Caliwood, la otra memoria histórica
No solo hay memoria de violencia y víctimas. También hay memoria de arte, frenesí, locura, lenguaje, juventud, alucinógenos, amistad. El conjunto de las memorias constituye el sedimento del presente, pues este presente es abigarrado, contradictorio, múltiple, un prisma.
Por eso es preciso exaltar al director de cine Luis ‘Poncho’ Ospina, Cali 1949, pues con su más reciente documental “Todo comenzó por el fin” ensambla una pieza imprescindible del mosaico nacional.
Lo colombianos de hoy venimos, sin saberlo, de aquellos muchachos ebrios de Cali que desde los años setenta y ochenta del XX establecieron una complicidad de inteligencia, rebeldía y estética alrededor del cine, literatura, música antillana, rock clásico y sustancias que dilatan entendimiento y goce.
Un infrecuente vínculo ata a los tres líderes, Andrés Caicedo, Carlos Mayolo y el propio Ospina, único que los sobrevive: ninguno tuvo hijos. Ellos son sus propios niños, concebidos a varios vientres por sucesivas mujeres que fueron a la vez amantes, madres, enfermeras, cocreadoras y musas.
Una segunda ligadura es la muerte. Caicedo la buscó desde niño y se la propinó con seconales a la edad decente de 25 años. Mayolo machucó sin horario ni piedad su cuerpo y mente hasta expirar de cansancio en una poltrona de su casa. Ospina recibió la visita del cáncer de duodeno a medio camino de su documental.
Decidió hacer arte hasta en el último instante de su ser natural. Quién duda de que esta película, entre drama y humor, fue la medicina que hoy lo tiene caminando sus escasos kilos por las salas de exhibición donde a media noche responde entre risas las ocurrencias de agradecidos espectadores.
En vista de que ignoraba si la vida le alcanzaría hasta coronar la cinta, optó por alargarla minuto a minuto. Completó tres horas y media de duración. Ingirió las inciertas dosis de energía y dejó un testamento. Obligó al público a ver y escuchar sus últimas palabras.
Consiguió un portento: dotar de delirio al filme, igual a como sus protagonistas inyectaron delirio a días y noches sin censura. Luis Ospina convida a los cinéfilos a vivir en su ‘Ciudad Solar’, la casona caleña donde sus cómplices ensayaron el paraíso y se lo donaron a los colombianos.