Columnistas

Cecil, el león más bello de Zimbabue

26 de julio de 2015

Un hombre español habría cobrado 50.000 euros por darle muerte a Cecil, el león más bello de la reserva zimbabuense de Hwange. Ya entrada la noche, el hombre animó al felino a salir de la reserva bajo engaño, lo acribilló con flechas para no hacer ruido y dejó que se desangrara. A la mañana siguiente lo remató con un rifle. Lo que quedó de Cecil fueron restos sin piel y sin cabeza.

Pensaría uno que la muerte de un león en África no tiene nada que ver con ninguno de los problemas del mundo. Que frente a tanto sufrimiento humano no se debería dar tanto valor a la crueldad con los animales. ¿Qué tiene que ver Cecil con la escalada de violencia en Oriente Medio? ¿Con el drama de los emigrantes que se lanzan al mar en pateras? ¿Con tanta gente que no tiene empleo ni recursos, desde agua potable hasta medicinas básicas? Las mujeres que sufren la ablación. Las niñas que obligan a casarse antes de llegar a los doce años. Las víctimas de violaciones y abuso doméstico. Los presos políticos, todos aquellos que han sido privados de su libertad y sus bienes por expresar su opinión, torturados, incluso asesinados por intentar ejercer un cambio en un sistema que consideran injusto. El mundo puede ser un lugar terrible para los humanos. Entonces, ¿por qué nos preocuparía tanto un león?

Debe preocuparnos, porque esto va mucho más allá de quién siente más o quién lo expresa mejor. El irrespeto, la falta de empatía, la crueldad, la forma tan grotesca y tan insensible de acabar con otra expresión de vida, con un ser que tiene tanto derecho sobre el planeta como lo tenemos nosotros es algo que daña profundamente a la raza humana.

No puede uno mantenerse en la periferia y asumir que los valores tienen grados y que hay batallas que no valen la pena o que palidecen frente a otras. La manera tan violenta y arbitraria sobre otro ser vivo son fracturas en la humanidad que van permeando hacia otros principios. Dejamos de ser humanos cuando usamos nuestra racionalidad para ser más salvajes que las propias bestias, irrespetamos sus leyes y usurpamos su espacio, ya no por la ley de la vida, sino por un principio de avaricia y de monetizar absolutamente todo. Gran parte de los problemas del mundo radican en que toda su jerarquía está basada en dinero, y no en principios. En lo que se posee, y no en lo que se llega a ser.

Pareciera que estos últimos años vienen cargados de una indignación generalizada de gente que se ha cansado de ser utilizada y manipulada. La gran mayoría quiere un mundo más justo, más consciente, incluso cuando a veces su conducta contradiga este deseo. Pero lo cierto es que si no evaluamos de entrada los valores y principios, su concepto y su significado, si seguimos dejando un conjunto vacío en estos temas y no hablamos de lo que significa ser humano y de los verdaderos fundamentos de una humanidad más profunda y menos banal, jamás vamos a evolucionar, ni como especie, ni como civilización.

Gran parte de nuestros desarrollos se han basado en la destrucción de lo que tenemos alrededor y es ingenuo pensar que un sistema que permite y estimula la aniquilación de los animales no reste valor de la misma forma a la vida de otros hombres.

En nombre de la supervivencia se cometen atrocidades a diario. En la mayoría de los sistemas sociales de hoy en día la supervivencia del más apto termina siendo un juego de fortaleza que va mucho más allá de las aptitudes físicas, y que tiene que ver con las emociones y su manejo. También pareciera que tiene que ver con la capacidad de manejar los valores o la ausencia de ellos y uno no puede dejar de ver con desesperanza como a veces quien sobrevive es quien no los tiene.

Cecil es lo que representa. Lo que su muerte nos deja, la muestra de hombres que son cada vez menos humanos .