Columnistas

Bin Laden murió hace 10 años, pero Al Qaeda no

03 de mayo de 2021

Hace 10 años el expresidente peruano Alan García dijo que la muerte de Bin Laden era el “primer milagro” del recién beatificado Juan Pablo II. No sé si estaba en lo cierto, pero se le abona que al menos no anunció el fin de Al Qaeda y solo aspiraba a que: “con la caída de su líder y mandos principales, este equipo que quería llevar el terrorismo a todo el mundo, pierda su importancia”.

Aunque Bin Laden murió sabiendo, sin reconocerlo públicamente, que su proyecto de un panislamismo radical había fracasado, pensar que Al Qaeda moriría con él era una ingenuidad. Este tipo de organizaciones se parecen a infecciones como la influenza y como serán posiblemente las siguientes epidemias de coronavirus, que pueden ser controladas, pero episódicamente reaparecen sus mutaciones cuando todos estén relajados y desprotegidos. Al Qaeda ha tenido malos ratos y hasta perdido clientela, como cuando apareció ISIS, “hasta el momento” su mutación más extrema y radical, que se convirtió temporalmente en la franquicia yihadista de moda; pero nunca estuvo muerta.

Hoy bajo el mando de Ayman al Zawahiri tiene más combatientes que nunca y en más regiones. Están presentes sus franquicias en África, en el Sahel hasta el Golfo de Guinea, la República Centroafricana y Mozambique; en el Medio Oriente en Siria, por medio de Hayat Tahrir al Sham, Irak, la región del Sinaí, Pakistán, y en Afganistán, en donde esperan “pacientemente” que Biden finalmente haga cierta la promesa incumplida de sus antecesores de retirarse luego de 20 años, pues ellos saben cierto el proverbio afgano que dice que: “ustedes tienen los relojes, pero nosotros el tiempo”.

El anunciado retiro estadounidense de Afganistán, que ha sido llamado el “Cementerio de los Imperios”, pero realmente es más bien un país cementerio donde distintos poderes tribales se disputan zonas de control, así como Somalia, es una decisión que facilitará el trabajo de Al Qaeda y sus socios los Talibán. Afganistán me recuerda al malvado señor Burns de Los Simpson, que estando enfermo dijo su médico que tenía tantas enfermedades simultáneas que entre ellas se contrarrestaban y si curaban alguna, se rompería el equilibrio y moriría.

La intervención estadounidense en Afganistán en 2001 era inevitable porque un poderoso no puede dar señales de debilidad ni de no ser implacable con quien lo ofende. Pero no era como cree alguna parte de la dirigencia y población estadounidense, tan propensa a pensar soberbiamente que es el mundo quien debe parecerse a ellos, que EE. UU. impondría una democracia Jeffersoniana en dicho país y Afganistán sería una versión musulmana y con gente barbada de las Rocallosas. El verdadero objetivo estratégico no era eliminar a Al Qaeda, sino evitar que fuera la fuerza dominante que luego se convirtiera en un rival peligroso. El objetivo estratégico es el establecimiento de un equilibrio de fuerzas, pero si EE. UU. sale de Afganistán sin garantizar dicho equilibrio, vicioso pero finalmente equilibrio, entonces efectivamente “perdió”