Columnistas

Caraduras

18 de noviembre de 2014

Terrible y desafortunado el mensaje del presidente Juan Manuel Santos pidiendo explicaciones del porqué el brigadier general Rubén Darío Alzate rompió los protocolos de seguridad y estaba de civil en zona roja al momento de su secuestro en el Choco.

Son preguntas válidas, pero no los temas prioritarios en el manejo de esta crisis, y este fue su tercer tuit sobre estos hechos. Suspender los diálogos de paz con sus secuestradores fue el quinto. Debió ser al revés.

Plantear esas preguntas en ese momento, implícitamente, generó la sensación de que la detención sucedió por imprudencia del oficial.

Un secuestro es un secuestro, no es el descuido de un militar. Aquellos que dicen que el general Alzate se puso en riesgo porque estaba de civil en una zona roja y sin sus escoltas, usan la misma lógica mentecata de la congresista Liliana Rendón que dijo que a las mujeres les pegan porque se lo buscan.

Las víctimas son las víctimas. Y sobre lo que no debe haber discusión alguna es que la responsabilidad de un secuestro, jamás, es de la víctima. Jamás.

La culpa de este delito, y de otros que han sucedido recientemente como el asesinato de dos indígenas que protestaban en Cauca, y el plagio de soldados en la misma zona, es de las Farc y de nadie más.

Ahora bien, sin generar sorpresas, las Farc, en su alta dosis de cinismo, han intentado culpar de esos hechos a otros, y al hacer eso solo demuestran lo que siempre han demostrado, y es que no entienden que ellos son los victimarios en esta violenta historia nacional.

Con el secuestro del general Alzate, refuerzan el miedo de muchos y es que cada vez que la guerrilla se acerca a la paz, se echan para atrás, ya que les produce pánico tener cualquier otro mecanismo de llevar sus ideas diferente a la argumentación de las balas y la razón del miedo. Cobardes.

Y al hacer eso, estropeando el camino avanzado en la negociación, en su infinita estupidez criminal, le entrega el triunfo de la guerra a la extrema derecha del país, que, lastimosamente, celebra con estos hechos.

Funesto.

El desvanecimiento de la solución negociada es la derrota de la oportunidad de reconciliación de nuestra historia y, peor aún, el triunfo de la barbarie. Y en eso no hay nada que celebrar.

La única respuesta medianamente aceptable por parte de la guerrilla en este momento es la liberación de los secuestrados. De todos. Y sumado a eso, el reconocimiento de su responsabilidad en la violenta realidad nacional.

Al hacer eso, pedir perdón y ratificar que no habrá más hechos violentos, se puede pensar en reanudar la negociación de paz, que, sin dudas, sigue siendo el único camino viable para despertar de esta horrible pesadilla llamada guerra.

ÑAPA. Don Raúl Tamayo me hizo responsable, y a los directivos de este medio, de su vida y de lo que le pueda suceder, por citar, en mi columna Paramilitarismo Platónico, su agradecimiento, solidaridad y apoyo a la causa, los métodos y los resultados de los paramilitares en Urabá. Frente a eso solo puedo responder que el único responsable de lo que usted ha escrito, Don Raúl, es usted.