Ante el atropello
Querido Gabriel,
Acuérdese - sonreía mientras explicaba - que la prudencia no hace verdaderos sabios. Los dichos de Juan Felipe Gaviria resuenan en mi memoria con frecuencia. “(...) Después de su muerte / nos hemos hecho amigos”, como escribió el poeta José Manuel Arango. Juan Felipe nos invitaba a cuestionarnos, a ser curiosos y escépticos, a ser rebeldes con causa y sobrevivir en el intento. Luego de una semana como esta en Medellín y ante la pandemia que ha desatado ansias autoritarias y abusos de poder que no resuelven ningún problema y le echan combustible al populismo, ¿hablamos de los recursos que tenemos las personas y las instituciones ante la injusticia y la tiranía? Tertuliemos sobre ser ciudadanos en tiempos de confusión y oscuridad.
Quizás la prudencia y el estoicismo sean, además de una virtud y una práctica filosófica, herramientas cívicas. Me dirás que es el momento para la resistencia, que llegó la hora de la audacia, pero, por favor, dame la oportunidad de compartirte estas ideas antes de actuar precipitadamente. En cuanto a la prudencia, mi abuela creía, tal vez por su educación religiosa, que es equivalente al silencio. Sobre el estoicismo, su excesiva simplificación ha generado que hasta en el diccionario salga que ser estoico significa “permanecer fuertes ante la desgracia”. Ambas definiciones están, a mi juicio, incompletas. ¿Será que ni la prudencia implica el silencio cómplice, ni el estoicismo la resignación pasiva?
Prudencia viene del latín pro videntia, “el que ve por adelantado”. El prudente, por ende, es el que conoce. Por esto, por su buen juicio, es cauto, actúa cuando debe y habla cuando le corresponde. Quizá la prudencia de la que se reía Juan Felipe, la que debemos evitar a toda costa, era la de la tradición de mi abuela, la de la obediencia ciega y la callada aceptación de las cosas como son.
El estoicismo, por su parte, plantea una permanente preocupación por el bien colectivo. Los antiguos estoicos se opusieron a las tiranías de Julio César, de Nerón y de varios más, aunque les costase la tranquilidad o la vida. “El hombre honesto corrige las injusticias, suaviza las penurias y las amarguras” (...) “se levanta ante las dificultades con firmeza y coraje”, escribió Séneca en alguna de sus cartas.
¡Citas y etimologías no nos resuelven el problema!, responderás, en tu entusiasmo. Un poco de filosofía nunca cae mal, sobre todo en los momentos complejos. La prudencia y el estoicismo coinciden en algo esencial: en la lucha, cuando se requiere, contra la injusticia. En estos momentos necesitamos prudencia, no para callar o quedarnos quietos, sino para alzar la voz de tal manera que nuestras palabras tengan eco en el corazón de muchos y para actuar con sensatez de tal forma que logremos el cambio pretendido.
“Si usted ve un fraude y no lo denuncia, el fraude es usted”, escribió Nassim Taleb. Ante los abusos, los antiguos estoicos acudían a la corte, escribían y hacían política en el Senado. Usaban todas sus capacidades para denunciar la tiranía, y en eso debemos imitarlos. Nuestra democracia y nuestras instituciones tienen numerosos mecanismos para afrontar momentos como estos.
Frente a las crisis, el ensimismamiento es casi un delito y la indiferencia un craso error. Con todo lo que estamos viviendo en Medellín, si no demandamos soluciones, estaremos contribuyendo al problema. Si, además, no luchamos por esas soluciones, estamos trasladando a otros, responsabilidades que son nuestras. Para provocar la tertulia, te sugiero leer de nuevo a Marco Aurelio, el emperador filósofo: “Frecuentemente, la injusticia se origina en lo que estamos dejando de hacer, no solo en lo que hacemos”
* Director de Comfama