Así opera la cleptocracia bolivariana
Cifra de negocios: cero. Capital: 147.500 euros. Pérdidas registradas en 2015: 2.415 euros. Tamaño de la empresa: microempresa. Categoría crediticia: nula. Así se las gasta la empresa adjudicataria del bloque 10 de Junín, en la Faja del Orinoco, una empresa casi fantasma propiedad de un ex presidente de la petrolera Repsol, Afonso Cortina, y de su mano derecha, Blanco Balín, ambos ligados a la Presidencia de Aznar y al Partido Popular (centro-derecha) contra el que, primero Chávez, y ahora Maduro, cargan de cuando en cuando. Pero eso son fuegos de artificio, otra cosa son los negocios. Cuando más oscuros y turbios mejor, pues a eso se dedica la cleptocracia bolivariana: a robar, cuanto más mejor. Si para eso necesitan aliarse con la derecha española que tanto denostan, pues pelillos a la mar. Veamos cómo opera esta cueva de mangantes ante las barbas de todos sus compatriotas, incluidos sus camaradas de los cerros.
El pasado 10 de julio, el Tribunal Supremo de Venezuela autorizó la creación de una sociedad mixta (Pretrosur) entre la Corporación Venezolana de Petróleo (CVP), una filial de Pdvsa, la petrolera estatal, y la empresa Stichinng Administratiekantoor Inversiones Petroleras Iberoamericanas. La primera, se queda con un 60 % del consorcio y el 40 % restante, para la firma «española». Las comillas en este caso son pertinentes porque, como era de esperar, la adjudicataria extranjera, además de no tener un solo ingeniero en sus filas –ni maquinaria ni nada de nada– opera a través de una fundación con sede en Holanda. ¿Y por qué una fundación holandesa? Les explico.
La matriz española (Inversiones Petroleras Iberoamericanas) es una ETVE (Empresa de Tenencia de Valores Extranjeros) fundada en abril de 2013. Una ETVE es una figura española para atraer capitales extranjeros con ciertos beneficios fiscales, ya que están exentos de pago la entrada y la salida de capitales, los dividendos, beneficios y plusvalías generados por las empresas extranjeras participadas por las ETVE. Únicamente la inversión que realicen para desarrollar su actividad dentro de España queda sujeta a tributación. Para operar se necesita otra empresa extranjera y nada mejor que una radicada en Holanda, donde la figura de las fundaciones «Stichinng Administratiekantoor» (STAK) es equivalente a una ETVE, con numerosos beneficios impositivos especialmente a los no residentes. La constitución de una STAK obliga a presentar un mínimo de información a la Cámara de Comercio y no es necesario facilitar los datos de provisiones o activos. Tampoco existe obligación de ser auditada ni de presentar los retornos fiscales o las cuentas anuales. Bajo ciertas condiciones, los ingresos recibidos por las STAK de negocios «no-activos» no están sujetos a tributación lo que permite a los propietarios retirar el capital sin retención impositiva. Esta figura fiscal holandesa se utiliza con relativa frecuencia por las empresas extranjeras asociadas a Pdvsa (las sociedades mixtas son obligatorias para operar en Venezuela) para beneficiarse de los acuerdos que mantiene el país caribeño con Holanda y sus territorios antillanos, próximos a Venezuela.
Una vez montado el tinglado, solo quedaría poner los 400 millones de dólares necesarios para tener acceso al 40 % de Petrosur y de los activos petroleros futuros, según consta en la documentación aprobada por el Supremo venezolano, que por cierto se arrogó unas atribuciones que solo corresponden a la Asamblea Nacional. ¿De dónde va a sacar ese capital una empresa sin actividad con categoría crediticia «nula»? Es un misterio. Quizá por eso la opacidad sea necesaria para desfigurar la entrada o salida de dinero. Quizá lleguen esos 400 millones, no importa de dónde, o quizá sean necesarios menos millones pero bien «orientados». Quizá los beneficios de esa explotación vayan al 100% a las cuentas públicas o quizás acaben en Holanda o en España, donde no solo llegan disidentes y refugiados venezolanos sino muchos «bolichicos» que encuentran más facilidades en Madrid que en Miami.
Y es que la ideología del «madurismo» es la misma que patentó Marx (Groucho) un siglo atrás: «Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros» .