Columnistas

Cibercrimen

06 de junio de 2021

Cada vez son más audaces los ataques de los hackers o piratas informáticos en todo el mundo. Pareciera que el uso masivo de la red que produjo la pandemia hubiera impulsado el número de ataques informáticos. Sus blancos son cada vez más numerosos, han sido víctimas los hospitales y sistemas de salud, empresas, oficinas de gobierno, servicios de policía, partidos políticos (como el Centro Democrático recientemente), entre otros.

Las razones varían, pero recientemente, a comienzos de mayo, se dio una arremetida muy preocupante y espectacular: el ciberataque a un oleoducto estadounidense, llamado Colonial Pipeline, que provee el 45% de la gasolina que consume la costa este. Después se supo que el operador del oleoducto había cedido al chantaje y había pagado un rescate de 5 millones de dólares, con lo cual se hizo pública una dimensión desconocida hasta ahora de la piratería informática, el cobro de recompensas. En este caso a pesar de la ayuda del FBI, que no pudo eludir un ataque tan sofisticado, y con la presión de la parálisis de los sistemas del oleoducto.

Así las cosas, queda claro que el internet además de cambiar nuestros hábitos de trabajo y nuestra vida cotidiana también está transformando el crimen organizado. Los piratas paralizan el sistema informático de las entidades o personas naturales, roban datos, contratos, acuerdos o información confidencial y cobran un rescate por liberarlos. El pago, además, como medida de cobertura, se hace en criptomonedas para evitar la trazabilidad.

El anterior no es el único uso del internet que hace el crimen organizado, la red también le sirve para mover droga, pues pueden seguir en línea los contenedores en donde viajan camuflados los alijos. En el caso de las ventas al detal, la pandemia impulsó el uso del internet profundo para aprovisionar a los consumidores.

Pero esos usos de la red nunca serán tan rentables como el cobro de recompensas, la extorsión numérica. Esta actividad se ha vuelto una verdadera industria, donde se gana mucho dinero y donde los ataques son cada vez más sofisticados. Los hackers que tienen esa especialidad son muy eficientes, actúan como hombres de negocios que incluso venden sus programas.

Un gran desafío para las autoridades en todo el mundo, que deben luchar contra las legiones de piratas informáticos que actúan en la sombra. Por cierto, localizados en países donde es difícil el control de esas actividades como en Rusia o Corea del Norte. En este último país, el gobierno impulsa las actividades de los piratas, incluso en el extranjero, para dar ingresos al régimen que necesita de ellos ante las sanciones internacionales, como afirma Bloomberg.

La criminalidad continuará su desarrollo en este nuevo frente, mientras los países no reorganicen sus servicios de policía. Estos necesitan cada vez más especialistas dotados en competencias en piratería y seguridad informática. La seguridad en las calles debe reforzarse con los policías en línea y eso requiere presupuesto. Se necesita actuar en los dos frentes. Por supuesto, es indispensable reforzar la cooperación internacional para combatir un delito que es globalizado y que está creciendo vigorosamente. La alerta que creó el ataque al oleoducto debe oírse. El cibercrimen es el crimen del siglo XXI y tiene una inmensa capacidad de hacer daño, y mucho, a todos y cada uno de nosotros