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BERLÍN: UNIDOS EN LA IMPOTENCIA

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30 de diciembre de 2016

Por ANNA SAUERBREY
redaccion@elcolombiano.com.co

Han pasado once días desde que un camión se estrelló contra un mercado de Navidad en el corazón de Berlín, matando a 12 personas e hiriendo docenas. En los días siguientes, la ciudad, el país, toda Europa, fueron consumidos por la persecución por todo el continente en busca del sospechoso, Anís Amri, a quien la policía italiana encontró y dio de baja el pasado viernes. Mientras trato de alistarme para las fiestas -para mantener las cosas normales- me encuentro ansiosamente buscando señales de cómo mis compañeros berlineses están manejando todo. Cuando espero en la estación de tren, me pregunto si la gente a mi lado está escaneando la plataforma. ¿Tienen miedo? Y con una importante elección nacional el próximo año, ¿ese miedo se traducirá en pánico político?

No encuentro ningún cambio -que es a la vez algo bueno y algo malo. Ciertamente, la tristeza prevalece en Berlín. En Breitscheidplatz, muchos han dejado flores y velas. Algunos lloran. “Simplemente no entiendo”, dijo un hombre que vive cerca. “Hemos ayudado a tantos. ¿Por qué nos atacan?”.

Pero también hay una unidad tranquila. “No importa de dónde vengas, somos uno, y somos fuertes”, escribió alguien en un cartel en el lugar del ataque. Al menos en Berlín, hay pocas demandas de muros, o prohibiciones a los inmigrantes musulmanes.

No era un hecho que la calma prevalecería. En Alemania, 2016 comenzó con rabia. En la víspera de Año Nuevo, pandillas de jóvenes acosaron, abusaron y robaron a cientos de mujeres en la estación principal de Colonia. La mayoría de los detenidos por la policía eran inmigrantes del norte de África. El sentimiento antiinmigrante subió; la confianza en el gobierno, y en la canciller Angela Merkel, se desplomó. Los ataques contra los refugios para los solicitantes de asilo aumentaron.

La rabia sigue ahí, por supuesto. “Bienvenidos, asesinos, al matadero multicultural de Merkel”, escribió alguien esta semana en la página de Facebook de Beatrix von Storch, una figura prominente en el partido de extrema derecha Alternativa por Alemania. Marcus Pretzell, el jefe del partido en el estado de Renania del Norte-Westfalia, escribió, apenas una hora después del ataque, “Estos son los muertos de Merkel.”

El sentimiento público alemán está polarizado, pero estabilizado. Contrario a lo que se temía, los ataques terroristas de este verano en Ansbach y Wuerzburg no han aumentado significativamente la posición de Alternativa por Alemania en las encuestas nacionales. Supongo que el ataque de Berlín tampoco cambiará mucho.

Una razón para la respuesta relativamente tranquila de Alemania es que estábamos preparados. Nueva York, Londres, Madrid, París, Bruselas -todos sabíamos que algo similar nos pasaría algún día. Tuvimos tiempo de observar y aprender. Cómo llorar, cómo no reaccionar exageradamente.

A lo largo de los años, el mundo occidental ha desarrollado un conjunto de rituales en respuesta: la iluminación de las velas, la peregrinación a los sitios del ataque, la ocupación defensiva de los espacios públicos, el juramento público de nuestros representantes de no sucumbir al miedo, la profesión pública a nuestros valores liberales.

El martes la Puerta de Brandenburgo fue bañada en luces de los colores de la bandera alemana. La publicación de hashtags solicitando acción es la oración de nuestros tiempos seculares. Incluso las expresiones de la extrema derecha de ira, el llamado para un ojo por un ojo, son parte del ritual. La explotación populista de angustia ante el terrorismo se ha convertido en parte de la escritura occidental posataque.

Claro que aunque los rituales podrán ser reconfortantes, corren el riesgo de perder el sentido con la repetición. No sucumbimos al miedo, pero a medida que lo repetimos, corremos el riesgo de terminar con cascarones de antiguas verdades.

En años recientes, Alemania ha introducido cambios significativos a sus leyes de asilo, así como a su aparato de seguridad. Y la cantidad de medidas que podrían ser impuestas sin cambiar el carácter constitucional de nuestro país se está reduciendo. Lo que significa: la frustración de quienes exigen una fuerte respuesta estatal persistirá.

Por ahora, Alemania permanece equilibrada. Pero terminamos un año loco acurrucados en el frío confort de la división petrificada, unidos en la impotencia.