado por demostrar la habilidad de la política de la corriente principal para responder. Pero por más sensibles sus sugerencias, ninguna puede competir con eslóganes populistas fáciles como “No al asilo para musulmanes” o “Cierre las fronteras”.

Reconstruir la confianza y luchar contra el ascenso de la nueva extrema derecha empieza con franca honestidad, investigando los antecedentes de todos los ataques sin prejuicios políticos, sean islamistas o xenofóbicos.

También significa ser realistas: la única forma de prevenir dichos ataques es renunciar a la libertad y apertura que hacen que valga la pena defender a Alemania. Aceptar dicha premisa sin aceptar su conclusión es el reto más grande que enfrentamos, y el Occidente también.