Ciencia, no silencio
Corría el año de 1629 cuando sobre lo que hoy es la Ciudad de México cayó una lluvia de 40 horas, conocida como “El Diluvio de San Mateo”, que obligó a evacuar a muchas familias españolas de la época. Los nativos Aztecas llevaban años lidiando con las inclemencias de la naturaleza y habían construido un sistema de acueductos y desagüe, que les permitió sobrellevar las inundaciones frecuentes en Tenochtitlán.
Los colonos de la madre patria que residían en México echaron por tierra el sistema construido por los indígenas hacia finales del siglo XV. Como la Historia es circular, algo parecido es lo que está pasando ahorita y motivó la marcha que convocó a 600 ciudades alrededor del mundo en el Día de la Tierra, bajo el lema que da el título a esta columna: Ciencia, no silencio.
Y digo “parecido” porque se trata del mismo baile pero con diferente música: hoy asistimos a una crisis planetaria de consecuencias nefastas para la especie humana. Como en la época de la colonia, cuando tuvieron que salir miles de familias de huida de la inundación, hoy hablamos de migrantes ambientales para aludir a aquellas personas que por razones ambientales tienen que salir a buscar un nuevo lugar dónde vivir. Según ACNUR, que es la agencia de Naciones Unidas encargada de los refugiados, hay 12 millones de refugiados ambientales en el mundo, esta cifra la engordan los centenares de colombianos que están sufriendo la ola invernal.
El papel de los indígenas es protagonizado por las mujeres y los hombres de ciencia que han ideado con las uñas y el profundo conocimiento de su realidad, soluciones para hacerle frente a la inclemencia de la naturaleza. Pero como en los tiempos de los Aztecas, no cuentan con el apoyo de los gobiernos y sus soluciones se vienen abajo. Esto lo digo en atención a la reducción en inversión en actividades científicas, que no solo aqueja a Colombia sino que golpea a la investigación ambiental en los Estados Unidos.
Dentro del reparto de los colonos que detentan el poder, el papel estelar lo ocupa el gobierno Trump, quienes no le creen mucho a las alarmas frente al cambio climático, porque creen que es puro cuento chino para hacer que los Estados Unidos reduzca sus emisiones y con ello se retraiga el crecimiento industrial. Pregunto: ¿Será que no puede haber crecimiento Industrial sin contaminación?
¡Bienvenida la inversión en ciencia para apoyar la sostenibilidad del planeta! Los platos rotos de la contaminación los pagamos nosotros los seres humanos. Según el estudio sobre La nueva economía de los plásticos, presentado el año pasado en el Foro Económico Mundial, en 10 años por cada 3 toneladas de peces que naden en los océanos, habrá una de plástico, y a ese ritmo, para el 2050 habrán más plásticos que peces.
La inversión en ciencia es, antes que nada, una inversión en nuestro propio bienestar. Mientras que 15 billones de hectáreas de árboles son taladas anualmente en el mundo, la inversión en ciencia para temas ambientales no ha crecido en los últimos años.