ANTISEMITISMO EN LA U, ESCONDIDO A PLENA VISTA
Por Benjamin Gladstone
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El semestre pasado, un grupo vino a Providence a hablar en contra de admitir refugiados sirios en este país. Como presidente de la Coalición Brown para Siria, entré en acción con mis colegas para montar una contra-demostración. Pero rápidamente me ví eliminado de la planeación de este evento: otras organizaciones estudiantiles no estaban dispuestas a trabajar conmigo por mis roles de liderazgo con organizaciones judías en el campus.
Esta no fue ni la primera ni la última vez que yo sería excluido en esta forma. También el semestre pasado, anti-sionistas en Brown hicieron circular una petición contra una charla por parte de la defensora de derechos de los transgéneros, Janet Mock, porque uno de los patrocinadores era el grupo judío Hillel, aunque el evento no tenía nada que ver con Israel ni con el Sionismo. Mock, quien pensaba hablar sobre el racismo y la transfobia, finalmente canceló. Estudiantes anti-sionistas prefieren que nadie hable sobre estos asuntos que permitir que un grupo judío participe en la conversación.
Claro está que yo aún creo en la importancia de aceptar a refugiados, combatir la discriminación, abolir prácticas para hacer cumplir la ley racista y otras causas. Sin embargo, es doloroso que los asuntos judíos son excluidos de estos movimientos. Los derechos judíos pertenecen dentro de cualquier movimiento amplio para luchar contra la opresión.
Mis colegas activistas tienden a descartar el anti-semitismo que estudiantes como yo vivimos con regularidad en el campus. Ellos no reconocen las esvásticas que veo talladas en las paredes de los baños, garabateadas en los muros o dibujadas en pizarras. Ellos no escuchan cuando estudiantes me acusan de asesinar a Jesús. No se dan cuenta de profesores que glorifican a figuras antisemitas como Gamal Abdel Nasser de Egipto o el liderazgo de Hezbolá, como lo han hecho los míos.
Tampoco hablan en contra del antisemitismo en la cultura americana. Incluso mientras con derecho protestan contra crímenes de odio contra americanos musulmanes y la discriminación contra la gente negra, equivocadamente desprecian ataques contra judíos (quienes son el blanco más frecuente de los crímenes de odio motivados por la religión en los Estados Unidos) y el aumento del antisemitismo en el escenario político americano, como puede ser observado en el coqueteo de Donald Trump con la derecha alternativa. Ellos no están en desacuerdo con los llamados por la destrucción del único estado judío del mundo.
Muchos de mis colegas activistas también perpetúan el antisemitismo al descartar a los judíos de color, especialmente la mayoría Mizrahi y Sephardi de la población judía israelí, descendientes de refugiados de Asia suroccidental y Africa del Norte.
En mi experiencia, antisemitas se niegan a reconocer a judíos mizrajíes y sefardíes para minimizar la historia de opresión contra judíos, y al hacerlo menosprecian las preocupaciones judías contemporáneas. Por ejemplo, estudiantes que no son judíos en Brown me dicen que no puedo apreciar una historia de marginalización porque, según lo ven ellos, los judíos históricamente han sido un grupo poderoso, y el Holocausto representa los pocos años de excepción. Ellos menosprecian el alcance temporal y geográfico de esa historia para que la opresión parezca circunstancial en lugar de global y sistemática.
Estos son asuntos serios, y movimientos de justicia social los deberían estar manejando. Yo reconozco mis privilegios blancos, masculinos, y demás, por lo tanto escucho a personas de color, mujeres y miembros de otros grupos marginalizados y los apoyo como aliados. De la misma manera espero que los no-judíos en Brown y otros lugares reconozcan nuestra opresión y nos incluyan en los esfuerzos por el cambio.