Columnistas

Chespirito nunca dejó de ser niño

02 de diciembre de 2014

El homenaje póstumo que los mexicanos rindieron a su compatriota Roberto Gómez Bolaños en el Estadio Azteca, fue el reflejo de la vida de este comediante, quien durante décadas nos hizo reír con ese humor sano, capaz de arrancar risas sin arrancar inocencias.

El suyo fue el único velorio en el que se reemplazaron los vestidos negros con trajes del Chapulín Colorado. Además de los llantos, se veían risas y recuerdos hacia este personaje que durante décadas hizo reír a generaciones enteras. Una ocasión para que Florinda Meza (Doña Florinda) y Carlos Villagrán (Kiko), se reconciliaran en ese valiente abrazo en el que se esfumaron años de pleitos y distancias.

A pesar de sus 85 años, Chespirito no perdió ese corazón de niño. Por ello, nunca se nos hizo extraño que fuera un adulto quien representara al pequeño huérfano de la vecindad más famosa de los países de habla hispana.

Y fue ese corazón de niño el que hacía que este hombre amara la vida y la defendiera en todos sus estados.

En el año 2007 lideró una campaña a favor del no nacido, contando que su mamá sufrió un accidente cuando él estaba en su vientre. “El médico le dijo: ‘Tendrás que abortar’. Y ella respondió: ‘¿Abortar yo? Jamás’. Es decir, defendió la vida, mi vida. Y gracias a ello estoy aquí”, decía en un video con el que buscaba impedir que el aborto fuera despenalizado en el Distrito Federal, aunque sin lograrlo.

El sufrimiento no fue algo ajeno para Chespirito, ni siquiera en sus más tiernos años. Nació en un hogar humilde. Su padre murió cuando tenía seis años. Su madre, con 32 años y con tres hijos, le decía que él se había ido al cielo, por lo que el pequeño Roberto se la pasaba en la ventana esperando a que su padre regresara.

Tenía todas las excusas para ser un hombre amargado, pero los momentos difíciles “se los tomó por el lado amable”.

“Mi mamá era tan sensacional que nunca me di cuenta que andábamos pobres. Nunca me compró una bicicleta, un tren eléctrico, pero nunca me faltó una pelota. Fui superfeliz. Ella se mataba trabajando, de eso me di cuenta después”, contó una vez Chespirito.

Gómez Bolaños nos enseñó a reírnos de nuestras propias fragilidades y de esas torpezas que a veces cometemos “sin querer queriendo”. Eso fue lo que hizo grande al inusual héroe del Chapulín Colorado.

Ha partido este “supercomediante”, quien amó tanto la vida, que nunca se conformó con que esta acabara con la muerte terrenal, así lo decía en un poema que solía recitar:

“Yo, que iba tan tranquilo acercándome al final de mi vida terrenal, de pronto dudo y vacilo. ¿Es verdad que no hay asilo para el alma? ¿Que morir es dejar de existir? ¿Es decir, que la existencia no tiene la trascendencia que me dejaron intuir? ¡No, eso no por favor! Yo, con mi libre albedrío, me atrevo a decir, Dios mío, que debe haber un error. Y perdóname Señor si con eso te incomodo. Sin embargo, de algún modo, te lo tengo que decir. No me vayas a salir con que aquí se acaba todo”.