Asesino Maduro
Los rojos de salón que se desgañitaban entre trago y calada de porrito en los bares de Colombia y de España defendiendo las bondades del chavismo se esconden hoy como las ratas. Hasta hace unas semanas muchos han preferido creer que una tiranía atroz como la bolivariana se mantenía en pie entre nubes de algodón y carteles soviéticos vintage en pos de la colectivización y la fraternidad universal. Negaban la atroz represión del régimen chavista y atribuían cualquier denuncia a la propaganda imperialista gringa, española o marciana. Todo con tal de no admitir la evidencia: que tras elecciones amañadas y urnas preñadas, hasta las trancas de las cárceles se llenaban de presos políticos, las libertades se iban reduciendo y las instituciones y cuerpos de seguridad se llenaban de hampones agradecidos a la tiranía. Las brutales imágenes de agresiones a estudiantes indefensos por parte de miembros del ejército y de la guardia nacional, convertidos en la Gestapo nazi del líder supremo de la revolución, han despertado de su letargo a algunos nostálgicos de aquella RDA que quedaba al otro lado del muro, donde los abuelos y padres de los rojos de hoy iban de visita de una semana y volvían corriendo para cantar las bondades de un bloque, el comunista, donde ni locos se habrían mudado a vivir.
Sin embargo, aún hay fanáticos que son capaces de todo por defender a quien les dio de comer. Al fin, si todavía ensalzan el castrismo a sabiendas que no ha traído más que ruina a una isla rica cómo no hacer lo propio con Maduro, pese a que su parecido con el malo de Spectra de las antiguas películas de Bond es cada día mayor.
¿Que la oposición logra más de siete millones de firmas contra la dictadura? Una farsa sin validez constitucional. ¿Que Maduro es ya más grotesco que el rey de las dictaduras “frikis”, en norcoreano Kim Jong-un? Lo que importa es que ambos son capaces de tener al mundo en vilo.
Entre estos “hooligans” del comunismo más estrafalario se ha vuelto viral la defensa del chavismo con el argumento de que este murió con Chávez.
Pero no, el chavismo es exactamente lo que estamos viendo hoy en las calles de Venezuela. Represión, torturas, violaciones y asesinatos políticos. Lo que ocurre es que Chávez se guardaba mucho de que nadie pudiera grabar las atrocidades de su dictadura. Maduro, mucho más bobo que el anterior tirano, no ha podido contener a sus hordas de sicarios. Esos que apalean a un estudiante indefenso y le clavan sus escudos hasta dejarlo moribundo.
Normal que hasta el defensor del pueblo, Tarek William Saab, haya condenado el trato “cruel, inhumano y degradante en arbitraria detención” a Gyanny Scovino, pateado, golpeado y maltratado por funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), Policía Nacional Bolivariana (PNB) y la policía estatal del estado Anzoátegui.
Pero al sicariato que dirige Maduro ya no hay quién lo frene. Nada más lograr siete millones de firmas, una señora murió tiroteada a manos de las bandas de Maduro. A plena luz del día y en presencia de decenas de testigos. Nadie hizo nada y las llamadas fuerzas del orden fueron incapaces de detener a los responsables, suponiendo que lo intentaran. Es hora ya de que los militares que mandan al Ejército pongan fin a este régimen de terror y detengan al zumbado que dice presidir el país y a su matón en jefe, el general Sergio Rivero.
A todos los policías y militares que no quieren acabar compartiendo celda con estos criminales: depongan las armas, capturen a los asesinos y devuelvan el poder al pueblo. Háganlo ya, mañana será tarde.