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Andrés Pastrana puede enmarcar la foto con “Tirofijo”

25 de septiembre de 2016

Colombia ha tenido algunos presidentes livianos, unos cuantos torpes, otros muy cándidos y a Andrés Pastrana. Fue un delfín con buen salto, por lo light. Su período en el Palacio de Nariño, más que anodino, resultó estéril. Y su negociación con las Farc, un fiasco. Se tomó la foto con Manuel Marulanda Vélez, “Tirofijo”, el viejo jefe de esa guerrilla, antes de tiempo. Se igualó con él en la selva fundido en un abrazo, para impresionar a los votantes, y luego el zorro de mil batallas lo dejó con la silla vacía en la instalación del proceso.

Ahora Nohra, los niños y él le dicen NO al plebiscito. Más que una incoherencia absoluta, que lo es, se trata de una más de las veleidades de un político que rebaja los asuntos de Estado a la sociedad del espectáculo en la que él debe hacerse notar. A cualquier precio, incluso si ello desdibuja lo que algunos creyeron fue, en su momento, un espíritu honesto que buscaba la paz para el país.

Santos no anduvo la trocha para ir por la foto con “Timochenko”. Al contrario, les exigió quitarse el camuflado y los fusiles para ir a Oslo y luego a La Habana a instalar el proceso en 2012. No viajó. Dejó las conversaciones en manos de dos negociadores probos e inteligentes como Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo, antes de verse la cara con el Secretariado apenas en septiembre de 2015.

Pastrana en cambio tuvo a un negociador como Víctor G. Ricardo cuya imagen fumando puros en el Batallón Cazadores en San Vicente del Caguán, después de desalojar al Ejército de 42.000 km2, no olvido. Igual de fachendón que su jefe. Tejido adiposo sin músculo político para enfrentar a unas Farc en su momento de mayor fortaleza militar. Tenían las generaciones de cuadros de mando más avezadas aún vivas y maquinando.

Pastrana le dijo hace quince días al diario ABC de España cosas tan absurdas y cargadas de amnesia que resultan increíbles.

En El Caguán, de 1999 a 2002, crecieron el narcotráfico, el secuestro, el reclutamiento, el entrenamiento de las Farc, sus redes clandestinas. Creció su ambición de tomarse el poder por las armas. Por eso después este país, fácilmente polarizable y extremista, se refugió en la orilla de Álvaro Uribe. Con un Estado bajo tal amenaza, no había de otra sino guerrear.

Habló Pastrana de que las Farc seguirán con “socios como ‘El Chapo’ Guzmán, Al Qaida y el Cartel de los Soles venezolano”. Es extraño que el Gobierno de E.U. no tenga dudas sobre la conveniencia de finalizar el conflicto con las Farc. “El Chapo” está en la cárcel, Al Qaeda desplazado por el Estado Islámico y el Cartel de los Soles trabaja en llave perfecta con el narcotráfico de Colombia desde los tiempos del gobierno del mismo Andrés Pastrana.

Aseguró el expresidente que si hubiese entregado a las Farc una cuarta parte de lo que les dio Santos, “me habrían firmado a la carrera cualquier cosa”. A estas alturas de la historia, el cándido y liviano Andrés no sabe que a las Farc no les interesó firmar nada con él, porque se aflojó todo antes de empezar. No entendió que la foto había que dejarla para el final, cuando en la mesa de negociación las Farc aceptaran que por la vía de las armas no iban a ningún lado y que era mejor firmar la paz, un lunes de septiembre de 2016.