Columnistas

Aprendimos de la Minga

29 de octubre de 2020

De la minga pasada podemos sacar varias lecciones y soluciones para muchos de los problemas que padecemos. Una lección, sin ninguna duda, es que los indígenas pueden marchar en paz cuando no hay guerrilleros infiltrados, ni Petros, ni aprovechadores de las circunstancias.

Por otro lado, nos afirmaron, como lo suponíamos, que son grandes productores de cocaína. Para producirla tienen que ser grandes destructores de las selvas colombianas y grandes contaminadores de las aguas y los bosques.

No es un secreto, todos lo sabíamos y ahora nos lo confirmaron, que son los mayores terratenientes en este país. Tienen miles y miles de hectáreas, más que sumados todos los finqueros de Colombia, con un gran pecado y es que la mayoría son tierras improductivas para ellos, para los colombianos y para la exportación.

No se pueden quejar de la pobreza ni del abandono por parte del Estado. Lo que falta es que trabajen con juicio, que con sus propias manos y con la ayuda por parte del gobierno con maquinaria e insumos, pongan a producir esas tierras. Que formen cooperativas especializadas en un producto, que formen cooperativas para la distribución de lo que producen. Que, en lugar de adornados bastones en sus manos, cojan azadones, barras y palas para trabajar la tierra. Bailando y vistiéndose de colores no van a salir de la pobreza. Hay que trabajar como tantos colombianos que han triunfado gracias a su propio esfuerzo.

Si las tierras bajas las cultivan con frutales, pueden exportar al mundo entero bananos, cítricos, aguacates Hass, un tema en el que Petro como que es experto, y tantos productos que dan las feraces tierras del trópico.

Quiero contar una anécdota que me enseñó un israelí, para evitar las quejas por las tierras que no producen. Íbamos con el embajador de Israel y un técnico agropecuario de aquel país, río Cauca arriba, en helicóptero, cuando Nicanor Restrepo era gobernador de Antioquia. El técnico no dejaba de mirar para abajo el río y las tierras. En un momento dado, me dijo: “Lo que podríamos hacer nosotros con esa agua y esas tierras”. Yo le dije: “El problema es que en esta zona casi nunca llueve”. Me dijo, lo que se me quedó grabado para toda la vida: “Es que la agricultura no puede depender de la lluvia”.

Imaginémonos esas tierras del sur del país, con esos ríos al lado, produciendo para el mundo entero. Imaginémonos las laderas del río Cauca, con el embalse de Ituango, con unas pequeñas bombas elevando el agua del río para el riego de esas tierras improductivas actualmente. Podríamos producir para el mundo entero.

Volvamos a los indígenas inconformes. Siguen reclamando más y más tierras porque fueron de sus antepasados antes de llegar los españoles y que fueron despojados de ellas. Un poco de sarcasmo: deben entonces reclamar el Capitolio Nacional, el Palacio de Nariño, el Palacio de Justicia, el Palacio Liévano, la Basílica Catedral Primada. Allí estaban asentados los chibchas en aquella época.