Columnistas

Bienvenido a la llanura

05 de mayo de 2016

Dr. Carlos Raúl Yepes, salud.

Permítame darle la cordial bienvenida a la cofradía de los que nos despertamos y se nos agota la agenda, como a los gatos. Me refiero al colectivo de pensionados, al cual usted no pertenece todavía.

Le recuerdo la declaración de principios de la logia: Uno debería nacer pensionado primero y dedicarse a vivir después.

¡Qué ironía! El día del trabajo, el hombre que renunció a la presidencia del poderoso Bancolombia despertó en el asfalto laboral. Se miró al espejo y este le devolvió otro. Sospecho que debió mirarse varias veces hasta convencerse de que usted era usted.

Pegar el grito de independencia de juntas, horarios, responsabilidades, estrés, es preferible al más robusto saldo bancario.

Ser millonarios en tiempo libre nos hace más afortunados que Bill Gates y su carnal Buffett juntos. Si al tiempo libre le sumamos salud, como lo propone su colega Gonzalo Restrepo, exduro del Éxito, ahora pazólogo en La Habana, habremos conquistado el nirvana. A usted le ha faltado salud para completar la ecuación. Todo tiene su tiempo.

“Se me pianta un lagrimón” cuando recuerdo la carta de la niña repetida de sus ojos que lo convenció de marginarse en pleno Everest de su productividad.

Me quito el sombrero, la cabeza si es necesario, por preferir la felicidad al éxito, una divisa de ese sí pensionado, Jaime Lopera Gutiérrez, el de “La culpa la tuvo la vaca”.

Románticos como su educación son bichos raros en esta feria de vanidades en la que “poderoso señor Don Dinero”, impone su libreto.

Decidirse a ser uno más del directorio telefónico, el conocido señor N.N. que se detiene a descifrar el vuelo de las aves o a ver pasar el metro con sus miles de sueños e insomnios, vale oro.

Además, no se retira a jugar tute o a mirar exhostos de tractomulas subiendo a Minas.

En su discurso ante el Concejo de Medellín que lo mimó por su vida y obra, dejó claro que está para servir, el verbo amado del emperador Adriano. “... estamos en un momento de oportunidades únicas para sumarnos a la construcción de un país mejor, a entender que no hay paz si no empezamos por nuestro ‘metro cuadrado’”, dijo. Lo veo arrimando el hombro por la paz, entre otros menesteres.

Eso sí, deberá aprender a manejar la condición de santísimo expuesto en casa que alza los pies para que barran por debajo.

Tendrá que ingeniárselas como los magos que sacan rinocerontes de un estornudo, para que su entorno no se aburra con el macho alfa mirándolo todo como el cuadro del Corazón de Jesús.

Así que a preparase a cogerle el dobladillo a la diosa cotidianidad, esa que le hizo decir a una refugiada siria cuando llegó a Estocolmo: Todo lo que quería era volver a abrir y cerrar una puerta....