Columnistas

Balido

13 de abril de 2016

“Hay leyes injustas. ¿Nos contentaremos obedeciéndolas o trataremos de corregirlas y seguiremos obedeciendo hasta que lo consigamos o, más bien, las transgrediremos en seguida? Bajo un gobierno como el presente, los hombres piensan por lo general que es mejor aguardar hasta haber persuadido a la mayoría de la necesidad de alterarlas. Piensan que, de resistirse, el remedio sería peor que la enfermedad. Pero es culpa del gobierno mismo que el remedio sea peor que la enfermedad. Aquel la empeora. ¿Por qué no prevé y procura, en cambio, las reformas necesarias? ¿Por qué no atiende a su prudente minoría? ¿Por qué grita y se agita antes de ser herido? ¿Por qué no anima a sus ciudadanos a que se mantengan alerta para que le señalen sus faltas y a conducirse mejor de lo que, de otro modo, esperaría de ellos?” (‘Del deber de la desobediencia civil’, Henry David Thoureau).

Como muchos, como usted (tal vez), fui educada en el respeto al Otro, en la observación y el acato a la norma por convicción, no por ciega obediencia. Somos ciudadanos críticos, no borregos.

Después de haber pagado a tiempo mi cuota correspondiente al tributo de valorización de Fonvalmed y haber obtenido un certificado de paz y salvo, la entidad me notificó que mi propiedad mide más de lo registrado en catastro. Como otros ciudadanos que ya cumplieron con su deber tributario, deberé pagar un reajuste. (Por ahora, el Fondo no cuenta con datos exactos de cuántos contribuyentes estamos en las mismas condiciones).

¿Qué sucedió? De acuerdo con el artículo 51 del Acuerdo 58 de 2008, numeral 6.3, los cobros pueden ser modificados por varios motivos, entre ellos: “Error o inconsistencia de la información sobre los elementos que componen el inmueble”.

Un certificado de paz y salvo, que representaría la palabra de la institución, se desvirtúa por cuenta de un Acuerdo que nos deja a los contribuyentes a la deriva. Solo el Concejo podría modificarlo.

Factores como el citado, minan la confianza ciudadana en las instituciones. En términos económicos, ¿quién les reconoce a los vecinos de Los Balsos el tiempo perdido de trabajo o con sus familias, como consecuencia de la improvisación y dilación de las obras de Fonvalmed?

Quisiera declararme en desobediencia civil, negarme a cumplir con mis obligaciones ante una institución pública que ha demostrado ser corrupta (arbitraria en sus decisiones, vacilante en sus acciones), incumplida (¿cuántas veces ha prometido la entrega de Los Balsos?), que le ha sobrado soberbia frente a los ciudadanos (algunos cobros en El Poblado han resultado ser una suerte de expropiación por la vía tributaria)... pero me abstengo.

Como borrego renuncio a mi libertad de acción a conciencia. No tengo alternativa frente a una institucionalidad que no ha actuado a través de los mecanismos de formación ciudadana (de convicción informada, sustentada con hechos, con eficiencia operativa) sino por medio de la propaganda barata y la intimidación del ciudadano. El abuso de poder.

Quedamos a merced del Plan de Mejoramiento del nuevo director de Fonvalmed, el abogado César Giraldo. Su primera misión: darle al Fondo la respetabilidad que jamás ha merecido.