Columnistas

Cinismo político

07 de noviembre de 2017

El cinismo es una característica inherente a la clase política colombiana y las Farc, ahora convertidas en colectividad, entienden de estos juegos como pocos. Porque en su época de guerra fueron cínicas y ahora, pensarán, no tendrían por qué cambiar esas expresiones tan típicas de su esencia.

Justo antes de entregar las armas, en un paso que fue recibido con agrado por buena parte del país, algunos comandantes guerrilleros decidieron pedir perdón por sus ataques y buscar caminos de concertación. Parecían entender que, así como es necesaria la justicia para todos aquellos involucrados en el conflicto y la verdad sobre las atrocidades estatales, era fundamental que ellos agacharan la cabeza por tanta sangre derramada y estiraran la mano a una sociedad que todavía se debate entre la generosidad y la indignación.

Pero entonces cada tanto les gana su prepotencia. Su desconexión con la realidad social de un país que no se siente en paz y que sufre con sus frases anacrónicas e indignantes. Esas en las que hay risas cuando se les pregunta por la reparación a las víctimas, o en las que anuncian demandas porque ahora se sienten protegidas por la amnistía. O aún peor, las declaraciones donde el mundo da una vuelta de maromero para que seamos nosotros los obligados a ir en fila india a agradecerles por su decisión de dejar las armas.

Ese es al menos el razonamiento de Imelda Daza, fórmula vicepresidencial de Timochenko en la extraña candidatura a la presidencia que aún debe caminar mil recovecos jurídicos para hacerse realidad. Para ella, Colombia debe ser generosa (más) y dar gracias a la guerrillerada por dejar a un lado el secuestro, el asesinato y el narcotráfico. Una actitud de superioridad, de la que pocos entienden su origen, que no hace más que estirar la cuerda de la reconciliación a punto de fractura.

La construcción del partido fariano ha sido un camino abonado con torpezas y violencia verbal que, de seguir con este tenor, marcará la vía para la irrelevancia democrática. Porque no soportan el más mínimo cuestionamiento ni reconocen el más pequeño error ni son capaces de leer el momento político en el que se encuentran. Quieren entrar a luchar por los votos con una mezcla de pánico: el cinismo de los partidos de siempre y la intimidación de sus años en armas.