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BUEN PASTOR ES EL QUE HUELE A OVEJA

23 de abril de 2018

La imagen del pastor es constante en la Biblia. El Génesis describe los orígenes de Israel a partir de Abraham, Isaac y Jacob (siglo XVIII a C), pastores de ovejas. Seis siglos después Moisés, como nos lo presenta el Éxodo, aprende el oficio de pastor y es escogido por Dios como instrumento para liberar al pueblo esclavo en Egipto y conducirlo hacia la tierra prometida. Dos siglos adelante es designado rey de Israel el pastor David, a quien se atribuyen los salmos que representan a Dios como pastor que conduce, alimenta y protege a su pueblo. Finalmente, los profetas Jeremías y Ezequiel -siglos VII y VI a C- critican a los malos pastores que incumplen su misión, y anuncian como nuevo y buen pastor a un Mesías descendiente de David.

A estas profecías se refieren los Evangelios. La parábola del pastor que encuentra a la oveja perdida y la carga sobre sus hombros, expresa la misericordia de Dios manifestada en Jesús (Mateo y Lucas). Juan destaca una característica esencial del Buen Pastor: dar su vida por las ovejas, en vez de huir como los asalariados. Esta donación, libre y voluntaria, conlleva el anuncio de su Resurrección.

Jesús se aplica la imagen del pastor a quien, al contrario de los jefes religiosos de aquel tiempo, sí le importan sus ovejas y por eso ellas lo reconocen. Es en este sentido en el que el Papa Francisco ha dicho que los pastores deben “oler a oveja”.

Hoy, en la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones Sacerdotales, pidámosle al Señor que suscite vocaciones de jóvenes que tengan y realicen el deseo sincero de entregar sus vidas al servicio de la comunidad, cumpliendo su misión pastoral como Jesús.

El mensaje de salvación del Buen Pastor es universal. Ya desde el siglo I, cuando fue escrito el cuarto Evangelio, comenzaron a producirse divisiones entre los cristianos. Hoy persiste esta situación y falta mucho para lograr el ideal de “un solo rebaño con un solo Pastor”. Es preciso entonces renovar la petición de Jesús: “No te ruego solamente por éstos, sino también por los que van a creer en mí... Que todos estén unidos (...), para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17, 20-21).