Columnistas

La cantaleta de mamá

08 de noviembre de 2014

Hace poco fui invitada a la Institución Educativa Cristóbal Colón, en el barrio Santa Mónica, con el fin de llevarles un mensaje a los alumnos en el marco de la semana cultural. Como siempre me sucede, sentí morir de susto, no solo por pararme frente a cientos de jóvenes en la “edad del moco” (perdón por lo prosaica), sino también porque no es fácil manejar un discurso positivo frente a un espejo quebrado que refleja corrupción por todas partes, líderes cuestionados, falta de coherencia, injusticias, realidades irrefutables, desigualdad y ausencia de valores, pero dije que sí, con todo gusto.

Adopté la mejor de mis sonrisas y llené mi corazón de buenas intenciones, como cualquier mamá que se dispone a tener una conversación seria pero amable con sus hijos, aunque para ellos suene a la odiada cantaleta, un mal necesario que repudiamos cuando estamos en formación pero que agradecemos cuando ponemos los pies sobre la tierra.

Mi intervención era un punto dentro del programa, así que tuve tiempo de untarme de juventud, de ímpetu, de irreverencia positiva y de muchas carcajadas cuando un espontáneo Maluma entre el público le gritó a la niña que en ese momento nos deleitaba con una fonomímica: “Princesa, te quiero en mi equipo”. Después, tres adolescentes disertaron sobre los posibles caminos a seguir en su rol de mujeres y luego los de undécimo nos ofrecieron un nutrido baile de varios géneros musicales.

“Lo mejor está por venir” decía en las camisetas distintivas de los que este año se despiden del colegio. Un “ojalá” cargado de buena energía emergió de lo más profundo de mi alma y reciclé para ellos los mismos deseos que siempre he albergado para mis hijos:

Que sepan elegir rutas que los lleven a sus sueños, sin importar cuántos retenes sociales y económicos haya en el camino. Que si han de hacer parte de una banda, sea de música. Que huyan de la ilegalidad para encontrar reconocimiento y aceptación en esta sociedad materialista. Que lleven siempre en el bolsillo las llaves maestras que abrirán cualquier puerta: buen desempeño, disciplina y ganas. Que en nombre de la supervivencia no vendan su conciencia. Que no sean carnada de la falta de oportunidades y que entre ser víctima de ella o superarse a pesar de ella, elijan lo segundo. Que sus referentes no sean los “duros” del balín, sino del balón, como Quinterito, su vecino de comuna. Que no empeñen su alegría y su tranquilidad por nada. Que validen esta frase: “¿Quieres algo? Entonces ve y haz que pase, porque lo único que cae del cielo es lluvia”. Y esta otra, que no es contradictoria: “Cuidado con lo que deseas, porque a lo mejor lo consigues”. Que rompan paradigmas y que resbalarse en el pantanero del dinero fácil no sea una opción para ninguno, bajo ninguna modalidad. Que no se equivoquen al elegir aquello que quieren con más fuerza. Y que si se equivocan vuelvan a empezar.

Quiero tener noticias suyas cuando esté viejita y celebrar que de este coliseo donde hoy cantan, bailan y se ríen salieron profesores, contadores de historias, banqueros, médicos, carpinteros, estilistas, físicos de la Nasa o mecánicos de Barrio Triste, todos con el mismo apellido: Felices, más que exitosos.

Me despedí con la esperanza izada. Si esta cantaleta de mamá logró calar siquiera en uno, mi ambición desmedida cuando sueño el futuro de los jóvenes podrá enfrentarse, sin reservas, a la cruda realidad de nuestras calles. ¡Feliz porvenir! .