Columnistas

Asia Bibi y la libertad religiosa

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10 de noviembre de 2014

En junio de 2009, Asia Bibi, una campesina pakistaní, que hace parte del 1,6 por ciento de cristianos de este país, les dijo a unas vecinas una frase que la llevó a la cárcel y que hoy la tiene condenada a muerte: “Cristo murió en la cruz por los pecados de la humanidad. ¿Qué ha hecho Mahoma por ustedes?”.

La frase la dijo al final de una dura jornada de trabajo, cuando se detuvo a tomar agua. Sus vecinas le dijeron que estaba prohibido a los cristianos tomar de la misma taza de un musulmán porque podía contaminarla.

Por una disputa cotidiana, Bibi lleva más de cinco años en una celda de 2.4 por 3 metros, sin ventanas y en total aislamiento. Su familia varias veces ha tenido que esconderse debido a las amenazas de muerte recibidas por la supuesta blasfema contra Mahoma.

El pasado 16 de octubre la Alta Corte de Lahore le sentenció la pena de muerte. Bibi no puede defenderse porque la Corte indica que el testimonio de un no-musulmán vale la mitad quien sí lo es.

Peticiones de organizaciones internacionales, recaudaciones de firmas y hasta el hoy papa emérito Benedicto XVI durante una audiencia general, han pedido la libertad para Asia Bibi.

Incluso dos compatriotas suyos, el gobernador de Panyab, Salman Taseer y el ministro para las Minorías, Shahbaz Bhatti, han sido asesinados por tratar de eliminar las leyes de blasfemia del código penal pakistaní para favorecer a esta mujer. A Asia Bibi se le ha ofrecido convertirse al islamismo para obtener a cambio la libertad. Ella se ha negado.

Este caso resulta una dramática muestra de la situación de los cristianos en Medio Oriente.

Justo la semana pasada fueron asesinados los esposos Shahzad Masih, de 28 años y Shama, de 25, padres de cuatro hijos y con uno en camino. Su delito: ser cristianos.

Según el informe anual de Ayuda a la Iglesia Necesitada, la situación de la libertad religiosa en el 30 por ciento de los países del mundo ha sufrido un deterioro profundo.

Aunque esto se da especialmente en África y Asia, en Occidente el tema de la fe es cada vez más visto como una práctica fanática e irracional que debe relegarse solo al ámbito privado y que no debe tener ninguna influencia en lo público.

Aunque el cristianismo ha buscado en el pasado de manera errada muchas conversiones forzosas, actualmente, profundizando en la misma revelación, declara que la libertad debe ser lo que caracterice a quien quiera adherirse a esta fe y nunca la coacción externa.

La declaración Dignitatis Humanae del Concilio Vaticano II dice que el ejercicio de la religión consiste en “actos internos voluntarios y libres, por los que el hombre se relaciona directamente a Dios: actos de este género no pueden ser mandados ni prohibidos por una potestad meramente humana”.

Causa profundo dolor que Bibi sea víctima de la ambigüedad de las leyes antiblasfemia de su país. Todavía queda la esperanza de que la Corte de Pakistán se retracte y le perdone la vida a esta mujer de 43 años, madre de cuatro hijos y cuyo único delito fue el de hacerse respetar.