Columnistas

Capacidades diferentes, oportunidades infinitas

11 de octubre de 2016

La semana pasada fue dedicada a nivel internacional a realizar las jornadas de programación o también llamadas horas del código, promovidas por empresas multinacionales de tecnología del tamaño de Microsoft y organizaciones públicas o privadas. A nivel nacional la hora del código contó con padrinos como MinTIC y Bienestar Familiar, quien puso a programar a los niños de Colombia en las instituciones educativas públicas.

En nuestra ciudad la hora del código fue liderada por Ruta N y la Fundación Marina Orth, quienes por segundo año consecutivo se encargaron de llevar la programación a niños y jóvenes de toda la ciudad, con un enfoque muy especial a la diversidad. Porque las habilidades tecnológicas son como ascensores sociales donde las capacidades de las personas sin importar su origen, crecen de manera exponencial.

Numerosos estudios prospectivos prevén que en los próximos 15 años el manejo de un lenguaje de programación será una habilidad laboral que hará la diferencia a la hora de emplearse. Por lo que la programación no se circunscribe solamente al ámbito de la tecnología, sino que también debe tratarse como factor creador de desigualdad social y económica.

Dentro del movimiento de afirmación de derechos de las personas en condición de discapacidad, escuché una frase muy bonita que aplica perfectamente a lo que hoy quiero decir que se logró la semana pasada: Capacidades diferentes, oportunidades infinitas. La tecnología es quizá uno de los instrumentos de desarrollo cuyo uso resulta más paradigmático: se puede usar para el bien, o se puede hacer el mismo clic para el mal.

Llevadas a la generación de impacto social, las alternativas tecnológicas por naturaleza permiten desarrollar capacidades en poblaciones que tradicionalmente hubiera sido imposible. Además de darle vida a un sinfín de oportunidades de desarrollo para las personas que históricamente han estado al margen del progreso y crecimiento económico.

Hoy en día, gracias a la tecnología muchas personas tienen alternativas de trabajo dignas, muchos niños y adolescentes tienen opciones de formación y educación, alrededor del mundo miles de comunidades que antes no contaban con luz eléctrica hoy cuentan con otras fuentes de energía. Hace poco me leí un libro llamado “El Gran Salto”, una reflexión económica sobre el bienestar hecha por Angus Deaton, el autor muestra cómo en el último siglo gracias al avance científico y tecnológico en áreas de la salud la esperanza de vida para los seres humanos creció el doble de años.

Si hay algún binomio que pueda ser catalogado como la pareja del baile, es diversidad y tecnología. Considero que el camino para que las organizaciones dejen atrás el enfoque asistencialista que tanto daño le ha hecho a la superación de la desigualdad, es la generación de oportunidades que permitan desarrollar las capacidades para que en el futuro las personas puedan participar de los procesos sociales y económicos en condiciones de equidad.