Columnistas

Bluman, el jinete

13 de febrero de 2016

A veces pienso que la vida es una tela de recuerdos que se entrecruzan como hilos y forman una pieza compacta que es difícil deshacer. Hace ocho días él fue director invitado de este diario y de repente recordé lo que sucedió casi cuatro años atrás. Era una de esas tardes de agosto con sol riguroso, cielo anaranjado y en las que el calor de Oriente Medio no daba tregua. Estaba en mi casa en Jerusalén y no podía apartarme del televisor. Los Juegos Olímpicos se habían apoderado de Londres y frente a la pantalla estaba viendo competir a uno de los mejores jinetes del mundo, un joven que nació en Medellín: Daniel Bluman.

Desde entonces y hasta hoy, viajó a varios países, ganó reconocimientos y encontró más personas que creen en él. También ha luchado consigo mismo y se ha mantenido fuera de cualquier ambiente turbio. En las competencias lo ven abrazarse con su familia y expresar la alegría latina que conserva aunque no viva en Colombia. ¿Qué debe pasar para que un niño llegue a los Juegos Olímpicos? ¿Qué necesita un joven colombiano para cumplir su sueño y destacarse internacionalmente? ¿Por qué en un país extenso como Colombia solo unos pocos logran ingresar a lugares de éxito?

Su papá, Samuel, recuerda que la carrera de Daniel comenzó a los 4 años cuando vio a su primo Josi Bluman montar a caballo. A los 10 supo que quería estar en unos Juegos Olímpicos. Desde ahí “él ha tenido que sortear todo tipo de dificultades en un deporte tan complicado. Ha llegado donde está porque ha trabajado muy duro y demostrado rectitud, honestidad y mucha dedicación”.

Y agrega que ahora “el desafío más grande es competir con él mismo” y asegurar el buen desempeño del caballo. El apoyo familiar ha sido vital. Desde niño ha tenido cerca a la gente que más quiere ayudándolo en el camino. “Cuando uno ve a una persona esforzándose con dedicación hay que apoyarla”, dice Samuel Bluman.

Daniel cuenta que lo más difícil en su carrera ha sido “tener paciencia porque uno quiere que todo pase de un día para otro”.

La gratitud hacia Medellín, su gente y personas cercanas es constante. Dice que ha llegado hasta donde está gracias a su familia, buenos mentores, propietarios de caballos que creen en él e invierten en su carrera deportiva. A ellos se suman sus patrocinadores Hermes, Constructora Conconcreto, y las marcas ecuestres fieles a su equipo.

Cuando se le pregunta qué necesita Colombia para que haya más deportistas de alto rendimiento, opina que además de actitud, el apoyo económico es vital para que el competidor pueda concentrarse en lo suyo. En estos meses previos a los Olímpicos de Río de Janeiro de agosto, se prepara para ser una versión mejor de sí mismo. Con su humildad natural dice no dar lecciones, solo menciona que de la gente exitosa ha aprendido “perseverancia, honestidad y bondad hacia el prójimo”.

La vida es una tela de recuerdos y reencuentros. Como sucedió con Bluman. En este caso, tal vez para mostrarnos que a pesar de la fragilidad humana e incertidumbre, la lucha diaria para ser mejor persona en lo que somos y hacemos nunca es en vano.