Columnistas

Bendito coronavirus

17 de julio de 2020

El coronavirus no solo ha machacado las enormes desigualdades del país, la pobreza que impera en amplias regiones y las falencias serias del sistema de salud sino que ha revelado la profunda crisis de valores en la manera de hacer política y gobernar.

Una cantidad de denuncias, no de ahora todas, pasan de largo con una clara intención de que nadie vuelva a prestarles atención en medio de la crisis por la covid-19. Ni los partidos y movimientos políticos en general ni el Gobierno ni los órganos de control se mueven. Un aletargamiento consciente que mina la ya escasa credibilidad en nuestras instituciones y hace más daño del que se cree.

La Ñenepolítica o el posible patrocinio de la candidatura del presidente Iván Duque con dineros ilegales e incluso con sumas desde Venezuela es uno de los más graves casos. Pero hay muchos más, desde la desfachatez del fiscal general Francisco Barbosa para explicar un extraño viaje familiar a San Andrés y la negligencia para intervenir en sonados casos de corrupción y hacerse a un lado, por decoro, decencia y respeto a la ética en el caso que involucra a su gran amigo Duque.

Asusta la manera como se manejó el Congreso en los meses de cuarentena, impidiéndose el control político de las decenas de decretos emitidos por el Gobierno en la crisis. Así el legislativo pasó a ser un apéndice democrático sin valor alguno que solo volverá a actuar cuando el Ejecutivo requiera favores de su bancada.

Indigna que para la presidencia del Senado exista la candidatura de Arturo Char, político costeño con explicaciones pendientes sobre su papel en la compra de votos del caso Aída Merlano.

Molesta cómo el Ejército expulsa al suboficial que denunció la violación de una niña indígena, claro triunfo de la mentira y la trampa. El mundo al revés.

Y para ajustar, irrita cómo el exministro de Defensa Juan Carlos Pinzón acusa sin sustento a la Comisión de la Verdad que escucha a actores del conflicto para desentrañar lo sucedido con miras a la no repetición. Unas declaraciones que en el actual estado de cosas, sin que el Gobierno muestre voluntad de frenar el asesinato sistemático de líderes y excombatientes de la guerrilla, son un arma al cuello.

Podríamos seguir. Nadie actúa. Todo está bien. Los valores no importan, solo los fines, algunos rayando en la ilegalidad o ilegales.

Muchos deben andar prendiéndole velas al coronavirus.

Maullido: por la indiferencia gubernamental, grupos armados copan territorio.