Buen gusto
¿Quién lo tiene? ¿Para qué sirve? Para algunos es una mezcla de elegancia, gracia y la capacidad de tratar bien a otros mientras transmitimos una imagen favorable. En una de sus interpretaciones, el Diccionario de la Real Academia Española lo define como la facultad de “apreciar y encontrar belleza”. Hace varios días, un grupo de empresarios, periodistas y textileros hablaban del tema en un restaurante. Algunos decían que es un asunto subjetivo. Otros opinaron que no importa donde haya nacido una persona, existen cualidades universales que compartimos los humanos y no están ligadas a la fama, el dinero o el apellido.
Esta semana y mientras escuchaba el discurso de Michelle Obama, recordé la conversación de ese grupo de personas. Y es que ella en su totalidad, se convirtió en un ejemplo de ese buen gusto del que hablaban. Exhalando sobriedad, habló con confianza y calidez ante cámaras en un recinto repleto de gente en Filadelfia, Estados Unidos. Se expresó con gracia y usó un lenguaje profundo y cercano a la vez.
Con suavidad, asertividad y sin mencionar al rival, convenció a los electores de que Hillary Clinton es la mejor opción para los estadounidenses y que Donald Trump no es el acertado porque desune, miente, irrespeta y manipula la información para contar lo que no ha logrado.
Su apariencia fue solo una parte del éxito. Lo que convirtió su intervención en memorable fue la capacidad de sobresalir sin agredir a Trump. Con maestría y la ayuda de Sarah Hurwitz, la mujer que la ha asesorado en sus discursos durante su paso por la Casa Blanca, Michelle Obama pronunció una frase magistral que del inglés al español traduce más o menos esto: “Mientras ellos caen bajo, nosotros subimos de nivel”. Con esto se refería a la actitud que ella y el llamado hombre más poderoso del mundo han asumido mientras otros los insultan, inventan chismes, critican o les buscan la caída. En estos años en la mirada pública, han ignorado las afrentas, han contestado sin rabia las agresiones ni han bajado al nivel de sus críticos. Su única respuesta ha sido la prudencia, un poco de silencio, buen humor y trabajo duro para ser mejores cada día.
La diseñadora Carolina Herrera, quien empezó su carrera a los 40 años y ha sido escogida en varias oportunidades como la mujer más elegante del mundo lo dijo antes: “el dinero no compra la elegancia ni esta se define exclusivamente por lo que llevas puesto. Es la forma en que te comportas, es tu forma de hablar o lo que lees”. Hace poco circuló un artículo donde se cita al escritor ruso Anton Chéjov quien complementa esto al haber opinado que “las personas verdaderamente cultas” son aquellas que después de haber estudiado o leído mucho, entienden que lo central es respetar, mejorar, ser honestos y tratar bien a otros.
Luego de ver a Michelle Obama y unir estas frases recientes queda claro que el buen gusto no es aparentar, acumular o tener solamente aquella marca. Es una actitud que incluye la capacidad de apreciar, mejorar y aportar al mundo todos los días sin tener que agredir o buscar la caída de nadie.